Los goles y golazos a repetición de Darío Benedetto vistiendo la camiseta de Boca (hasta el último domingo, 28 goles en 33 partidos) son motivo de conjeturas válidas. Por ejemplo, que esos goles, golcitos y golazos los puede extender a la Selección en la medida en que Jorge Sampaoli lo incluya en el equipo. Tan fácil como eso.
Esta interpretación lineal en realidad trasciende las cualidades específicas de Benedetto. El folklore urbano del fútbol siempre se preocupó en construir grandes simplificaciones. En pocas palabras, ese folklore urbano del que por supuesto forma parte la prensa, considera que si un jugador se destaca en un club, también se va a destacar en la Selección. Y entonces se pide casi a los gritos a ese jugador en la Selección. Ocurrió desde que la pelota de fútbol es redonda.
Los pedidos suelen multiplicarse. Que Alario tiene que ser titular. Que el ex goleador de Racing, Gustavo Bou, puede ser una solución importante. Que Pablo Pérez tendría que ser el volante por derecha. Que Gago debería regresar porque volvió más claro y más preciso que antes. Que el Papu Gómez tiene que ser uno de los volantes por su ida y vuelta. Que Román Martínez puede darle la pausa y el pase ofensivo que la Selección necesita. Que Icardi merece más oportunidades. Que Rigoni tiene más diagonales y gol que Lautaro Acosta. Que Pinola no puede faltar desde el arranque. Que Pavón le brindaría a Messi la posibilidad de habilitarlo con ventaja. Y así hasta el aburrimiento.
Hoy, todas las fichas y todos los focos están puestos en Benedetto. En los goles de Benedetto. En el momento de Benedetto. Y es cierto: le resuelve los partidos a Boca. Como se los resolvió en el último campeonato, siendo una pieza determinante (la más determinante) del equipo que conducen Guillermo y Gustavo Barros Schelotto.
Pero hay algo que siempre vale la pena aclarar: los goles no se transfieren. Las jugadas tampoco se transfieren. En el juego del fútbol nada se transfiere. Y nada se repite. Porque todo es absolutamente irrepetible. Que Benedetto hace méritos para jugar en la Selección lo puede decir cualquiera que frecuente el fútbol. Que juegue bien en la Selección y que haga los goles que hace en Boca, es otra cosa totalmente distinta.
Porque son diferentes los microclimas, los adversarios, los compañeros, las presiones, las urgencias, las necesidades, los compromisos, las ansiedades y las angustias de cada jugador cuando viste una u otra camiseta. Porque no es lo mismo jugar en un club chico que en un club grande. No es lo mismo jugar en la Argentina que en Asia, Oceanía o Europa. Y no es lo mismo defender los colores de un club que los colores de la Selección. Son distintos niveles de responsabilidad.
¿Qué cambia? Las exigencias por un lado. Y sobre todo los contextos. Una virtud en la Selección se magnifica. Un error en la Selección también se magnifica y hasta puede tener como consecuencia un reemplazo. Esto no le pasa por alto a ningún jugador por más experiencia y chapa que tenga. Messi lo sabe muy bien. Y lo padece en alto grado cada vez que juega para Argentina. Sufre los partidos. Y sufre los post partidos.
Benedetto está demostrando que es un formidable goleador. Que tiene potencia, que gana sorprendiendo en el anticipo ofensivo, que gana robándole las espaldas a los defensores y que cuando se le presenta una chance a favor de una maniobra colectiva o de un control y una gambeta en velocidad irreparable para el rival, suele no perdonar apelando a los bombazos que hasta dejan ver algo de lo que fue Batistuta.
Pero no es Batistuta. Entre otras cosas, le falta recorrido y trayectoria internacional, más allá de que haya jugado en México. Y le falta seguir haciendo goles. Muchos goles. Si Sampaoli posterga a Icardi después de dos partidos muy discretos (ante Uruguay y Venezuela) y lo pone a Benedetto frente a Perú el jueves 5 de octubre, su hipotético ingreso tendrá una demanda inevitable: hacer los goles decisivos que antes Higuaín y después Icardi no hicieron.
Benedetto sabe, como lo sabe cualquiera que jugar en la Selección no admite comparaciones. Ninguna comparación. Por eso que la rompa en Boca no significa que la va a romper en la Selección. Si lo hace, revelará cualidades no habituales. Y fortalezas anímicas muy lejos de los medios tonos.