Llegó de Tucumán para formarse profesionalmente en Buenos Aires, donde puso en práctica una combinación de su don creativo, simpatía e histrionismo para desarrollarse, crecer y tener presencia en los medios.

Todas las mañanas cuando se despierta, Manuel Cativa inicia su actividad tomando como un rezo laico una monumental expresión de Quino, el creador de Mafalda, autor de esta frase: “comienza tu día con una sonrisa y verás lo lindo que es andar por ahí desentonando con todos”.

Ese leitmotiv que Cativa, de 75 años, utiliza como un disparador cotidiano lo ha acercado a lo que es una de sus principales características, la de su inquebrantable optimismo con el cual peleó con dignidad y éxito cada chance otorgada por la vida en la más amplia variedad de ocupaciones.

Es más. Lejos de todo rigor científico se podría decir que fue esa energía positiva la que le permitió a Manuel controlar la cruenta afección del Parkinson, dolencia decidida en su caso a retroceder ante la carga desfachatada de su víctima que lo martirizó con chistes y bromas repletas de humor negro al solo efecto de avergonzarlo como enfermedad.

“Por suerte ya dejé de echarle constantemente veneno a las hormigas y de jugar al yoyo” afirma Cativa para pegarle a su manera, con humor lacerante, a las manifestaciones del mal que lo atormentaron en su fase más virulenta en los últimos años con sus movimientos ingobernables. “Soy esencialmente optimista y considero que las amarguras se tapan con humor”, precisó.

El optimismo en Cativa impera desde que en 1962 decidió emprender viaje desde su San Miguel de Tucumán natal a Buenos Aires para especializar en la Escuela Panamericana de Arte su don para el dibujo, lo que le valió aprender al lado de figuras como Carlos Garaycochea, Enrique Breccia y Hugo Pratt.

La cabecera de playa la estableció en Carapachay, en la casa de un tío tapicero que le enseñó ese oficio y al que le sumó como actividad destinada a sumar un peso más un reparto de leche. Lo demás, se dio a todo vértigo y no tardaron de aparecer las posibilidades laborales en editoriales y agencias de publicidad.

El curriculum de Cativa incluye un rosario de oficios realizados como dibujante, ilustrador, caricaturista, bocetista, diagramador- rubro en el cual se desempeñó durante 27 años en DIARIO POPULAR- , diseñador gráfico creativo y layoutmen de dibujos animados.

Pero su carrera se expandió a otros planos. Haciendo gala de su histrionismo llegó a la televisión y conformó en su rol de Polonio una pareja memorable con el cómico Pepe Iglesias “El Zorro” y más tarde accedió al cine cuando filmó con Alberto Olmedo la película “El hombre del año”.

Un hombre llamado Cativa

Publicó dos libros, uno “El humor privatizado”, junto a Roberto Fontanarrosa, Landrú, Yacaré, Sendra y Doval, y el otro, también de perfil humorístico, “Un hombre llamado Cavallo”, con el periodista Eduardo Moreira y el dibujante Cilencio.

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Ya jubilado y a fuerza de hacer imitaciones en una fiesta privada, el maestro uruguayo Alfredo Sadi le brindo la posibilidad de cantar tangos, oportunidad que como otras en su vida tampoco desaprovechó.

Viudo desde hace cinco años, con dos hijos casados y otras tantas veces abuelo, en 2011 Manuel inició otra empresa personal en la FM 105.1 SOS, de San Andrés, con el programa “Volver al ayer” que sale al aire todos los martes de 17 a 19.

“Lo mío fue aprender y aprovechar oportunidades. Todo eso me ha permitido tener una buena vida”, aseguró Cativa que esta mañana como las anteriores y las que vendrán, saltará de la cama dispuesto a comenzar el día con una sonrisa y, por sobre todo, a desentonar con aquellos que se olvidaron de reír.

Los colimbas eran un espectáculo

Cativa siempre tuvo la capacidad de imitar a quien se lo propusiera. Lograba replicar los timbres de vos, los movimientos y los modismos de la persona a la cual literalmente le sacaba una copia. De hecho, en su juventud, había hecho ese trabajo para la radio LV 2 en Tucumán, lugar donde a donde en 1964 volvió por un año y medio para hacer el servicio militar en el DIM 5.

Allí, Manuel tomó a un sargento como blanco de sus imitaciones y que un día lo descubrió en pleno unipersonal en una dependencia del destacamento.

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La singular situación abrió la puerta para con otros conscriptos, conformar un grupo artístico que los días de franco actuaba en los cumpleaños de jefes militares, suboficiales y hasta eventos solidarios en hospitales. “En el grupo había un muchacho que hacía malambo, otro que era mago, yo hacía las imitaciones y contaba cuentos, y otros que tocaban la guitarra pero todos cantábamos”, rememoró Cativa.

Polonio era, sin dudas, la debilidad de El Zorro

De la mano de su tarea como ilustrador y bocetista, Manuel Cativa llegó a los canales de televisión y de hecho fue el dibujante del Telepibe, que en los años 60 era la cara de lo que es hoy El Trece. Pero sin siquiera imaginárselo, un día tuvo la chance de iniciar un recorrido frente a las cámaras.Un día Armando Di Cásolo, más conocido como Délfor, estaba indignado porque para un skecht que debían jugar los actores Anita Almada y Guido Gorgatti para el programa La Revista Dislocada, le había fallado un actor que tenía que disfrazarse de mono. Por esas cosas de la vida, le preguntaron a Cativa si aceptaba participar y fue así que salió al toro vestido de marinerito. “Ese bolo -recuerda- no lo cobré jamás”. Sin embargo, agradecido por aquel gesto, Délfor lo llevó a Canal 11 donde Cativa conoció al actor Pepe Iglesias, El Zorro, con quien debutó en el programa Zorrorisas haciendo el personaje de Polonio, la contrafigura del rol que hacía el actor principal. La dupla fue un éxito y tuvo dos momentos de éxito televisivo, primero entre 1964 y 1970 y luego de 1981 a 1982, con una fórmula hoy extremadamente naif, pero que potenciaba el papel de Cativa. “Una vez grabábamos un programa y los cameramans celebraron una ocurrencia mía fuera de libreto, lo cual molestó a Pepe Iglesias que abandonó la filmación al grito “se tienen que reír de mí, no de él’. Al rato volvió y nunca más volvimos a tener un incidente”, señaló Polonio, es decir Cativa.

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