El nuevo episodio violento y antideportivo que protagonizó Agustín Orion en desmedro de Carlos Bueno, revela el desprecio por la integridad física que abunda entre los protagonistas. La absoluta irresponsabilidad del arquero de Boca, quien no se hizo cargo de su grave imprudencia, debería poner en foco una fuerte autocrítica que hasta ahora no se expresó.
En estos casos, lo que dice el folklore, es escueto pero aleccionador: No aclares nada que oscurece. La frase debería haberla adoptado el arquero de Boca, Agustín Orion, después de su notable irresponsabilidad e imprudencia profesional que le provocó la fractura de tibia y peroné al delantero uruguayo Carlos Bueno, que lo tendrá alejado de las canchas entre 6 y 9 meses.

   Orion, con una arrogancia inentendible, pretendió explicar su pésima acción en un puñado de palabras que no denunciaron ni arrepentimiento ni sensibilidad por un colega al que lesionó severamente y que pone en serio riesgo el futuro de su carrera: "El me lleva por delante y me pega a mí en la rodilla. Yo fui a cubrir el espacio. Fue un golpe desafortunado. Espero que se recupere lo más rápido posible".

   Es cierto, para evitar un gol, un arquero tiene que agotar todos los recursos. Esto lo confirman los libros no escritos del fútbol de todos los tiempos. Pero hay recursos violentos que son indefendibles. El que utilizó Orion el último domingo para frenar la carrera al gol que había emprendido Bueno, revela su desprecio absoluto por la integridad física de un adversario.

   Sugestivamente, contó Orion, en aquellos minutos en que enfrentó a la prensa después del partido ante San Martín, con cierta "comprensión" de varios de sus interlocutores, muy atentos y funcionales a la victimización del arquero, casi siempre prepotente, irónico y autoritario para exponer sus argumentos.

   Esa actitud patotera es la que suele tener Orion frente a los rivales, compañeros (recordar la lesión que le ocasionó al pibe Leandro Paredes en un entrenamiento por haberlo dejado desairado pisando la pelota y la pelea que protagonizó con Pablo Ledesma), árbitros y periodistas que no comparten sus opiniones.

   Lo que se hace impostergable señalar es que la personalidad, el temple y el carácter no se evidencia intentando sacar patente de guapo dentro de una cancha. Un arquero con un perfil muy conflictivo igual que él, como Gastón Sessa, había tenido numerosos episodios violentos jugando para Vélez. Sus desequilibrios emocionales para enfrentar situaciones lo terminaron llevando a un callejón sin salida, hasta que la dirigencia optó por transferirlo al Barcelona de Ecuador, después de aquel planchazo en la cara que le obsequió a Rodrigo Palacio en un partido de octavos de final por la Copa Libertadores, en la Bombonera.

   Por aquellos días de 2007, Sessa había declarado que de "manera accidental" impactó a Palacio. Nadie le creyó. Y tuvo que emigrar. La conducta deportiva de Sessa ya acumulaba incidentes con árbitros, rivales, compañeros y periodistas. Por ejemplo, en el 2002 al árbitro Sergio Pezzota lo agarró del cuello y recibió una sanción de 10 partidos; en el 2006 corrió a su compañero Lucas Castroman por la manga que comunica al vestuario con el propósito de agredirlo; en  el 2007 hizo gestos obscenos en el estadio de Córdoba, además de maltratar e insultar a un alcanza pelotas, por lo que sufrió 2 días de arresto.

   Por supuesto no hay ningún caso idéntico a otro. Pero hay similitudes. En el marco de esas similitudes, Orion parece ser un continuador, en versión libre, de las irresponsabilidades y graves imprudencias que persiguieron a Sessa durante un tiempo prolongado. Victimizar a Orión como lo hace un sector del ambiente del fútbol argentino que busca protegerlo como si fuera un pibe sin experiencia ni trayectoria, no logra desactivar sus actitudes absolutamente negligentes.

   Orion hace demasiado tiempo dejó de ser un pibe. Tiene 33 años. Y sabe bien lo que hace. O lo que no debería hacer. Hoy, alrededor suyo, cosecha algunas lealtades y obsecuencias vergonzantes de la corporación del fútbol (de ninguna manera sería lo mismo si Orion jugara en un club chico y provocara la fractura de un jugador de un club grande), más allá de un amplio menú de descalificaciones tan vulgares y reaccionarias que delatan al emisor de esos mensajes en las redes sociales.

   En todo caso, es Orion el que va a decidir como sigue. Y que cara le pone al cartelito que ya lleva colgado. 
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