En sus inicios algunos fueron albergue de tangueros y mujeres de mala vida. El paso del tiempo y los cambios culturales obligaron a cerrar puertas, aunque no para siempre

La Ciudad de Buenos Aires es la gran urbe cultural que guarda cientos de historias en cada una de sus esquinas. Muchos de esos relatos comenzaron en los bares, reductos de hombres agotados, con mal de amores y hasta de mujeres "levanta-ánimos". Muchos de esos puntos de reuniones debieron cerrar sus puertas por cambios culturales y alquileres elevados. Sin embargo, fueron varios los que reabrieron y recuperaron su esplendor.

EL FEDERAL
Comenzó como una pulpería en 1864 y cuenta la historia que hasta fue escenario de crímenes por amor, funcionó un prostíbulo de época y hasta hubo apuestas clandestinas. Desde San Telmo, fue testigo del crecimiento de una ciudad que se desarrollaba a base de industrias textiles. En 2001 reabrió sus puertas luego de años de abandono para continuar con su esencia innata y es en la actualidad el más antiguo de Buenos Aires. En su interior se pueden observar reliquias (muchas se utilizan) como una barra para las cervezas, una caja registradora y el clásico mostrador de confitería.
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LA FLOR DE BARRACAS

El barrio de Barracas sufrió en los últimos diez años un cambio en su paisaje. Muchas de las casas y conventillos clásicos fueron demolidas en su totalidad para dar paso a modernos edificios. En esa metamorfosis peligrosa estuvo La Flor de Barracas en 2009 cuando le colgaron un cartel de venta. Aunque se temía una destrucción, los dueños que lo adquirieron decidieron reacondicionarlo para darle vida otra vez al bar, a pesar de que no tenía experiencia en el negocio gastronómico.

Declarado Sitio Histórico porteño por la Legislatura, aún mantiene su piso de madera de 1897, sus decenas de botellas de bebidas que ya no se fabrican y la barra de madera.

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CAFÉ DE LOS ANGELITOS
Fue inaugurado en 1890 como Bar Rivadavia con instalaciones tan precarias que hasta su piso era de tierra. Se juntaban los "compadritos" de Balvanera. Era el centro de las "payadas" nocturnas a luz de vela y del clásico puchero. Tras las sucesivas crisis, en 1992 sus antiguos dueños se decidieron por cerrar el negocio. La casa quedó abandonada y los años fueron carcomiendo la estructura hasta significar un peligro para los peatones. En 2001 los compradores del inmueble prometieron levantarlo otra vez y devolverle al barrio la parte que lo había dejado.
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• LOS 36 BILLARES
Por sus decenas de mesas de billar pasaron artistas de la talla de Federico García Lorca y Abelardo Arias. Fue inaugurado en 1894 cuando recién se hacía la apertura de la Avenida de Mayo y tiene la particularidad de que ocupa toda la planta baja de un edificio y un subsuelo entero. A pesar de tener el reconocimiento de la Comisión para la Protección y Promoción de Cafés, Bares, Billares y Confiterías Notables, en 2013 cerró y una cadena de pizzería había asegurado que iba a dejar en el olvido las mesas de pool. Sin embargo, a principios de este año reabrió pero continuó con arreglos diversos, la misma fachada y conservó su historia.
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EL BAR LONDON CITY
Sentado y con un café en su mesa, Julio Cortázar escribió la novela Los Premios en la década del ´70. De hecho, aún conserva una mesa con un cenicero en homenaje al escritor. Es relativamente joven en comparación con el resto: abrió en 1954. El piso de ajedrez, espejos laterales, humo de café y el aroma a comidas típicas pudieron haber quedado en el olvido cuando la empresa de pizzerías La Continental había adquirido el negocio. La instalación de andamios hicieron pensar lo peor, pero a mediados de este año fue reinaugurado con un interior remodelado pero con las mismas vitrinas.
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BAR BRITÁNICO
Durante el conflicto con Reino Unido por Malvinas, pasó a llamarse solamente "Tánico". Frente al Parque Lezama, donde se inclina el terreno de Buenos Aires, el local cambió de dueños en 2006 y luego de estar cerrado comenzó a funcionar otra vez. Dicen que en una de sus mesas Ernesto Sábato escribió una de sus obras póstumas, Sobre héroes y tumbas. Los tres gallegos, sus antiguos propietarios, solamente cerraban las noches del 24 y del 31, pero trabajaron hasta que no les renovaron el alquiler.
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EL GATO NEGRO
En su interior se sienten los aromas de variadas especias importadas desde Europa y África. Pues así lo quiso Victoriano López Robredo en 1927 y aún se mantiene así, intacto. No solo se puede degustar un café, sino también un tè y según sus clientes, es el mejor de toda la ciudad. En 2006 estuvo a punto de bajar la persiana para siempre. El inmueble estaba en sucesión y los propietarios del edificio donde está ubicado el local le comenzaron un juicio a los nuevos dueños pero un recurso de amparo y una marcha atrás en la decisión, conservaron al mítico Gato de la calle Corrientes.
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• LAS VIOLETAS
Inaugurado en 1884 es un lujo en el barrio de Almagro. Varios materiales de su interior, como el mármol de las paredes y las baldosas, fueron traídos especiales desde Francia. Tiene pinturas delicadas hechas en tinta china y vitrinas decoradas con madera talladas. Allí lograron reunirse las Abuelas de Plaza de Mayo en tiempos de Dictadura. Durante 2001 cerró sus puertas y todo su esplendor decayó. La fachada y los ventanales comenzaron a dañarse, pero por suerte, años después volvió a abrir aunque su piso se tuvo que mandar a hacer nuevamente por encontrarse irrecuperable. 
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• EL MOLINO
Un molino en Callao y Rivadavia, pleno Congreso. Un fastuoso edificio que tenía una confitería pero que en su subsuelo se fabricaba la pastelería. Su confitería era un verdadero lujo para las clases acomodadas de la Buenos Aires de 1917. Pero a mediados de 1997 cerró definitivamente. La estructura de casi siete pisos comenzó a apeligrar. Este año, el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez, presentó un proyecto de expropiación que fue aprobado. Se planea reactivar la confitería e instalar en los pisos superiores un centro cultural para expresiones artísticas.
      El Molino

• BAR DE CAO
Pasó de ser una simple fonda a almacén de barrio y finalmente a un café. En la esquina de Independencia y Matheu acudían los vecinos del barrio para reunirse y comprar la comida del día. Pero también  los inmigrantes que recién bajaban del barco. En 2005 reabrió tras meses de persianas bajas y aún mantiene ese aire colonial con la antigua caja registradora y el modular de época.
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Un mapa para encontrarlos y disfrutarlos


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