Se sintió a gusto el Presidente en el acto peronista que le organizaron el 1º de Mayo, y completó el viernes con la inauguración del Metrobus en terreno hostil y frente a una rival directa. Cristina alienta su operativo clamor.

Tiene una ventaja Cambiemos además del hecho de ser gobierno: mientras la oposición se debate entre las internas descarnadas y el desconcierto, ha podido tomar la delantera con la campaña. Cuenta para ello con los pros de estar gobernando; también con las contras. Entre los primeros, mostrar la gestión, exhibir obras y hacer anuncios; la contraparte es cargar con una economía que no muestra aún signos vitales.

Arrancó bien la semana el gobierno, que se dio dos gustos grandes el 1º de Mayo: el sindicalismo, que había realizado hacía menos de un mes un paro general contundente, volvió a exhibir sus profundas divisiones; y el Presidente terminó siendo la figura central de la jornada, con el acto que le organizó el “MomoVenegas. Incluso la CGT realizó un pálido evento en el que solo habló uno de los tres integrantes de su conducción, otro llegó tarde y el tercero ni fue. En su discurso, Juan Carlos Schmid fue duro con el gobierno, más no terminante; no mencionó a Mauricio Macri y quedó claro que no habrá beligerancia sindical de parte de esa central al menos hasta las elecciones. Para después habrá que esperar cambios y el gobierno vería con buenos ojos una conducción centralizada en una sola figura.

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En su discurso en Ferro, el Presidente no tuvo las mismas contemplaciones. Fueron muchos los que pudieron sentirse aludidos cuando volvió a advertir contra los “comportamientos mafiosos” y ni qué decir cuando tiró un “no va más” para “la ventajita y la patota”. Y citó a Perón, claro. No debería sorprender tanto del líder del PRO, un partido conformado mayoritariamente por radicales y peronistas. Los que se incomodaron viendo al Presidente y a todo su Gabinete delante de una pantalla gigante con la leyenda “El Peronismo en Cambiemos”, deberían recordar que cuando en 2002 Eduardo Duhalde buscaba afanosamente un candidato presidencial para oponer a Carlos Menem, pensó en Macri, pero el entonces presidente de Boca no quiso aceptar por carecer de estructura. Duhalde se inclinó entonces por Néstor Kirchner.

Lo que hoy disfruta el gobierno es haber recuperado el control de la agenda. Tiene claro también otra cosa a partir de la sucesión de marchas en contra del mes de marzo, la movilización a favor del 1º de abril y el desarme de un piquete en la Panamericana el día del paro: recuperar la calle es clave. Un tema que era soslayado hasta ahora por el macrismo, tan pendiente de las redes sociales, pero en donde está cambiando de parecer. Hace bien. Existe un caso reciente y revelador: cuando después del 54% Cristina Kirchner rompió con Hugo Moyano, sabía que corría el riesgo de perder la calle, pero no le importó. Desde entonces no volvió a ganar una elección.

El manejo de la agenda es lo que llevó a Macri coquetear con la idea de un segundo mandato. No es la primera vez que lo hace públicamente, pero en las anteriores fue más vago y forzado por las preguntas de las entrevistas; esta vez fue el presidente quien de manera deliberada sacó el tema de un “próximo mandato”. Fue un mensaje a los inversores, que dudan por lo que pueda pasar en las legislativas, y Mauricio Macri les aclara que no deben preocuparse, pues él ya está pensando en su segundo mandato.

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Quien recuperó centralidad fue la ex presidenta Cristina Kirchner, metida de lleno en el armado electoral, para beneplácito oficial. Se reunió en la semana con una veintena de intendentes que habían concurrido a la casa de Juan Cabandié pensando que hablarían con Máximo y se encontraron con la ex mandataria, que previsiblemente les bajó línea, pero también escuchó. Esa noche Cristina no dio precisiones sobre su futuro electoral, aunque a sus interlocutores les quedó la sensación de que no se imaginaba compitiendo. Sobre todo por sugerir que no es determinante ni definitivo lo que pase en estas legislativas. Los intendentes, a los que concedió libertad para el armado de las listas distritales, se fueron convencidos de que Cristina está pensando en 2019, más que en octubre próximo.

