Este jueves 2 de octubre se cumple un nuevo aniversario del fallecimiento de María Salomé Loredo y Otaola, viuda de Subiza, una mujer reconocida por su espiritualidad y por su poder de sanación.
María Salomé Loredo y Otaola, viuda de Subiza, llegó de su España natal siendo adolescente a la Argentina, acompañando a su familia, que se instaló en la provincia de Buenos Aires. Desde pequeña mostró un especial interés por la vida espiritual llegando, en algún momento, a pensar en su ingreso a algún monasterio. No fue así. Se casó dos veces y enviudó otras tantas. Ya instalada desde hacía tiempo en la ciudad de Buenos Aires, buscando solución a difíciles problemas de salud, visitó –en su estancia El Porvenir, cercana a Pergamino– a Francisco Sierra, más conocido como Pancho Sierra o El Doctor del Agua Fría, un paragnosta que le hace varios vaticinios. En especial: “No tendrás más hijos de tu carne, pero tendrás miles de hijos de tu espíritu.”
Surge así “La Madre María”, una mujer extraordinaria dedicada a ayudar a los necesitados que concitará el interés de miles de personas convencidas de que posee poderes de sanación y clarividencia. Aún hoy se mantiene el culto a La Madre María. Se encuentra enterrada en el cementerio del Oeste (Chacarita) desde el 4 de octubre de 1928.
El 2 de octubre de 1928 fallecía en Turdera (provincia de Buenos Aires) María Salomé Loredo y Otaola, viuda de Subiza; en verdad conocida como “La Madre María”. Dos días más tarde, sus restos mortales encontraban sepultura en el Cementerio del Oeste (“de la Chacarita”) donde aún se encuentran, convertido el lugar en un lugar de peregrinación permanente.
Es notable que el recuerdo –así como el culto –a esta mujer permanezca vivo– y siempre extendiéndose– tanto en la Argentina como en Uruguay, México, España y otros países. Y más sorprendente aún es que la devoción a la Madre María continúe ampliándose sin recurrir, para ello, al “boca en boca”; por fuera de las redes sociales y del ciberespacio.
Nació el 22 de octubre de 1855 en la provincia de Vizcaya (España), en una aldea llamada Zubiete. A los 14 años de edad emigró a la Argentina a dónde arribó con su familia en 1869 durante la presidencia de Domingo F. Sarmiento.
Ya viuda, se radicó en una casona de su propiedad, situada en calle La Rioja 711, del porteño barrio de Once, donde transcurrió años de su existencia, dio origen y crecimiento a su condición de mujer espiritual dedicada al cuidado de aquellos necesitados que de cotidiano la visitaban.
Allí – adaptando el amplio comedor– comenzó a recibir gente para brindarle ayuda –tanto espiritual como material– y, en ese mismo sitio, ofreció sus primeras conferencias en las que explicaba la importancia de la religiosidad poniendo al Maestro Jesús como ejemplo a tener en cuenta e imitar.
Quienes la frecuentaban comenzaron a afirmar que Doña María era la discípula elegida por Pancho Sierra para continuar su obra tras la muerte del llamado “Doctor del Agua Fría” acontecida el 4 de diciembre de 1891. Lo cierto es que María Salomé había concurrido en dos ocasiones a la estancia El Porvenir (situada en Pergamino, provincia de Buenos Aires) donde Francisco Sierra atendía a los necesitados que a él acudían en busca de sosiego, curación física y disolución de sufrimientos.
Lo que ha podido establecerse es que Sierra le vaticinó: “No tendrás más hijos de tu carne pero tendrás miles de hijos del espíritu. ” Loredo de Subiza no entendió aquel mensaje en ese momento.
Con el paso de los años, quien ya fuera conocida como La Madre María, alcanzó notable fama por las historias de “curaciones milagrosas” que realizaba, sanando –inclusive– a personas que habían sido desahuciadas por la Medicina. Por esta razón fue llevada varias veces a la Justicia acusada de “ejercicio ilegal de la Medicina.” Siempre fue absuelta.
Precisamente el largometraje “La Madre María” (1974) tiene como eje uno de los juicios a que fue sometida. El papel femenino lo interpreta la inolvidable actriz y cantante Tita Merello y el reconocido intérprete José Slavin tiene el papel del abogado defensor.
Ella siempre utilizó una sola y misma defensa. Afirmaba que su persona no ejercía ningún tipo de sanidad física; sino que era Dios quien hacía los milagros curativos. O, en otros casos, que era por intervención del Crucificado. Pero que, en modo alguno, ella practicara alguna forma de terapia o hiciera promesas curativas.
Su muerte –ocurrida el 2 de octubre de 1928– no pasó en modo alguno desapercibida. El velatorio –que tuvo lugar en su residencia de Turdera (provincia de Buenos Aires), donde falleció– generó una concurrencia que los medios de la época indican del orden de las 10.000 personas.
Dos días más tarde, tuvo lugar el cortejo fúnebre que llevó el ataúd hasta el Cementerio de la Chacarita. El recorrido fue seguido –en todo momento– por numerosa concurrencia, provocando -inclusive– algún tumulto a la entrada a la necrópolis ya que todos querían acompañar el féretro e ingresar a la vez. Finalmente, se hizo posible depositarlo en la bóveda, donde desde entonces permanece siendo objeto de veneración casi puede decirse cotidiana y, en particular, cada día 22 (fecha de su nacimiento) y 2 (de su muerte.)
Los diarios – como La Prensa, La Nación y otros – dieron espacio a la noticia del deceso de esta mujer que había dado mucho que hablar tanto a sus amigos como a aquellos que intentaron perjudicarla, acusándola de curanderismo y ejercicio ilegal de la Medicina. Este tema la llevó varias veces ante los estrados judiciales, siendo siempre declara inocente.
Hoy, cuando están por cumplirse 95 años del momento en que La Madre María desencarnó, todavía existen centros –no sólo en la Argentina– sino también en otros países de América y, aún, en España dedicados a mantener viva su memoria, donde se le solicita que interceda para la concreción de diversos favores ante Jesús o Dios mismo.
La bóveda en cuyo frente hay un busto de nuestra biografiada, en el Cementerio de la Chacarita, sigue siendo un lugar de permanente peregrinación donde es frecuente hallar promesantes que concurren tanto a solicitar ayuda como a agradecer pedidos concretados. Los días 2 y 22 de octubre –fechas de su muerte y nacimiento– son fechas en los que la concurrencia aumenta de manera exponencial siendo usual que los dirigentes de esos centros en los que se apela a su figura, asistan dando sermones a sus seguidores.
Antonio Las Heras es doctor en Psicología Social, magíster en Psicoanálisis, historiador, filósofo, parapsicólogo y escritor. www.antoniolasheras.com