Me llamo Lola. No hay ninguna foto mía de cuando llegué a este mundo, hace 19 meses. Recuerdo que fue complicado, porque mi mamá Jésica estaba sola en casa, encerrada en un cuartito de nuestra casita de Berazategui y se sentía mal. Obvio que yo sabía que la cosa no pintaba bien. Ahí adentro, una sabe todo de su mamá. Aparte, ella me hablaba siempre. Hermosa su voz. ¿Saben? Me cantaba cuando no había nadie. Porque tenía miedo mi mamá, no sé bien de qué. Pero seguro era bravo el tema. Ahora, cuando me cantaba se tranquilizaba.
Tengo que decir que me encantaba, también, escuchar las voces de mis hermanitos. Son tres. Se llaman Franco, Demián y Nahiara. Somos dos nenas y dos varones. Las ganas que tengo de abrazarlos y jugar con ellos. Son re quilomberos, porque en la panza escuchaba como gritaban y se peleaban. Lo que más me gustaba era cuando reían a carcajadas.
Pero cuando salí, fue todo raro, porque nadie me recibió. Me asusté mucho, porque me dolía mi cabecita. Y yo que estaba tan bien. Por fin la vi a mi mamá, pero estaba tirada en el piso, dormidita, y yo cerquita sin poder hacer mucho. Menos mal que apareció una vecina, justito, y llamó una ambulancia.
Horas después, pude verle la carita a mi mamá por segunda vez. Nos habían llevado al Hospital Evita de Berazategui. Yo andaba preocupada, porque me habían metido en una incubadora, lejos de ella. Lloraba y lloraba, pero no pasaba nada, no venía. Por suerte, una señora me llevó un ratito donde estaba ella, acostada en una cama. Tenía algo en una muñeca, de metal. Esposas, eso. Y había policías. Esa vez pude ver bien sus ojos, grandes, bellos. Y su pelo. Pufff. Me gustaría mucho tener su pelo cuando sea grande. No estuve mucho tiempo, pero me dio un beso en mi manito. Me dijo que me amaba. Yo sabía eso de antes. La vi llorando un poquito.
Me tuvieron unos diez días ahí. Hasta que me curé del todo. No vi más a mi mamá, pero a cada rato se asomaban mis familiares a verme y visitarme. La abuela Marcela, mis tías Paola y Sofía. Un montón de gente. Se veía que me querían mucho, aparte me lo decían. Algo escuchaba yo de lo que charlaban. Y logré enganchar que a mi mamá se la habían llevado a la cárcel. No sé qué es eso, pero suena horrible. Todo el mundo hablando de una señora de la justicia, que le pareció que mi mamá hizo algo malo conmigo. No sabe nada. Yo la escuché a mi mamá nueves meses. Sé otras cositas, la verdad, pero no me voy a poner a contarles por acá. Es entre ella y yo.
La cuestión es que un día vino un montón de gente al hospital. Justo no estaba mi abuela, ni nadie que yo conociera. Bueno, las enfermeras sí las conocía. Lloraban ellas. Estaban quietitas. Me miraban con los ojitos llenos de lágrimas. Yo buscaba desesperada a mi abuelita Marcela, pero los vivos aprovecharon cuando ella no estaba. Entonces me llevaron. Tampoco puedo contarles dónde me tienen. Ni yo sé muy bien dónde estoy.
No hay momento en que no piense en mi mami, en mis hermanitos, mi abuela y tías. Quiero estar con ellos. Estoy grande, ya camino y hablo bastante. Trato de no estar triste, y espero el momento en que me vengan a buscar.
Por ahí, alguno de ustedes, conoce a esta gente, y los pueden convencer de que mi lugar está con mi familia.
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