Meterse en el universo de Luis Alberto Spinetta requiere de una precisión quirúrgica y sobre todo si se trata de revisitar el enorme camino que dejó su trabajo. Cada uno de sus discos merece un libro y el análisis de lo que fue pasando antes de llegar ahí. En este caso particular, el objetivo del libro fue posible porque el periodista y melómano Martín Graziano compuso una lectura obsesiva del tercer disco de estudio de Invisible El jardín de los presentes. Un disco que dejó huellas sonoras en el imaginario colectivo. Marcas que se traspasaron de generación en generación. Por tal motivo, si se debiera apurar una apreciación, tendría que estar en el rinconcito de todas las casas.

El recorrido que enmarca el periodista platense desde su trabajo Tigres en la lluvia, fomenta que se pueda seguir ampliando el radio sobre “El flaco”. El jardín de los presentes es publicado en un año donde los horrores del país se empezaron a agigantar. Esta obra poética que pone otro pedazo de humanidad se encontró abrazada por el nefasto golpe de estado de Jorge Rafael Videla. Pero como dice Martín Rodríguez en el prólogo: “Spinetta, tal vez al revés que el Charly García de los 70, no funcionó como “antena” lúcida en la captación de los signos de época, sino como sismógrafo. Atento a los temblores, sus canciones eran muchas veces rito de fuga contra esa realidad concreta: a más represión, más despojamiento; a más violencia, más lírica”.

Graziano se adentra en un mundo sobrecargado de simbolismo. El terreno de Spinetta está envuelto en la poesía más escondida. Y es por ahí donde se mete a bucear uno de los conductores del programa radial El fondo de la noche. En los entramados de autores y música, hasta llegar a la conformación de Invisible. Un trío que desde la base de Pappo´s Blues (Pomo Lorenzo y Machi Rufino) compuso el cancionero de una de las etapas más destacadas que tuvo el rock en nuestro país. Canciones que podían ir desde universos encajados en Philip Dick y alterar un poco más la conciencia. Ahí va el Capitán Beto por el espacio/ con su nave de fibra hecha en Haedo/ Ayer colectivero/ hoy amo entre los amos del aire (El anillo del capitán Beto. Canción que hace la apertura de El Jardín de los presentes). O canciones como Pleamar de Águilas, perteneciente al disco Durazno Sangrando, que incluye un glosario naval que aportó Machi y que pareciera adoptar el trazo poético de Oliverio Girondo. Donde la eternidad no se parece a nada de lo que nos contaron.

Hasta llegar a la grabación de este tercer disco de Invisible, algunas cosas se modificaron. El plan musical dio un vuelco y dos mundos se comenzaron a dar la mano. Con el ingreso de Tomás Gubitsch en la guitarra se tendió un puente hacia otras texturas y la proyección sonora ya no pasó por los lineamientos del trío power. En el capítulo 8, Una ciudad en la que alguien silbe un tango, se lee cómo comienza a rondar el apellido del joven Gubitsch. Sus primeros contactos con Mederos lo empezaron a alimentar con el mundo tanguero y pasó a ser parte de Generación Cero. Un proyecto del bandoneonista. “La avidez y la juventud de Tomás combinaron bien con el afán iconoclasta y pedagógico de Mederos. Gubitsch lo vinculó culturalmente con el universo del rock y el bandoneonista lo introdujo en el tango”, cuenta Graziano.

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En medio de todo ese proceso de diferentes paradigmas musicales, Spinetta escuchó el nombre de este joven guitarrista, embelesado por Frank Zappa y Emerson, Lake & Palmer, y lo invitó a un ensayo de Invisible. El trío ya venía dando algunas declaraciones de que había que superar cuestiones musicales arraigadas a la nacionalidad y expandir un poco más la mente hacia otros universos. “A un lado y el otro de la brecha generacional, Piazzolla y Spinetta tendían un puente. Debajo, en el centro del cauce, corría el alma subterránea de la ciudad: la música huidiza de Buenos Aires”, explica el periodista. Desde esa postura y por los aportes de calidad, con los cuales logró sorprender al trío, Gubitsch finalmente ingresa a la banda y graba las canciones que encierran El Jardín de los presentes en los estudios CBS.

La libertad que siempre destacó a Spinetta es la que motorizó toda su trayectoria y su discografía. Ese gran collage de sonidos, palabras y metáforas tiñó una historia de música que va a ser muy difícil de pasar por alto. En aquel año, el de las torturas y la confiscación de la vida, el flaco creó El Jardín de los presentes. En otro acto más de poesía para poner a andar la huida de las atrocidades. “El disco era un misal para los muchachos que, mientras esperaban el colectivo en la noche honda del Proceso, inventaban sus propias ceremonias y les infundían su propia vida”, añade Graziano en el final de un libro necesario.

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