Una profesora de danzas de la región, que desarrolla su actividad en la Casa de la Cultura de Laferrere, habló sobre la importancia de la expedición para ayudar a los chicos en el Norte del país. "Fue el primero de muchos viajes más", remarcó.

El corazón solidario late al ritmo de las necesidades de los desposeídos, de los que menos tienen, de aquellos que la cultura pierde con el hambre y la desprotección. Paula Retamozo, una profesora de danza de Lomas del Mirador, que desarrolla su actividad en la Casa de Cultura de Laferrere, en agosto pasado debutó en los viajes solidarios al Impenetrable y quedó marcada a fuego por esa experiencia, que espera repetir.

“Fue el primero y supongo que vendrán muchos más”, señala, y prosigue: “Es impactante las diferentes realidades. Acá tu hijo te pide el último modelo de celular, o una tablet o tenés tu plasma, en cambio allá es todo muy distinto”. Y relata: “Me pasó en una escuela del pueblo Los Blancos. Todos los nenes son wichis, te tocan, te miran pero no podés relacionarte porque hablan en wichi. Entonces, necesitás al maestro bilingüe. Fue fuerte no poder comunicarme con la palabra, cuando es mi principal arma de comunicación”.

Pero había más. “Sacabas fotos y ellos venían a mirarse. Pero el amigo debía decirle que era él o ella, porque no conocen lo que es un espejo y así es que no se reconocen en imágenes. Hay escuelas sin luz ni agua. Las docentes van tres horas antes a dedo a la escuela para ir a buscar los baldes de agua a seis cuadras para hacerles el desayuno y el almuerzo a los chicos. Es mucha impotencia. Una docente de 25 años fue nombrada en febrero y en agosto todavía no había cobrado. Y me decía que debía ir porque los chicos la esperaban. Esto te deja todo tipo enseñanza. Es un encuentro de sensaciones porque te vas con la satisfacción de haber hecho algo pero con la impotencia de que hay más por hacer y muchos miran para otro lado” reflexiona la protagonista.

Viaje

El viaje se realizó con la Fundación “Con el Corazón en Las Manos, Ayudemos a un Niño”, de San Antonio de Padua, presidida por Emilce Giori. “Se hizo en agosto, fuimos 14 personas y dos semis completos con mercadería”, explica Retamozo, quien viajó con otra gente de su taller de danza folklórica: su hijo, Nicolás Olivera, además Rubén Díaz y Candela Rearte.

“Fuimos al Chaco salteño, en donde hay Wichis, Chorotes y criollos. La fundación apadrina a una escuela y es el punto de encuentro con la gente”, revela la vecina de Lomas del Mirador, quien asegura: “Allá trabajamos cinco días y el último lugar a donde llegamos está a 500 kilómetros de la capital de Salta”.

Paula era invadida por sensaciones de todo tipo, pero rescata algunas. “En cada población se sabe la fecha en que vamos. Impacta ver por la ruta la gente caminando hacia la escuela porque saben que viene el camión y cuando llegás ya hay gente esperando, es tremenda la imagen”, subraya la dama, que ya tiene marcado en la agenda a agosto de 2018 para ir a dar un nuevo abrazo solidario.

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