Mancuello concretó su venta a Flamengo después de varias negociaciones frustradas: vivirá en Río de Janeiro y jugará en el Maracaná. La transferencia se hizo en U$S 3.000.000. Pudo haberse ido antes. Incluso con el pase en su poder: en diciembre del año pasado, en su mejor momento futbolístico, cuando varios clubes de Europa lo habían tanteado, eligió renovar su contrato con Independiente porque "quería dejarle algo al club". En un fútbol argentino donde los jugadores especulan cada vez más para quedarse libres, Mancuello eligió renovar.
Un año después, cosechó la venta: "El objetivo mío y de mi familia era dejarle dinero al club. Por eso renovamos en su momento. Le agradezco a Hugo (Moyano) y a toda la CD por la predisposición", dijo en su despedida. Moyano tuvo mucho que ver. En la negociación, Mancu le pidió una cláusula de rescisión baja para poder ser vendido en el corto plazo. La acordaron en U$S 5.000.000. Se fue por menos. "Es una gran persona. Lo importante es que él también se ve favorecido, pero para nosotros es importante. Más allá de la tristeza de su salida, nos permite solucionar muchos problemas con su dinero", agregó Moyano, el presidente de Independiente.
No es la primera vez que se va de Independiente. En 2012 se fue a préstamo a Belgrano de Córdoba. Su salida no ocupó páginas en los suplementos deportivos. En el Pirata también pasó desapercibido. Omar De Felippe, cuando el volante regresó a Independiente para disputar la B Nacional, le pidió que se quedara. Hizo dos goles en el ascenso, pero no tuvo protagonismo. Mancuello no era el jugador que buscaba el arco cada vez que pateaba un corner.
Su nivel creció como un tsunami en 2014. Los hinchas descreían: al principio parecía una primavera futbolística. La primavera se extendió al verano, otoño e invierno. Independiente, gracias a su zurda, peleó el campeonato que ese año ganó Racing. Se mantuvo a tope seis meses más. Sonó para jugar la Copa América. Gerardo Martino lo llevó a una gira por Estados Unidos. Entre figuras europeas, se animó a pedir un tiro libre. Colgó la pelota del ángulo. Ese gol fue su premio mayor: su carisma, ese perfil bajo lejos de divismos, hizo que todos los argentinos sonrieran cuando lo vieron festejar entre Sergio Agüero y Ezequiel Lavezzi.
En el medio de su metamorfosis, Celta de Vigo de España vino a buscarlo. Los dirigentes no acordaron los números. Mancuello, en el medio de las negociaciones, se mantuvo en silencio, como un cura en el confesionario. No usó su voz para presionar. Los hinchas de Independiente valoraron su compromiso.
"Lo que más voy a extrañar es estar a las 7:15 en el club como hoy. El que levanta la barrera en el predio me preguntaba qué hacía a esta hora. Se cierra una etapa. Es mi casa. Ojalá las cosas me salgan de la mejor manera", dijo hoy, en su despedida.
Con la llegada de Mauricio Pellegrino, lo atacaron las lesiones. No tuvo continuidad. No mostró destellos de aquel Mancuello que era imparable porque se sentía imparable. El zurdo se va por la puerta grande: ahora, los fanáticos de Independiente tienen una buena razón para comprarse la camiseta del Flamengo.
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