Padre e hijo brillaron con estilos bien diferenciados, uno como guitarrista de Carlos Gardel y el otro, padre de Carmen Barbieri, a través de la música, la actuación y la fotomímica.

Detrás de cada cómico hay un hombre triste y una vida trágica. Todos tenemos algo de Garric y de Chaplin”, reflexionó alguna vez Alfredo Barbieri, referente de Parque Patricios y humorista como pocos. Actor, músico y destacado capocómico de la revista porteña, comparte con su padre Guillermo, el nombre de la plaza que los honra, ubicada a tres cuadras de la cancha de Huracán.

Acaso haya sido su camarín la foto perfecta para otro gran emblema del barrio: Un telegrama plastificado, ‘Te deseo muchos éxitos. Mamá‘, estampas de la madre María y de Jesús, los infaltables banderines del Globo, se cuelan entre la foto de Chaplin dedicada a su padre, aquel notable guitarrista de Carlos Gardel.

También Don Alfredo, como se lo conoció por décadas al padre de la Leona Carmen Barbieri, supo aferrarse a la memoria. Incluso entre sus recuerdos, algunos de los colegas destacaron una instantánea digna del museo de artistas encomiables, rescatadas de los restos que dejó el avión caído en Medellín.

“Tenía 11 años cuando, junto a mi hermana María Ester que me acompañaba, leímos en la pizarra de la sucursal de La Prensa, ubicada en Caseros y Deán Funes, la noticia escrita con tiza de ese accidente. No quisimos creerlo. Pensamos que sería una nota más para promocionar la película ’El día que me quieras’, que iba a estrenarse en esa fecha”, reveló Alfredo en la revista Siete Días, allá por 1975.

Claro que la mirada nostálgica de entonces, también trascendió la desgracia, por otros aspectos más sensibles. “Unos días antes, Tito Lusiardo nos había traído regalos de papá: medias de nylon para mis hermanas, toda una novedad y una bolsa con 100 bolitas de vidrio para mí. Cada vez que lo encuentro a Tito me pregunta lo mismo: Che, pibe, ¿todavía las conservás? De las 100 tengo 99. Nunca jugué con ellas. Mirá, si yo quisiera explotar los documentos y recuerdos que tengo de Gardel, Julio Jorge Nelson tendría que retirarse...”, concluyó el actor intentando realzar la importancia de su padre talentoso.

Acaso por esa entrañable relación, por qué no mágica de padre a hijo, logró ponerlo en igualdad de condiciones en un mismo espacio público, sintetizando dos formas de talento incomparable y un mismo amor hacia el barrio de sus amores.

La guitarra inconfundible de Guillermo, la caracterización de Alfredo emulando al cantor de jazz o creando un binomio inigualable con Don Pelele, explican por qué la frase remanida de pintar la aldea para universalizarse, perdura en el barrio. Perdura, en la gente.

Una historia especial

¿Cómo empezó Alfredo Barbieri su carrera en el espectáculo? El mismo lo explicó orgulloso, a mediados de los setenta.

“Hace más de 30 años, yo ya zapateaba americano. Éramos cinco hermanos, y las dos mayores, Adela y María. Ester, habían acompañado a dúo a Gardel en Silencio. Pero los principios fueron duros, sobre todo porque estábamos acostumbrados a la abundancia de mi padre, y a los seis meses de su muerte tuve que dejar el colegio y ponerme a trabajar. Empecé como ayudante en una carnicería, luego en una verdulería y después fui mensajero en el Correo. Al mismo tiempo tocaba la batería. Me gusta mucho el jazz y todavía mantengo el oído. Ya en el 38 zapateaba americano como Fred Astaire y hacía fonomímica, un género creado por Xavier Ferrer. Toqué en un conjunto de jazz con Washington Bertolín, luego con Barry Moral, Héctor Lomuto y esporádicamente con Oscar Alemán, un gran amigo mío.

En cuanto a la posibilidad de trascender las fronteras, el mismo Alfredo se encargó de demostrar que no era un aspecto que lo develaba. “¿Para qué? He trabajado las 34 temporadas seguidas. Soy el único cómico que estuvo cinco años sin parar en el Maipo y a la semana debuté en El Nacional, donde estuve otros diez ininterrumpidos”.En tren de compartir roles, la dupla que integró con Pelele, cobró tanta admiración como polémicas. El arte, en tal sentido, pudo más que los celos o las diferencias.

“En su sketch con Pelele, las groserías las dice él”, lo espetó un periodista provocándolo.

“Siempre me caractericé por no decirlas. No creo que para ser cómico haya que recurrir a las palabrotas. Sin embargo aplauden más a quien dice más groserías”, asumió.

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