Estos datos se difunden a gran velocidad y, a su vez, son difíciles de eliminar. Debemos evaluar la calidad de la información

Cada día escuchamos con más fuerza los debates sobre las noticias inventadas que se presentan como si fueran información legítima para engañar a la población. Se trata de las llamadas fake news. Estos datos se difunden a gran velocidad y, a su vez, son difíciles de eliminar. Por ejemplo, todavía hay gente que cree que hay una conexión entre las vacunas y el autismo, cuando la evidencia científica ha demostrado reiteradamente que esto es falso.

Entender cómo las personas evaluamos la veracidad de la nueva información que recibimos puede ayudarnos a entender y tratar de revertir este fenómeno. Para decidir si algo es verdadero, solemos recurrir a otras personas porque confiamos más en nuestras creencias si son compartidas con otros. La frecuencia con la que recibimos una información actúa en este mismo sentido. Es decir, cuanto más familiar nos resulta una creencia, más verdadera nos parece. Ahora bien, como estamos todo el tiempo recibiendo nuevas noticias, nos resulta casi imposible chequear siempre cuántas personas creen en algo. Entonces, escuchar muchas veces un mismo dato nos parece una señal de amplio consenso.

Además, para determinar si una noticia es verdadera, consideramos la evidencia que la apoya. Cuando nos resulta difícil pensar argumentos para sostener una posición, le restamos credibilidad. Por eso, pocos y simples argumentos que sean fáciles de procesar, como suele suceder con las fake news, son más poderosos que los razonamientos complicados. No se debe restar importancia a los costos de las fake news en la sociedad. Es que nuestras creencias impactan en las decisiones que tomamos. En lo que respecta a temas relevantes como la salud, la difusión de información falsa puede tener serias consecuencias.

Si, como vimos, se propaga la idea de que las vacunas causan autismo o de que ciertos tipos de alimentos curan el cáncer, ello puede hacer que algunas personas tomen decisiones perjudiciales como no vacunar a sus hijos o reemplazar un tratamiento médico por una pseudoterapia. Además, a gran escala, esto impacta negativamente en el sistema de salud en tanto conduce a más enfermedades, más hospitalizaciones y más muertes. Los costos sociales de las noticias falsas también son altos en la política porque el sistema democrático se basa en una población educada, informada y crítica.

En este contexto, es imprescindible desarrollar estrategias educativas que brinden herramientas para evaluar la calidad de la información que recibimos y fomenten el pensamiento crítico. Además, tenemos que tratar de ser flexibles y escuchar todas las campanas posibles. Podemos no saber de algunas cosas y estar dispuestos a aprender y hasta a contradecir nuestro sentido común. Se trata de estar atentos para que la verdad no sea ni lo primero ni lo último que se pierda.

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