En las estancias era habitual que destinaran una parte de la tierra para camposanto. El humor de los criollos consideraba a ese sector como una quinta que se asignaba al “Ñato”, como denominaban a la calavera porque no tiene nariz. Por eso decían “irse a la quinta del Ñato”, por morirse. De hecho, el primer cementerio de Buenos Aires pertenecía a una huerta de los padres Recoletos, de donde el barrio aún conserva el nombre “Recoleta”. En 1871 a causa de la fiebre amarilla se emplazó el actual cementerio de la Chacarita, en una extensa zona de quintas llamada Chacra de los Colegiales. Con el tiempo se fue perdiendo en el hablar popular la referencia “La quinta del Ñato”. Esta frase quedó en el historial del habla callejera porteña y prácticamente ya no se usa.