Al poco tiempo de jubilarse como suboficial del Ejercito, Julio Cesar Soldano encontro una apasionante aficion en el arte de armar replicas de vehiculos antiguos, desde tranvias hasta colectivos, y hasta se animo a reproducir con gran fidelidad la Catedral de Notre Dame

Algunos lo definen como maquetista, pero él prefiere autodenominarse como "hacedor de réplicas de viejos transportes de Buenos Aires" aunque su tarea artesanal no se limite solo a ese rubro sino a íconos universales como el Titanic, la locomotora La Porteña o la majestuosa Catedral de Notre Dame, antes que el fuego hiciera lo suyo.

En su pequeño pero cálido departamento del barrio de Barracas, Julio César Soldano habla con entusiasmo de la actividad que le lleva muchas horas del día y que lo apasiona. Desde hace unos 18 años, Julio se dedica a crear réplicas en pequeña escala de toda clase de transportes que ya no existen en su mayoría, y para esto no escatima esfuerzos ni deja de tener en cuenta los más mínimos detalles para darle a sus "obras" la mayor similitud posible con el original.

Julio Cesar Soldano

Soldano tiene 72 años, enviudó dos veces, la última en octubre del año pasado, de su segunda esposa Silvia, con quien vivió varios años en Paraná. Con su primera mujer, Susana Carrick, artista plástica de quien conserva en sus paredes varias de sus obras, tuvo tres hijas, y cuatro nietos.

Simpatizante de River, no le molesta estar en un barrio con preeminencia boquense, y cuenta que durante más de 30 años fue suboficial del Ejército, del que se retiró en 1995, pero lejos de tareas militares o bélicas, se abrió camino en la fuerza en áreas administrativas y como traductor de francés, especialidad que estudió en la Alianza Francesa, y que le permitió viajar dos años al país europeo y ser intérprete cuando venían militares o personajes de ese país en misión cultural.

Julio Cesar Soldano

Julio César relata con orgullo que su padre, Cayetano Soldano, fue granadero, y defendió la Casa de Gobierno cuando se produjo el golpe del 55 que derrocó a Perón.

Condecorado por el gobierno francés "por contribuir a las relaciones entre ambos países" Julio César comenta que "también trabajé en las Cámaras del Congreso, en tareas de traducción", y se retiró en 1995 como suboficial mayor.

Vinculado durante algunos años al ámbito del automovilismo, Julio César se desempeñó en el Autódromo como responsable de seguridad de ese predio, y señala que "llegué a ser jefe de custodia hasta en la Fórmula Uno, era un laburo de control y de seguridad de los pilotos, y conocí a buena gente, como Bonomi o Traverso, y todos me decían que se sentían cuidados por mí".

La pasión de Julio por las réplicas de transportes empezó a comienzos del 2001. Cuenta que "lo primero que hice fue un tranvía chico, que ahora está en el museo de un amigo, lo hice en madera, fibrofácil, y otros elementos, tiene hasta los pasajeros, el guarda con la maquinita, y el boleto que sale, hasta las luces" y señala que "a partir de ahí empecé a ver fotos de viejos transportes, fui descubriendo elementos más maleables, y lo que no había lo conseguía o lo adaptaba".

Así surgió una serie de carros: lechero, panadero, sodero y verdulero, y no deja de mencionar que "el fileteador Luis Zorz, un virtuoso con quien nos hicimos amigos, me hizo los filetes de esos vehículos, como eran en la realidad, y me estimuló mucho en esta tarea", y también menciona la reproducción de las naves espaciales Soyuz Uno y Dos, el Sputnik y el Challenge".

Julio Cesar Soldano

Soldano mostró sus obras en numerosas exposiciones, y obtuvo un premio a la originalidad en el Club de Aeromodelismo, incluyendo transportes antiguos, desde una diligencia hasta una carabela, locomotoras, como La Porteña y la Pacific, un mateo, un carruaje de la época de Rosas, autos de todas las épocas, colectivos y un vagón de subte similar al que hoy realiza paseos por Primera Junta, con detalles casi perfectos que lo igualan al original.

Notre Dame, un modelo casi igual

Julio siente que su pieza cumbre es el vagón de subte, "por el trabajo en detalle que intenté hacer, incluyendo hasta lo más mínimo, y si se saca una foto cerca, parece un subte original", pero sabe que una de las obras que más impacta a quien lo visita es una réplica increíble de la catedral de Notre Dame, un trabajo monumental, que hasta incluye en su interior luces que se encienden y apagan y que son en realidad, lámparas de un árbol de Navidad.

Notre HDV

Relata que "la Catedral me la quisieron comprar, fue una mujer propietaria de una galería de arte, primero me ofreció 10 mil dólares, y luego llegó hasta 100 mil, pero le dije que no, porque a mi esposa le encantaba y le prometí que nunca la iba a vender".

Señala que "utilicé cientos de piezas allí, el techo era liso y le hice las ventanas, dividí las chapas, hice la veredita del balcón, baldosa por baldosa, usé escarbadientes, madera de pino y fibrofácil, y reconozco que impacta cuando alguien la ve".

"La Catedral de Notre Dame vino en fascículos. Cuando la terminé de armar la vi y le dije a mi mujer que no me gustaba y a través de fotos sacadas de Internet la hice completamente a nuevo", asegura y remarca que "tardé 5 años en rehacerla, pero quedó como deseaba hacerla".

Además, entre las réplicas que más recuerda, Soldano menciona la de un molino holandés, del que comenta que "tenía que darle movimiento, girar las paletas, y lo hice en una torre, ladrillo por ladrillo, y con materiales como varillas de bambú, y un tubo de luz, se exhibió en una expo de maquetas junto a un tranvía que también presenté".

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Obras que son un legado para los más jóvenes

Además de amar lo que hace, Julio César considera que “esta es una manera de hacer conocer a las nuevas generaciones lo que fueron los viejos transportes, y las formas y hábitos de vida que ya no existen, como el carro del lechero o los viejos tranvías” y remarca que “no me gusta copiar nada, trato de hacer cosas que nadie hace”.

Aunque no puede calcular la cantidad de obras que hizo, Julio cree que “son cientos, desde que empecé hace casi 20 años, y entre ellas recuerdo una colección de motos que armé y luego regalé, así como algunos helicópteros y barcos, y gané un primer premio en el Museo de Armas de la Nación, que me lo entregó el entonces canciller Camilión”.

Creador también de aviones comerciales o de guerra y hasta una bañadera, aquel vehículo que podía transportar mucha gente en paseos, dice que “estoy terminando una réplica del viejo ómnibus Leyland, con los más mínimos detalles, y el coche Torino similar a los que compitieron en Nürburbring en 1969, con la base de un modelo en 3D, y asegura que “vendí muchas cosas que tenía, pero ya no quiero trabajar por plata, sólo por placer de hacerlo, y estar tranquilo”.

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