Arrancó en Instituto, club del que —dice— es hincha. Su primer tanto se demoró más que el amor de Penélope: llegó tres años después de su debut. Parecía un "9" sin gol que, encima, caía permanentemente en offside. Ancho, lento, no conseguía la titularidad. Era, hasta entonces, un jugador del montón.
La Gloria, que veía como un joven Paulo Dybala descollaba en inferiores y pedía lugar en Primera, se desprendió de él. Lo prestó a Sarmiento, a la B Metropolitana. Allí mostró destellos de su categoría: en su debut, convirtió tres goles. Los medios de Junín quedaron obnubilados con él, con su carisma y el acento cordobés. Aquellos festejos tuvieron una característica que lo acompañaría durante gran parte de su carrera: se levantó la camiseta verde y, debajo, tenía una remera con la cara de la Mona Jiménez, su gran ídolo. Carlos Tevez también está en la lista de admirados por Wanchope. Una noche, los delanteros coincidieron en un recital del cuartetero: la Mona los invitó a cantar en el escenario. Cantaron, bailaron, se abrazaron: esa noche, nació una sociedad en el escenario que, probablemente, continúe en junio en Boca.
Wanchope llegó a Huracán en 2014, después de un paso otoñal por Deportivo Morón. En su carrera acumulaba 19 goles en 90 encuentros, un promedio bajísimo para alguien que llegaba con la etiqueta de goleador. El Globo, en aquel entonces, abonó cerca de 250.000 euros por la totalidad de su pase. La hinchada "quemera", exigente, lo miraba de reojo, con la desconfianza del refuerzo desconocido. Irrumpió con todo: con 10 gritos, fue fundamental en el ascenso del 2014. Con menos participación, también festejó la Copa Argentina.
Ábila, sin embargo, recién se transformó en un apellido de temer en 2015. Fue una pieza clave del equipo de Néstor Apuzzo que no tuvo una buena Copa Libertadores pero ganó la Supercopa Argentina. Y brilló en el plantel que alcanzó la final de la Copa Sudamericana, con una noche de marquesina en Parque Patricios ante River. Gritó, en ese certamen, cinco veces.
Este año es la esperanza de Huracán. La desconfianza de antes ahora son aplausos, ovaciones y reverencias. El Palacio encontró un rey: Ábila es, sin duda, la figura del Globo; la jerarquía, la categoría, la eficacia. El segundo tanto ante Sporting Cristal es una síntesis de su nivel: mostró la frialdad para, con el partido igualado, enganchar en el área, dejar pasar al defensor y definir al primer palo. Los diarios, justos, lo calificaron con nueves y dieces: Diario Popular le puso un 9.
Pero, hace poco, recibió la calificación que más soñaba. Tevez, en una entrevista con TyC Sports, lo elogió, lo mimó para que lo piense, para que se decida, para que lo acompañe en la delantera de Boca: "Wanchope es un fenómeno, viene creciendo mucho. Mete el culo y no lo movés más. Hoy es uno de los grandes delanteros del fútbol argentino", floreó.
Si Huracán sueña en el torneo y la Copa Libertadores, si se da el lujo de olvidarse de la tabla de promedios para mirar el cielo es porque arriba, en el área, tiene un tanque, tiene una bestia: tiene a Wanchope Ábila.
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