Chipre vive una verdadera conmoción ante la revelación de un asesino serial de mujeres, un caso que la misma policía local ha descrito como "sin precedentes" en este pequeño país.
La investigación se abrió de forma casual la semana pasada, cuando unos turistas descubrieron un cuerpo en un pozo en una mina abandonada, en el pueblo de Mitsero, a unos 30 kilómetros al oeste de la capital chipriota.
Las autoridades han identificado uno de los cadáveres como el de Mary Rose Tiburcio, mujer de 39 años y origen filipino, cuya desaparición fue denunciada junto a la de su hija Sierra, de 6 años, el pasado mayo de 2018.
El trabajo de la Policía en busca de la menor llevaron al macabro descubrimiento de un segundo cadáver en el mismo lugar. Aunque el cuerpo no ha sido identificado oficialmente, se cree que se trata de otra mujer filipina de 28 años que también se encontraba desaparecida desde el pasado verano.
Ambas mujeres se encontraban en Chipre trabajando como empleadas del hogar. El pasado 18 de abril, un hombre chipriota de 35 años que trabaja como oficial en la Guardia Nacional identificado como Nikos Metaxas, fue detenido como presunto autor de estos femicidios.
Al ser apresado, el sospechoso confesó el asesinato de las dos mujeres y de la niña, aunque el cuerpo de ésta aún no ha sido hallado en el lago donde indicó a la Policía que se había deshecho de él.
Días después, la policía encontró el cadáver de otra mujer, el tercero hasta el momento.
Según informó la fuerza, fue el mismo detenido quien indicó el lugar donde yacía el cuerpo de la mujer, aunque según los medios locales el hombre no recuerda su identidad ni su nacionalidad, tan solo que la asesinó el verano pasado.
Además, Metaxas confesó los últimos dos asesinatos de una lista que no deja de aumentar: una mujer rumana, Livia Florentina Bunea, de 36 años, y su hija de ocho años de edad, ambas desaparecidas desde finales de septiembre de 2016.
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Hasta ahora la Policía ha encontrado sólo esos tres cuerpos mientras continúa la búsqueda de otros cuatro, por lo que las autoridades califican este caso como el de un "asesino en serie" y no descartan que el número de víctimas pueda aumentar.
Debido a la avanzada descomposición del cuerpo, que se encontró dentro de un pozo en un pueblo al oeste de Nicosia, las autoridades no han podido identificar a la mujer, aunque se cree que puede ser de origen nepalí o indio.
Según fuentes policiales, el sospechoso utilizaba una cuenta en una página web de citas para atraer mujeres, principalmente de origen asiático.
La opinión pública ha quedado estupefacta al ir descubriendo detalles de la confesión del presunto femicida serial, quien admitió haber estrangulado a las mujeres mientras mantenía relaciones sexuales con ellas.
"Los casos de asesinato investigados hasta ahora, al menos dos mujeres, y la desaparición de la hija de 6 años de una de las víctimas, ponen a la Policía y la sociedad chipriotas ante una forma de criminalidad sin precedentes para nuestra realidad. Una forma de delinquir cuya extensión es aún prematuro evaluar", dijo hoy ante la prensa el jefe de la Policía chipriota, Zajarias Jrisostomu.
El jefe de la Policía añadió que este tipo de asesinatos en serie no suceden a menudo y, cuando ocurren, suele ser en países muy poblados.
"El shock no ha sido causado sólo por las circunstancias en las que el sospechoso mató a las víctimas -que aún se están investigando-, sino por la apatía, la falta de profesionalidad básica y las actitudes racistas que han mostrado las autoridades", dijo a Efe Anna Prodromu, escritora sobre mujeres en zonas de conflicto.
Prodromu resaltó la importancia de que estos crímenes no son simples asesinatos sino feminicidios "consecuencia de la 'masculinidad tóxica'".
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