Esta frase se remonta a la Edad Media, y con el correr del tiempo fue cambiando de forma. Fue el mote de la familia Pulgar, que pertenecía a la nobleza española en cuyo escudo se leía “El pulgar, quebrar y no doblar”. Luego se popularizó el dicho como “antes quebrar que doblar”.
En el lenguaje gauchesco se conoce el dicho “facón nuevo se quiebra, pero no se dobla”, haciendo referencia al hombre joven que tiene el impulso de luchar hasta el final. Ese sentido fue el que tomó Leandro Alem para usarlo como lema radical, que perdura hasta la actualidad. En 1896, Alem, como fundador del radicalismo, se suicida agobiado por los enfrentamientos que amenazaban con la disolución de su partido.
En su testamento político escribió la famosa frase “que se rompa, pero que no se doble”. La consigna apunta al concepto de que quebrarse es aceptable y digno, pero doblegarse, nunca.