Fue la dirigente que venció a Daniel Ortega en las elecciones de 1990 y lideró el proceso de pacificación tras una década de guerra civil en Nicaragua. Tenía 95 años y vivía en el exilio en Costa Rica.
La expresidenta de Nicaragua, Violeta Barrios de Chamorro, la primera mujer electa por el voto popular para gobernar un país en América Latina, falleció este sábado a los 95 años en San José de Costa Rica, donde residía desde hacía casi dos años.
La noticia fue confirmada por sus hijos Pedro Joaquín, Claudia Lucía, Cristiana y Carlos Fernando, quienes informaron que la exmandataria murió a las 2:21 de la madrugada (5:21 de Argentina), rodeada de su familia, luego de una larga enfermedad.
“Doña Violeta falleció en paz, rodeada del cariño y del amor de sus hijos y de las personas que le brindaron un cuido extraordinario”, señalaron sus hijos en un comunicado.
La ceremonia religiosa se llevará a cabo en la capital costarricense, aunque los restos de la exmandataria descansarán allí solo de forma temporal.
“Sus restos descansarán en San José hasta que Nicaragua vuelva a ser República”, expresaron sus hijos, en una clara alusión al régimen de Daniel Ortega, que los ha perseguido y despojado de su nacionalidad.
Nacida el 18 de octubre de 1929 en Rivas, en el Pacífico sur de Nicaragua, Violeta Barrios Torres, más conocida como Violeta Chamorro, forjó su figura pública en un contexto adverso, marcado por la violencia política y la represión. Su esposo, el periodista Pedro Joaquín Chamorro Cardenal, fue asesinado en 1978 por sicarios vinculados al entonces dictador Anastasio Somoza Debayle, y su muerte fue uno de los detonantes de la revolución sandinista.
Tras la caída de Somoza, ella formó parte de la Junta de Gobierno (1979-1980), pero pronto se distanció del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), decepcionada por sus prácticas autoritarias.
Su consagración llegó en 1990, cuando lideró la coalición Unión Nacional Opositora (UNO), que agrupaba a 14 partidos de diversas tendencias. Contra todo pronóstico, derrotó al sandinista Daniel Ortega con el 54,7 % de los votos.
Así se convirtió en la primera presidenta mujer de Nicaragua y de todo el continente americano elegida democráticamente. Su victoria marcó un giro decisivo para el país centroamericano, aún convaleciente tras una sangrienta guerra civil que había dejado más de 50.000 muertos durante la década de 1980.
Chamorro asumió la presidencia con una misión compleja: unir a una sociedad profundamente polarizada. En sus memorias, “Sueños del corazón”, publicadas en 1997, escribió: “La patria que heredé era una sociedad desgarrada por la división. Podían más los intereses partidarios y personales que los legítimos intereses del pueblo”.
Durante su mandato, que se extendió hasta 1997, apostó por la reconciliación nacional, impulsó la profesionalización de las fuerzas armadas, promovió la recuperación económica y redujo la deuda externa.
El 10 de enero de 1997, entregó el mando a Arnoldo Alemán, quien había sido electo presidente en las elecciones de octubre de 1996 como candidato del Partido Liberal Constitucionalista (PLC). Ese acto marcó un hito democrático en Nicaragua, ya que significó la primera transición de poder civil entre dos presidentes electos democráticamente desde 1929.
Uno de los gestos más simbólicos de su búsqueda de paz se dio en su propio entorno familiar. Chamorro logró mantener unida a su familia a pesar de las profundas diferencias políticas: su hijo mayor, Pedro Joaquín, fue parte de la guerrilla antisandinista conocida como la “Contra”; en tanto, su hijo menor, Carlos Fernando, dirigió hasta 1994 el diario oficialista Barricada. Sus hijas también representaron miradas opuestas: Claudia Lucía fue embajadora del régimen sandinista, mientras que Cristiana defendía desde el diario La Prensa las posturas más críticas al FSLN.
El final de su vida estuvo marcado por la persecución política que sufrió su familia. Luego de sufrir un accidente cerebrovascular en 2018, su salud se deterioró progresivamente. En febrero de 2023, tres de sus hijos -Pedro Joaquín, Cristiana y Carlos Fernando- fueron desterrados y despojados de su nacionalidad por el gobierno de Ortega. La exmandataria también tuvo que ser trasladada a Costa Rica en octubre de ese mismo año, bajo el cuidado de dos de sus hijos y personal médico especializado.
Cristiana Chamorro, en particular, había despertado grandes expectativas como candidata presidencial opositora en 2021, en una elección que finalmente se realizó sin competencia real, debido al encarcelamiento de los principales postulantes. Tal como su madre en 1990, Cristiana aparecía como la figura con mayor capacidad para derrotar a Ortega, pero fue arrestada y posteriormente expulsada del país.
Violeta Chamorro había conocido el exilio ya en 1958, cuando viajó a Costa Rica junto a su esposo. Paradójicamente, murió en la misma tierra que la acogió en aquel entonces, y que volvió a recibirla en sus últimos años. Desde allí, se convirtió en un símbolo de dignidad para amplios sectores de la sociedad nicaragüense, que aún hoy la recuerdan como la mujer que venció al autoritarismo con las armas de la democracia.
Su legado permanece como el de una figura excepcional que, en medio de un país fracturado, eligió la palabra en lugar del fusil, el diálogo en vez del rencor. Su vida y su obra constituyen un testimonio de la posibilidad de reconstruir una nación desde la paz, la tolerancia y el respeto.
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