A la mayor parte de la tecnología que nos rodea se le atribuye un inventor, aunque no siempre haya sido idea del que obtuvo la patente.

Marconi no fue el único que desarrolló un aparato para transmitir y captar la ondas a distancia, pero fue él quien obtuvo la patente y dio destino comercial a la radio (aunque, crease o no, el italiano quería comunicarse con el más allá).

Escasos minutos después de registrar el invento Graham Bell, un señor llamado Leslie Gray arribó a la oficina de patentes con las mismas intenciones. Uno ganó la gloria y el otro el olvido.

En el caso de la televisión el mérito de ser llamado su inventor está muy disputado y nadie parece haberse llevado los laureles porque la confrontación fue extendida en el tiempo y algunos de los desarrollos llegaron antes que el mundo estuviese preparado para adaptarse a ese aparato que nos chupa entre 3 y 7 horas diarias.

Por de pronto, el nombre no es muy feliz. Fue usado en 1900, en la Exhibición de París, por el ruso Constantin Perskyi. La palabra reconoce dos orígenes etimológicos distintos: tele es del griego y significa distancia, y visión (que no hace falta explicar qué quiere decir) tiene origen latino. Al menos los alemanes le han puesto un nombre de reconocido origen teutónico (Fern sehen, ver lejos).

La historia grande de la televisión comienza en 1920 con estos grandes titulares en primera página del New York Times:

Las fotografías ahora hablan

Primer test de la televisión

La cara de Hoover se ve desde Washington

Y en letras más pequeñas, una de esas frases que pasan a la historia “Se duda sobre su uso comercial”.

La ATaT buscaba dar nuevos pasos en la conquista de la naturaleza después de años de desarrollo. La tecnología había vencido a las distancias.

Curiosamente, la segunda persona después de Herbert Hoover en prestar su imagen a esta primitiva televisión fue un comediante, A. Dolan, quien contó chistes sobre gente de color e irlandeses (algo que hoy llamaríamos políticamente incorrecto, pero que entonces nadie consideraba ofensivo, ya que el Ku Klux Kan estaba en pleno auge).

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Las dudas sobre las ventajas económicas de transmitir imágenes y sonidos en forma simultáneas, atormentaba también a las autoridades de ATaT, quienes prontamente abandonaron el proyecto.

La idea de la transmisión no era nueva, en 1880 un ingeniero francés llamado Maurice Leblanc se había percatado que la imágenes podían ser transmitidas sucesivamente porque el ojo las retiene por 1/10 de segundo, logrando así una continuidad en la percepción (por un fenómeno que los fisiólogos llaman sumación temporal).

Cuatro años más tarde, el ruso Paul Nipkow inventó un sistema basado en un disco que giraba para registrar las imágenes en un sensor a través de agujeros colocados en lugares precisos sobre un disco. Si bien Nipkow no tuvo éxito para desarrollar un aparato con valor comercial, casi todos los inventos posteriores para construir un televisor se basaron en su sistema. Hoy sabemos que la solución no pasó por allí.

Para 1920 había cinco grupos que trabajaban para crear un aparato que transmitiese imágenes: La ya mencionada ATaT, la Bell Co, la General Electric, un individuo llamado Francis Jenkins en Baltimore y el inglés John Logie Baid.

Si bien todos querían hacer esta “radio parlante”, no todos coincidían en sus aplicaciones. La popular Scientific American creía que podría tener fines policíacos “para reconocer criminales”. En realidad cuando un medio puede usarse para distraer a la población, este será su uso más frecuente; pasó con la radio, con la televisión y con Internet. Solo Jenkins estaba convencido que serviría para el entretenimiento. Y sin embargo nadie recuerda al pobre Jenkins que tenía en su haber casi 400 inventos.

John Loyer Baird también era un inventor avezado, especialmente de productos que no prosperaron, como zapatos inflables y hojas de afeitar de vidrio (para que no se oxiden).

Su mayor problema era obtener los medios para desarrollar sus ideas. Por ejemplo, su disco de Nipkow estaba hecho con una caja de sombreros y las lentes de luces de bicicletas. A pesar de las contrariedades, Baird pudo realizar la primera trasmisión de una imagen reconocible.

