La pandemia deja en jaque al Viejo Continente, que puede quebrar su estructura supranacional, a partir de la falta de acuerdo para responder a la catástrofe sanitaria.

Luego de varias idas y vueltas, el Brexit se definió a fines del año pasado y, con sólo cuestiones burocráticas por resolver, la Unión Europea se encaminaba en 2020 a transitar una temporada más tranquila. Sin embargo, el Coronavirus cambió los planes, a tal magnitud que el Viejo Continente atraviesa su peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial y la amenaza de una ruptura de la entidad supranacional es cada vez más fuerte, todo en medio de una pandemia que deja un tendal de muertos cada día.

La grieta se evidencia, notoriamente, entre los países del norte y del sur de la estructura, siendo estos últimos los más afectados por la catástrofe sanitaria, especialmente Italia y España, pues llegan al pico de los contagios y se multiplican las víctimas jornada a jornada, mientras sufren una debacle económica de envergadura a partir del parate total al que se vieron obligados para intentar paliar la propagación de la enfermedad.

Del otro lado está, como eje rector, Alemania, que es, a su vez, el motor productivo del continente, y le siguen a la saga otras naciones de menor peso específico pero de relevancia en el plano discursivo en el Parlamento Europeo, como Holanda. Ellos también padecen los avatares de la pandemia, aunque en menor cantidad, cimentada esta cuestión en un mayor plafón financiero para poder costear el presupuesto que se demanda ante la crisis actual.

En ese sentido, salió a la luz la imposibilidad que tienen todos para ponerse de acuerdo y consolidar una estrategia común en pos de erradicar al Coronavirus. ¿Cuál es la palabra mágica? Coronabonos.

Ese mote es el que puede romper definitivamente a la Unión Europea. No lo hizo la crisis del petróleo, cuando apenas empezaba a consolidarse como entidad, allá por principios de los 70'; ni el drama que significó la debacle económica de 2008, con una explosión de la burbuja financiera que hundió a varias de sus piezas. Pero sí lo puede hacer la incapacidad para hallar un punto unificado para darle batalla a una pandemia.

Las dificultades, que ya habían arrancado hace tiempo, con el cierre de fronteras y las respuestas disonantes en todos los países para intentar anular la circulación del virus -cuando ya había hecho estragos, fundamentalmente en el norte de Italia- no se disimularon cuando se reunieron todos los líderes, vía teleconferencia, el jueves pasado: buscaron alternativas y no encontraron un criterio unificado. La opción que se barajó, los Coronabonos, agradaban en el sur, pero no convencían en el norte; y por eso se aplazó todo dos semanas, mientras la propagación continúa. Eso hizo estallar de bronca a muchos en los países más urgidos, lo que puede derivar en la implosión del bloque.

¿Qué son los Coronabonos? Una oportunidad que le permitiría habilitar a los países tomar deuda, a tasas de referencia bajas, y así hacer frente a una emergencia sanitaria de magnitud. Su carácter excepcional posibilita que, en caso de insolvencia posterior, todos los demás salgan al rescate y se evite el colapso del deudor original. Sería un guiño clave para Madrid y Roma, los más perjudicados por la ola de contagios y su consiguiente freno económico, dada la cuarentena generalizada.

Pero Berlín salió al cruce, argumentando que ya hay herramientas específicas dentro de la Unión Europea, con su órgano económico, para dar respuesta a las crisis. Se trata del Mecanismo Europeo de Estabilidad, con un fondo para utilizar en casos de necesidad, y que surgió poco después de la debacle de 2008. El problema de esta opción es que, de pedirlo, el país deudor tiene que regirse por demandas concretas del resto, sus acreedores, unos condicionamientos difíciles de aceptar en medio de la pandemia.

Y así se evidencia el choque narrativo: de un lado, aquellos necesitados de los recursos de forma urgente, que cuestionan de no ser solidarios a los otros, cuando los muertos se multiplican por la enfermedad; y del otro, esos otros, un poco más aliviados en sus finanzas, que cuestionan a aquellos de no saber administrar sus números en época de bonanzas, y por eso, ahora padecen las consecuencias, cuando la crisis aparece.

Ese conflicto propició que los desmanes se esparcieran por distintas ciudades, aunque halló un mayor eco en puntos específicos del centro y sur de Italia, ya de por sí zona euroescéptica, que lanzó criticas al por mayor y hasta quemó banderas de la UE. Ese gesto, que se repitió en varias partes del país y se extendió a España, tiene una lógica: "Nos salvamos nosotros solos, sin Europa".

Frente a ese panorama, hubo maniobras para intentar distender desde la plana política, con la muestra más cabal a partir de la carta firmada por varios países, con la voz cantante de Francia, para buscar destrabar el tema y habilitar los Coronabonos. Pero del otro lado, de momento, no dan el brazo a torcer, aunque hay un campo por recorrer para saber si modifican esa actitud discordante y se muestran más solidarios, como se lo exigen. ¿Por qué razón? China.

El país asiático ganó terreno en Europa con ayuda con material sanitario y expertos que posibilitaron mermar la pandemia del otro lado del mundo. Así fue como brindó herramientas a Italia, en el marco de su vínculo en la nueva Ruta de la Seda. Esa competencia no es bien vista en el Viejo Continente por quien es su motor económico.

Por eso, Alemania, si bien no está convencida de los Coronabonos, porque podrían generarle un inconveniente muy grande a futuro, flexibilizó algunas pautas que insinúan un cambio de parecer: en principio, la Comisión Europea permite romper la barrera del 3 por ciento del déficit de cada país y así se puede gastar en mayor medida para paliar la crisis, situación que ni siquiera ocurrió en 2008; y además se habilita un gran caudal de partidas específicas para material sanitario. Esto último cuenta con un gesto relevante por parte de Alemania, que va más por el plano simbólico: el viaje de aviones hacia Italia para llevarse enfermos, dada la más eficiente estructura de terapia intensiva en el país teutón.

Por lo pronto, aún resta recorrer camino hasta el próximo encuentro de la estructura supranacional, donde los líderes, pantallas de por medio, intentarán encontrar un punto en común y así evitar el desmadre total, con una ruptura después de más de medio siglo de vida. Es que el Coronavirus, además de las vidas que se lleva a diario, podría darle fin a la mismísima Unión Europea.

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