En rigor, era la convicción que venía creciendo en los últimos tiempos, instalada a partir de declaraciones de Axel Kicillof, a fines de marzo pasado, en las que sugirió que Cristina no debe ser candidata, porque su postulación sería funcional al gobierno, y que por el contrario estas elecciones de medio término deben representar un “plebiscito” para la gestión macrista. El círculo pareció cerrarse cuando la ex presidenta habló en SADOP y deslizó que no le interesa ser candidata. ¿Por qué persisten las dudas entonces? Porque no sería Cristina si tan anticipadamente ella dejara cerrado el tema de una eventual candidatura. Alargará una definición hasta el mismísimo 24 de junio -fecha del cierre de listas-, lo más tarde que pueda.

De hecho, al día siguiente de ese acto voceros calificados del kirchnerismo, como Juan Cabandié y María Teresa García relativizaron una definición tajante de la ex presidenta en ese tema. “Cristina no se excluye de la próxima elección; lo niego rotundamente”, señaló el dueño de casa del encuentro con los intendentes, mientras que la secretaria Parlamentaria del bloque K en Diputados aseguraba que su líder ‘no fue taxativa, no creo que la decisión final esté tomada’.

El misterio es un activo con el que suele jugar la ex presidenta, y muchos especulan con que su negativa del jueves apunte a generar una suerte de operativo clamor. De hecho, su virtual vocero Oscar Parrilli dejó las puertas abiertas al señalar que ‘en su momento definirá’.

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Lo cierto es que la presencia de CFK condiciona todo el cuadro electoral. El gobierno sigue pensando que sería la situación perfecta tenerla compitiendo, para polarizar al máximo e invisibilizar al resto en consecuencia. De más está decir que las chances de Sergio Massa se reducen sensiblemente en ese caso, si bien en el Frente Renovador no se cansan de repetir que fue el tigrense quien la venció en 2013. Pero la avenida del medio volvería ensancharse si se confirmara que Cristina no participa.

Voceros massistas hablan de un escenario de “tres tercios”, similar al de 2015, en el que admiten la posibilidad de ser terceros, aunque apuestan a una paridad manifiesta que los mantenga competitivos. Tienen un dilema sobre cómo repartir las candidaturas y si Massa participa o no. Margarita Stolbizer será candidata al Senado; Massa podría serlo para la Cámara baja y a diferencia de su socia tendría garantizado ser electo. Pero en la semana se escuchó la posibilidad de que en el lanzamiento conjunto que harán ambos el 25 de mayo se presenten como una fórmula, como una suerte de anticipo de la dupla presidencial para 2019. Toda la carne en el asador para estas elecciones, reforzando la apuesta para el Senado, no dejaría de ser una jugada audaz, riesgosa, pero sumamente competitiva.

Obviamente en el gobierno tienen muy en cuenta que la posibilidad de que CFK no compita es muy cierta. En ese caso, afirman, no les cambia demasiado la ecuación -si bien admiten que en ese caso el factor Massa ya no se diluiría-, pero confían en que la presencia de la ex mandataria en el armado de las listas y la campaña en sí, alcanzaría para abonar la polarización. La presencia de Florencio Randazzo no los inquieta demasiado: si compite por afuera, le restaría votos a la lista oficial del PJ; si va a internas, como insiste en reclamar, lo imaginan perdiendo y en ese caso debería integrarse a la lista ganadora, mal negocio para él.

En una nómina oficial del FpV sin Cristina, imaginan al frente a Daniel Scioli y Verónica Magario, juntos o encabezando para ambas cámaras. Al primero lo confrontará María Eugenia Vidal, repitiendo cada vez que pueda cómo encontró la Provincia, si es que no se aceleran las causas en la justicia; con la de intendenta de La Matanza ya hubo una muestra de lo que puede ser la campaña este viernes con la zaga del Metrobus, y en ese caso los candidatos de Cambiemos se sentirían a gusto, convencidos de que el primer round ya se libró el viernes pasado y les fue bien.

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