En la calle Pepirí al 400, a tres cuadras del Parque Patricios está Pulpería El Cotorro. Si bien hace seis años que está atendida por los actuales dueños y con ese nombre, hace cerca de un siglo que viene siendo un local gastronómico típico del barrio. Julián Maceo, el Cotorro, y su mujer, Graciela Robles son quienes están al frente y atienden el lugar. Ella trabajaba en una óptica, pero tenía muchas ganas de tener un emprendimiento. El fue músico, futbolista, actor, vendedor de medias... y terminó en la gastronomía. ¿Cuáles son las particularidades del lugar? Que trata de rescatar nuestra historia a través del decorado, que tiene comidas caseras y que en la puerta cuenta con ingeniosos carteles con mensajes sociales escritos por el dueño, el Cotorro.
¿Cómo surgió El Cotorro? Graciela, una de las propietarias, recordó: “Conocí al dueño de este bodegón. Aníbal, un señor de unos 78 años que estaba cansado y con ganas de cerrar el negocio. Todo estaba armado para que se diera y en una semana lo decidimos. Arrancamos con lo básico y lo seguro. A los dos nos gusta cocinar. La comida es casera”. Y agregó una anécdota: “El primer día un cliente pidió empanadas y nos pidió tres empanadas de carne. Las chicas de la cocina le habían hecho el mismo repulgue a las de carne y a las de pollo. Julián salió con una gran bandeja y le dijo: ‘Mirá en esta bandeja algunas de carne debe haber’. El cliente se rió mucho y aún hoy recordamos la anécdota. De los errores se aprende...”.
Con el frío salen mucho los locros y los guisos. Tienen empanadas y tamales tucumanos, y comidas típicas de bodegón con algunos agregados. Por ejemplo, la Milanesa Escondida, que está envuelta en una masa, con jamón, queso, tomate, cebolla. También la Milanesa Endemoñada, que sale con salsa, muzzarella, aceitunas negras y una carnecita condimentada con hierbas. El Nido de Cotorro: en una cazuela de barro, papas bastón, muzzarella gratinada, cordero voladora, una carne especial allí preparan, aceitunas verdes y huevo frito arriba. “Es la madre de todas las bombas”, dice el Cotorro. También son un éxito Los Simonkis: una pasta estilo sorrentino, rellena con la carne “que es nuestro caballito de batalla”, condimentada con hierbas y muzzarella. El pastel de papá también es un clásico, que una vez a la semana es el plato del día.
El Cotorro Maceo también relató la historia de su pulpería al señalar: “Hace unos seis años que estamos acá en la pulpería. La idea era poner un café literario, con tortas y libros. Teníamos el sueño de poner un bar, que al final se transformó en La Pulpería del Cotorro. La idea, más allá de lo gastronómico, fue recuperar los espacios porteños y mundiales, ¿por qué no?. A veces en Buenos Aires tenés un bar típico de antaño y porque se raja un poquito la pared lo cierran y te meten un supermercado chino. Así se pierde un poco la historia de un pueblo. Esto estaba prácticamente destruido porque estaba siendo manejado por un señor a punto de retirarse del ámbito gastronómico. Cuando lo agarramos estaba complicado levantar al bar, pero seguía viniendo gente”.