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Dispuesto a promover su invento, exhibió su primera televisión a las puertas de una tienda inglesa, logrando que una multitud se aglutinase para presenciar este prodigio. La conmoción facilitó la búsqueda de fuentes de financiamiento a punto tal que, en menos de dos años, Baird era la cabeza de una empresa con 200 empleados. Sin embargo, el producto final solo permitió la obtención de una imagen de apenas 10 x 10 cm y con 60 líneas de definición, aunque los discos de Nipkow fuesen de 3 metros de diámetro. Algo muy poco práctico.

Aun así Baird se las ingenió para realizar la primera trasmisión a distancia entre Leeds y Londres más de 300 Km de distancia. A pesar de ser noticia en todos los medios del mundo, el modelo que triunfaría se estaba desarrollando en otra parte del mundo, para ser más preciso, en California por un joven llamado Philo T. Farnsworth que dejó de lado el método Nipkow promoviendo el uso de rayos catódicos.

Farnsworth era un joven despierto, con una enorme curiosidad científica. Ya en 1921 conocía la teoría de Einstein sobre el efecto fotoeléctrico y había ideado un mecanismo que escaneaba electrones en forma sucesiva, al igual que su padre trazaba los surcos con su arado.

Para cuando diseñó su primer equipo, aún no había terminado la secundaria y compartió sus ideas con el profesor de química. Sin medios para llevarlo a la práctica, dejó de lado su idea hasta que años más tarde tuvo un encuentro con dos empresarios de San Francisco, quienes quedaron impresionados por su inteligencia y le ofrecieron 6.000 dólares para desarrollar el proyecto.

Fue así como en 1927, con solo 22 patentó su idea y en pocos meses pudo trasmitir una imagen usando rayos catódicos. Los modelos más primitivos de Farnsworth lograban transmitir 150 líneas, un marcado adelanto comparado con la definición del sistema mecánico. La idea era tan revolucionaria que gente de todo el mundo fue a visitar al joven quien, para entonces, había patentado las 165 partes de su invento, que incluía válvulas, pantallas y trasmisores (de hecho, investigadores de Universidad de Berkley usaron sus ideas para crear el primer acelerador de partículas).

Sin embargo, la televisión no pudo convertirse en una actividad comercial lucrativa hasta que David Sarnoff entró en escena. A él le tocó convertir una interesante idea de laboratorio en un objeto que todo el mundo desearía tener en su casa a 3 metros del sofá.

Sarnoff era de origen ruso. Su familia había migrado a New York en 1900, cuando aún no había cumplido 10 años. A los 14 años se vio obligado a abandonar el colegio y buscar trabajo. El destino quiso que lo hallase en una empresa de Enrico Marconi y se convirtiese en un operador de radio.

Cuando nace RCA en 1919, Sarnoff se embarcó en el nuevo proyecto, y se convirtió en el motor de la empresa inculcándole una matriz recreativa. Fue la RCA la primera en transmitir una pelea de Box (Dempsey – Carpentier). La pregunta era natural ¿Quién quería oír el relato de una pelea? Nadie está seguro hasta que se hiciese la prueba, y Sarnoff hizo colocar altoparlantes en varios lugares estratégicos de la ciudad. Diez mil personas se concentraron en Times Square y siguieron con atención el relato. Muchas de esas personas que no estaban dispuestas a invertir en una radio se convirtieron en los felices poseedores de una, para ventura de la RCA y Sarnoff.

Antes del match uno en quinientos hogares americanos tenían una radio, después uno de cada veinte. Nunca antes un producto había tenido tan espectacular crecimiento comercial. La TV le sacaría el cetro años más tarde, al igual que las computadoras lo harían a finales del siglo XX. Ante todo, es necesario crear la necesidad.

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Sarnoff convenció al directorio de RCA a unir esfuerzos a Westinghouse y General Electric para crear la Red de National Broadcasting Company (NBC).Como nadie cobraba por las trasmisiones había que buscar una forma de soportar los costos y para eso era necesario vender publicidad.

