Tras la proclamación de la independencia por parte del Ejecutivo local y la posterior aplicación del artículo 155 decretado por el Gobierno central, las cartas ya están echadas. La influencia extranjera en el conflicto. Y la postura de los habitantes del resto de España ante la secesión

En un puñado de horas, y a escasos kilómetros de distancia, primero Cataluña declaró su independencia y después el gobierno central de España avanzó en la aplicación del artículo 155 que lo habilita a desplazar al Ejecutivo de una región autónoma cuando no se atiene a la Constitución Nacional. Desde allí, todo es incertidumbre en un país que observa cómo una de sus partes, de las más ricas, se enfoca en conseguir su soberanía con una fuerza como nunca antes en la historia, algo que, mientras aún se desconoce su destino, ya marca el camino para otros terrenos no sólo de la propia nación ibérica sino de toda Europa.

Desde Madrid se llamó de forma veloz a elecciones pautadas para el 21 de diciembre, certificando una intervención que anula las facultades de Carles Puigdemont, el presidente catalán, y toda su cúpula. Se trata de la primera vez que se da luz verde a un elemento vital de la carta magna, protegiendo los estamentos establecidos en 1978. Pero, justamente por ser su debut, las incógnitas se presentan y las respuestas no surgen a la vista, si hasta Mariano Rajoy, el mandatario español, a sabiendas que no pretendía llegar a esas consecuencias, observando que no había salida aparente, resaltó que se responde con esta decisión a unas ideas “ que pretenden imponer un secuestro inadmisible a los catalanes y el hurto de una parte de su territorio al conjunto de los españoles".

Y si bien desde el espacio en conflicto el propio Puigdemont, en un mensaje institucional y con las banderas de Cataluña y de la zona Euro flameando, salió al cruce rápidamente poniendo en cuestionamiento esa premisa y postulando a una “resistencia pacífica”, el panorama ahora se centra en qué ocurrirá, mostrando en el horizonte la votación planteada para alzar a los reemplazantes.

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Dada esa fecha, a la par de una tensión latente en las calles que se palpa de la mano de unos discursos cada vez más fervientes, se posa el ir y venir político, en el que los dirigentes buscan una válvula de escape para evitar, en teoría, una confrontación mayor.

En ese sentido, con el aval confeccionado en los últimos meses por parte de los movimientos soberanistas, ¿por qué no podría darse, por caso, un triunfo de un representante independentista en las elecciones que derive no sólo en un golpe difícil de digerir para Rajoy sino también en una escalada secesionista que alimente a otras regiones? Allí radicará la pauta de cómo dialoguen los distintos protagonistas, a pocas semanas de los comicios, pues también podría darse el otro escenario, más favorable al gobierno central, con unos resultados que le den la espalda a los catalanes más ensimismados y erijan a otros más livianos, desmoronando la estructura diseñada todo este tiempo.

Argumentos para esto último, hay: el voto en el Parlamento catalán del viernes no contó con la unanimidad preferida y si bien se declaró la independencia con 70 sufragios a favor, hubo un gran caudal de dirigentes que, o gritaron por el no u optaron por retirarse del recinto. Y, a su vez, es cierto que, a la hora del referéndum del 1° de octubre, más allá de los poco más de 2 millones de ciudadanos que eligieron ir por la soberanía, había otros tanto que, sintiéndose catalanes, no acudieron a las urnas a modo de protesta por unos métodos que no consideraron pertinente.

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Ahora bien, justificativos para aquello otro, también hay: a esas personas que dieron el sí a principio de mes se le van agregando, día a día, varios en distintas partes de España que, hastiados de un conflicto que parece no tener fin, si acaso se impulsa una votación a nivel general, le darían vía de salida a Cataluña para que sea independiente.

Por lo pronto, es un tema que se irá develando con el correr de las jornadas, confiando unos y otros, de ambos bandos, en evitar un problema que pase a mayores y termine con violencia, algo que ya dejó marcado el drama en la represión desarrollada en el referéndum.

Aún así, ya es una grieta que abre la puerta a nuevas precipitaciones en un Viejo Continente que vive estas horas con preocupación, ya que mientras los directivos centrales le dan el visto positivo al gobierno español para evitar una salida de su región “en rebeldía”, los movimientos nacionalistas, tendientes a la derecha y cada vez más en auge en distintos países al estar embroncados con la Unión Europea -a la que ven partenaire de otras potencias mundiales-, resaltan el valor de los catalanes para impulsar la independencia.

Vale, para exponer ese criterio, el ejemplo de la Liga Norte en Italia, que sostuvo la semana pasada votaciones para avanzar en la autonomía de Lombardía y Véneto, dos de los espacios más ricos de ese país. Y si bien se desmarcaron del caso catalán, dado que no significa una soberanía total, hubo un triunfo del sí que confirma un viento separatista en plena globalización que genera incertidumbre en todo el continente.

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