Amante de los viajes y de conocer otros pueblos y lugares, Guadalupe Araoz hizo un quiebre a los 30 años, y dejo un trabajo seguro por la aventura de sobrevivir nutriendose de nuevas experiencias, y con la sola compañia de una moto recorrio mas de 50 paises.

Alguna vez, hace ya más de 35 años, ese maestro de la música popular que es Litto Nebbia aseguraba que “dicen que viajando se fortalece el corazón...”, y más allá de la posible metáfora, para muchos esta es simplemente una realidad que los conduce a cumplir sus propios sueños sin estacionarse en las comodidades urbanas.

Cuando estaba al borde de cumplir sus 30 años, Guadalupe Araoz (36) sintió la necesidad de encarar un cambio en su vida. Hasta entonces, tenía un buen trabajo en el área del manejo de cuentas en empresas de finanzas y en una productora de TV y documentales.

Era licenciada en Economía, recibida en la Universidad Di Tella, vivía sola, se daba sus pequeños gustos y una vez por año, con sus ahorros, dedicaba unas semanas a viajar y conocer otros rumbos: desde Canadá y Cuba, hasta Inglaterra y Brasil.

Un día, Guada (como le dicen algunos amigos) sintió que “no estaba satisfecha con la vida que llevaba, pese a que no la pasaba mal. Es que en esta sociedad te educan para seguir un camino predeterminado, y eso no iba conmigo”.

En uno de los viajes que realizó a Medio Oriente, estando en Israel, Guadalupe se cruzó en varias ocasiones con un muchacho joven. Casualidad o no, en un momento trabaron conversación y se trataba de un argentino que era artesano de Buenos Aires, y que de muy joven había trabajado como albañil, hasta que decidió romper lanzas y se fue a recorrer el mundo.

Guada cuenta que “me dijo que con un dinero que obtuvo por la venta de aros y pulseras en joyerías se pagó el viaje a España, y en sus recorridas por Europa y Asia, comenzó a vender artesanías de mucha calidad y muy originales, y gracias a sus ventas hasta le mandaba plata a su familia”.

Para Guadalupe, la experiencia de este compratriota fue un disparador que completó su psicólogo, quien le recomendó que fuera a fondo con lo que deseara hacer, y buscar la manera de lograrlo, y como le gustaba escribir, empezó a intentarlo.

Tras generar un blog al que bautizó como Hasta Pronto Catalina (nombre de una amiga de la infancia) en el que volcó algunas experiencias de viajes anteriores, Guadalupe decidió invertir sus ahorros en emprender un año sabático, y en abril de 2013 eligió como primer país de su aventura a la milenaria China.

Pese a sus escasos conocimientos de inglés y, claro, casi nulos, de chino, Guada se las ingenió para recorrer parte de esa gigantesca nación como mochilera, tomando autobuses o a dedo cuando podía, en poco más de dos meses.

“Lo más bravo- relata- fue el clima, era muy frío, en especial cuando iba a la zona de montaña, cerca del Tibet. Pero tanto en Beijing, como en Hong Kong y otras ciudades, me encontré con gente muy generosa y cálida, y dispuesta a ayudarme en todo”.

A Guadalupe se le hizo carne la pobreza y lo duro de una vida donde la gente trabaja casi sin pausas. “Para ellos no existen vacaciones ni francos, pero tienen esa disciplina y la siguen a rajatabla, y yo pensaba que en Argentina no siempre los tratamos a ellos de la misma forma”.

Pero el paso fundamental que dio Guada fue en Indonesia, donde tuvo una caída en la calle, y mientras se reponía, una amiga que conoció le propuso que utilizara una moto, ya que los transportes allí eran muy limitados, y casi todo el mundo se manejaba en moto y bicicleta.

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“Al principio rechacé la idea, - remarca - ya que no tenía idea de cómo andar, creí que me iba a caer enseguida, pero de a poco me fui poniendo canchera, y alquilé una, que me permitió no sólo recorrer distintas zonas, sino que adopté este modo de traslado a partir de allí y durante todas mis giras posteriores alquilaba una moto en cada lugar que visitaba”.

Experiencias de intercambio humano increíbles

Cuando viajaba por Liberia, en la costa oeste africana, Guadalupe tuvo su segundo accidente en moto, yendo con una amiga por caminos de Sierra Leona, Mali y con el propósito de llegar a Costa de Marfil. “Tenía que llegar allí para arreglar la moto, ya que en ese país había mejores talleres de reparación, pero en una ruta, en Liberia, la moto se me clavó y salí despedida, me rompí las manos, y me tuvieron que operar dos veces. Estuve en un hospital de Monrovia, y luego en Johannesburgo, en Sudáfrica, pero recién me sentí tranquila cuando volví a Buenos Aires”.

De su periplo por el mundo, Guada rescata experiencias humanas de intercambio increíbles: “tanto en Asia como en Africa, la gente te ayuda mucho, a veces acampabas en un lugar, y los pobladores te traían arroz, o te invitaban a comer con ellos, si estás con tu bicicleta y la tenés que cargar (Guada hizo parte de sus trayectos en ese vehículo, cuando no conseguía moto) alguien siempre se ofrece”.

Y no deja de mencionar una anécdota de cuando estaba en la región del Tibet. “Las montañas son escarpadas, y no es fácil seguir el ritmo. En una ocasión, subiendo a un monte sagrado, ya no daba más, y me quedé al pie de la montaña. Un chino con gestos se ofreció a ayudarme con la mochila”.

Y amplía “pero además, en un momento me agarra y me carga sobre él. Yo no entendía nada, pero lo hizo para subir juntos y que no me perdiera la experiencia. Y encima me compraba alimentos para que no me sintiera mal. Estos gestos los tuve constantemente, y forman parte de mis mejores experiencias”.

Notas sobre turismo y un grave accidente

Uno de los temas que más preocupaba a Guadalupe para emprender sus viajes era de qué forma sobrevivir. Así, relata que “más allá de llevar un dinero básico, que no era mucho, comencé a hacer contactos con empresas, sponsors, sitios web y medios de prensa para los cuales vendía mis reportes y fotos de viaje, editaba notas sobre temas de turismo y organizaba contenidos para redes sociales, además de ofrecer cursos on line con recomendaciones de viaje”.

En estos seis últimos años, Guada estuvo solo de pasada por Argentina. Ella señala que “recién me compré mi primer moto en una de mis estadías, y luego de recuperarme de un grave accidente que tuve en Camboya, donde me fracturé la clavícula y casi pierdo la pierna por una mala praxis”. Luego de su viaje por China e Indonesia, Guada estuvo en Tailandia, Camboya, Vietnam, Borneo y Malasia. Pero en sucesivos tours, conoció más de 50 países, desde Israel, Grecia, Jordania, hasta gran parte de Europa, toda América, donde recorrió desde Alaska hasta la Patagonia, y varios países de Africa, donde rescaté muchas vivencias a nivel humano, que volqué en un libro que se llama Africaneando”.

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