El tema era que Herbert Hoover, por entonces secretario de Comercio –y futuro Presidente- creía que la radio debía tener fines “más elevados” que los comerciales…

De todas maneras, la radio pudo introducir comerciales y dos años después de esa legendaria trasmisión NBC estaba vendiendo 10 millones de dólares anuales en anuncios.

Mientras los medios impresos colapsaban después de la quiebra del ‘29, la radio subsistía, pero Sarnoff necesitaba nuevos horizontes. Fue en ese año que conoció a su compatriota Vladimir Zworykin, un emigrado víctima de la revolución soviética.

Aunque no hablaba inglés, los conocimientos sobre electrónica de Zworykin eran tan impresionantes, que los directores de Westinghouse le concedieron un laboratorio para investigación. Zworykin tenía la misma perspectiva que Farnsworth sobre la concepción de la TV y pronto Sarnoff se dio cuenta del potencial comercial de este medio.

Vladimir Zworykin le dijo a su compatriota que en dos años y con 100.000 dólares podía tener un sistema funcionando. Le erró por poco… a la RCA le costó 50 millones de dólares porque, para su desesperación, Sarnoff descubrió que todas las patentes que necesitaban estaban a nombre de Farnsworth.

Historia de la televisión

Sarnoff decidió visitar a Farnsworth. Éste, creído que la RCA quería invertir en suinvento, le mostró todos los detalles a Sarnoff quien, gracias a la amabilidad de su interlocutor pudo introducir variables interesantes en este producto que tan caro le estaba costando a la RCA. Como compensación, Sarnoff le ofreció a Farnsworth U$S 100.000. Éste lo echó sin más. Lo estaba ofendiendo.

La realidad es que Farnsworth no tenía los suficientes fondos y decidió mudarse a la costa Este después de vender sus acciones de la Philadelphia Storage Battery Company, más conocida como Philco.

El directorio de Philco estaba convencido que la RCA espiaba a sus empleados para conocer el desarrollo de sus productos y comenzó acciones legales contra esta última.

Farnsworth también presentó una demanda contra RCA por infligir sus patentes. Los abogados de RCA trataron de rebatir a Farnsworth diciendo que en 1922, cuando anotó sus patentes, era muy joven para inventar algo tan complejo.

Durante el juicio debió mostrar los dibujos y a sus profesores como testigos para confirmar que él era el inventor.

En 1935 la Corte Suprema declaró que Farnsworth era sin duda alguna, el inventor de la TV.

La RCA no le hizo mucho caso al dictamen y hacia 1939 mostró en la Feria Mundial de New York un aparato que funcionaba con todos los componentes que Farnsworth había patentado, sin pagarle un centavo a éste.

Después de otra disputa legal, la RCA acordó abonar 1.000.000 de dólares y un Royalty por cada aparato vendido. Lamentablemente la mayor parte de las patentes habían vencido hacia 1940 y Farnsworth no obtuvo todo el rédito del arreglo.

En 1950 Sarnoff llegó a un arreglo con la asociación de fabricantes de radios y televisores de América que lo consagraba como “el padre de la TV” y Zworykin como el inventor de la TV.

Farnsworth ahogó sus penas en alcohol y murió olvidado y deprimido en 1971. En su obituario de New York Times ser refieren a él como “un pionero en el diseño del a TV”. Sarnoff murió el mismo año.

Zworykin dedicó su tiempo y conocimientos al desarrollo del microscopio electrónico. En un reportaje que le hicieron en 1974 confesó que nunca había visto televisión y que su mayor aporte había sido desarrollar el botón para apagarlo. Mentira. Fue otro invento de Farnsworth.

BIO:

Omar López Mato es oftalmólogo, escritor e investigador de la historia y el arte. Es columnista y colaborador en varias publicaciones, revistas y diarios. En radio fue conductor del programa radial Hablemos de Historia (desde 2006 a 2009), y actualmente participa del programa Tenemos Historia. En televisión dirigió y condujo de la serie Males de Artistas y del programa Ojo Clínico, ambos emitidos por canal Metro, además realizó la columna “Historias de la Historia” en el programa Alto Nivel. Es padre de cinco hijos.Su sitio web es https://www.historiahoy.com.ar/

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