La autobiografía de Woody Allen, "A propósito de nada", que está disponible en librerías argentinas, recorre la vida del director de 84 años, en un relato plagado del característico sentido del humor que acompaña su extensa filmografía, publicado por el sello español Alianza y que distribuye Grupal.
En las páginas del libro tampoco abandona el humor, incluso en los fragmentos más escabrosos, como cuando ofrece "su versión" de los supuestos abusos a su hija Dylan, su vínculo con Mia Farrow y su matrimonio con Soon-Yi, la hija adoptiva de ésta última.
La aparición del libro de Allen provoca polémicas, controversias y rechazos, excepto para los aun amantes de sus reconocidas películas, probablemente los destinatarios directos de sus memorias.
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Lejos del debate acerca de si se puede separar al artista de su obra. la publicación de este volumen y sus consecuencias, fue graficado por el crítico de The New York Times Dwight Garner, quien aseguró: "Escribir una reseña sobre la flamante obra de Allen, en nuestro actual clima moral, es como ofrecerse de voluntario para atajar las jabalinas lanzadas por el equipo olímpico de esa disciplina".
En su extensa reseña, Garner agrega: "Esto no será un veredicto sobre la moralidad de Allen. Si querés borrar de manera permanente sus películas de las sugerencias que te da Netflix, ¡borralas!", dice el crítico.
Sin caer en el "spoiler" es válido citar aquí uno de los párrafos que el director apunta casi al final del libro "Tengo 84 años; ya casi he pasado la mitad de mi vida. No creo en un más allá y realmente no veo qué importancia pueda tener que la gente me recuerde como un cineasta o como un pedófilo o que no me recuerden en absoluto. Lo único que pido es que esparzan mis cenizas cerca de una farmacia".
"A propósito de nada" es, sobre todo, un libro plagado de bromas y gags, donde Allen distribuye su sentido del humor, incluso en los momentos en que no pareciera atinado hacerlo: habla de su niñez en Brooklyn, de su familia, de sus primeros trabajos, su amada Nueva York, repasa todas sus películas, los actores con los que trabajó y ofrece -por primera vez- su versión de las acusaciones de abuso de su hija Dylan, cuando tenía 7 años, lo que rechaza de manera rotunda. Tal vez la única parte donde decide dejar el humor de lado.
Son casi cien páginas, -de las 400 que conforman el relato, en las que Allen traza una puntillosa radiografía de lo que piensa de su ex pareja Mia Farrow, sin ahorrarse adjetivos, en un largo parlamento que no deja bien parado a ninguno de los dos.
Además, relata su romance con Soon-Yi -35 años menor que él-, hija adoptiva de Farrow y su anterior marido, un caso para el que Allen rechaza siquiera que sea posible utilizar la palabra "hijastra", ya que no estaba casado con la madre de Soon-Yi, un modo de no dar entidad a un asunto, por lo menos, turbio.
"Puesto que Mia y yo no éramos los amantes que el público imaginaba, yo estaba preparado para tener una relación significativa" y "por mi talento para el harakiri terminó siendo Soon-Yi", escribe el cineasta, sin poder dejar de lado la ironía.
"Mia disfrutaba adoptando, le encantaba la emoción, como si se comprara un juguete nuevo. Le gustaba la reputación de santa, la publicidad de admiración, pero no le gustaba criar a los niños y realmente no los cuidaba", escribe Allen, mientras describe a Farrow como "inestable mentalmente", como alguien que maltrataba a sus hijos y que -grafica por ejemplo- una vez le envió "una tarjeta de San Valentín con una cuchillo de cocina atravesando un corazón".
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El día que Farrow descubrió su "aventura" con Soon-Yi (con quien está casado desde hace 22 años), la actriz reunió al resto de sus hijos para contarle que Allen había "violado" a Soon-Yi, según relata el autor.
A continuación, la protagonista de "El bebé de Rosemary" encerró a la joven asiática en su dormitorio y "le propinó golpes y patadas", una inusitada cantidad de detalles para alguien que no quiso hablar públicamente del tema durante 30 años.
Para Woody Allen, es en ese momento que Farrow, "furiosa", decide "manipular" a la hija biológica de ambos, Dylan, de haber sido abusada e incriminar así a su ex pareja de abuso sexual.
Pero el libro de Allan Konigsberg (su nombre original) refiere también, y en detalle, a sus padres, el cariño por su hermana, a su amistad con Diane Keaton, a sus diferentes parejas, a su intento permanente de alejarse de la idea de ser un intelectual (sólo conoció los museos como espacios seguros al ratearse de la escuela, detalla), su pasión por el jazz, su pobrísima biblioteca de niño (sólo comics) y las figuras de Hollywood que conoció como director de 50 películas.
Un cineasta que cuenta la historia de su vida, aunque nadie se lo haya podido –tal como se promociona la obra.
"En lugar de vivir en los corazones y la mente del público, prefiero seguir viviendo en mi apartamento", reflexiona finalmente con sorna.