Hace ya unos años, ese entrenador multicampeón que es José Yudica, nos dijo en una charla informal: “Para darse cuenta que un técnico se equivoca o acierta hay que mirar también los cambios que hace durante un partido. Si saca al que está jugando mejor o al que le complica la vida a los rivales, ese técnico está mirando mal el partido y se está equivocando. Porque no son pocas las veces que los técnicos cometemos ese tipo de errores: sale el que juega bien y se quedan en la cancha aquellos que están jugando mal”.
No exageró Yudica aunque así lo parezca. Lo que planteó, ocurrió y ocurre más menudo de lo que cualquiera que frecuenta el fútbol podría imaginar. Simplemente habría que repasar algunos hechos del último fin de semana.
Por ejemplo, en el 1-1 de River ante Chacarita, Marcelo Gallardo decidió reemplazar a Pratto (en su mejor producción desde que llegó al club) para permitir el ingreso de Borré a los 22 minutos del segundo tiempo. ¿Por qué el Muñeco lo sacó a Pratto cuando sus movimientos y su potencia provocaban fisuras en el fondo adversario? Ni Gallardo lo debe saber, más allá de que después en rueda de prensa haya invocado como una justificación “el cansancio” de Pratto.
Otro caso similar se manifestó en el 2-1 de Racing sobre Vélez. Gabriel Heinze interpretó que Mauro Zarate (autor del gol de su equipo con un cabezazo estupendo) tenía que salir para dejarle su lugar a Nazareno Bazán Vera a un cuarto de hora del cierre del partido. Zarate, aun sin romperla, había sido hasta su reemplazo la individualidad ofensiva que más preocupaba al titubeante fondo de Racing.
¿Qué vieron Gallardo y Heinze para convencerse de que esos eran los jugadores que debían salir para mejorar las expectativas y el juego del equipo? Las evidencias fueron claras y no dejaron espacio para que se filtrara alguna duda: vieron mal. Se equivocaron. Ratificaron, en definitiva, lo que Yudica nos comentó casi como al pasar hace unos años.
Ver mal es resolver mal. Porque nadie es infalible, aunque las paredes estén repletas de pergaminos. En el plano de los entrenadores, ver mal es no entender un partido. El contexto del partido. No entender los momentos de un jugador. Y los momentos del equipo. De ninguna manera debían ser reemplazados Pratto y Zarate, como terminó ocurriendo, salvo que estuvieran lesionados, hecho que otra parte no sucedió.
¿Esto significa que Gallardo y Heinze son mediocres y no saben de fútbol? No. Significa que en los episodios irrepetibles de cada partido y en la oportunidad citada, el análisis futbolístico que efectuaron fue claramente deficitario.
Es cuando el entrenador en determinadas circunstancias se cree más importante e influyente que los jugadores. Y cambia por cambiar en una sobreactuación de poder territorial. En esa timba, saca y pone apelando mucho más al impulso y a la temperatura ambiente que a la reflexión.
Después los entrenadores intentan acomodar las palabras o los silencios para encontrar algún argumento más o menos convincente que los proteja. Pero la realidad no se puede disfrazar. Por eso, habría que poner en foco un viejo apotegma: no aclaren que oscurece.