La pérdida de valores que azota a Occidente se manifiesta con la banalización de la política. Sin preparación en manejo del Estado pero con popularidad, cualquiera puede llegar a gobernar un país. El ejemplo de Ucrania.

Desde hace mucho tiempo, Occidente se ha convertido en punto geográfico virtualmente despojado de los valores cristianos que lo caracterizaron.

Particularmente en Norteamérica y la Unión Europea, la promoción de la familia y el respeto por la vida desde la concepción, han sido reemplazados por la ideología de género y el aborto.

En materia de la salud, los gobiernos "progresistas" y "creadores de derechos" no sólo liberaron el consumo de drogas "recreativas" como la marihuana -que destruye los cerebros-, ni siquiera recomiendan abstenerse de usarlas. Tampoco penalizan el uso de cocaína y de todo tipo de opiáceos.

Un caso paradigmático de la mediocridad de la dirigencia política europea es Países Bajos. Fueron pioneros en la despenalización del consumo de drogas en su territorio. Esa condición fue uno de los "valores" que servían hasta para promover el turismo. Pero tras décadas de descontrol esa nación está pagando las consecuencias de sus errores estratégicos. Desde el año pasado, la princesa Amalia debe estudiar encerrada en palacio, debido a las amenazas de las mafias de narcotraficantes que operan en el país.

Un panorama similar se observa en casi todos los países de la Unión Europea, donde el consumo de drogas afecta gravemente la salud pública y la seguridad.

Basada en valores, la comunidad islámica crece en Europa

Con una "generosidad" obligada por su pasado colonial, varios miembros de la Unión Europea debieron "abrir sus brazos" a la ciudadanos de países donde el Islam es la religión mayoritaria.

Esos inmigrantes no dejaron sus creencias en los países de origen. Por eso, las comunidades musulmanas del Viejo Continente no paran de crecer en número e influencia cultural y polìtica.

En el Reino Unido ya hay más mezquitas que iglesias anglicanas. Y los alcaldes musulmanes suman unos 140. Y más de cuatro millones de británicos siguen los preceptos del Islam.

En Francia las familias que creen en el Islam tienen cinco o mas hijos. Los matrimonios franceses -que valoran su individualismo, la ideología de género y el control de la natalidad con el fin permitir su realización personal- dan a luz un niño. El tema ya preocupa al presidente Emmanuel Macron quien está pensando en beneficios para las parejas de etnia gala que decidan tener más hijos. En 2023, Francia tuvo la tasa de natalidad más baja desde 1946. Y mientras la tasa de fecundidad promedio es de 1,6 niños por mujer, las de religión islámica que habitan el suelo galo suben esa cifra a cinco. Unos 6 millones de franceses ya son musulmanes y crecen en familias numerosas.

La popularidad por encima de la capacidad

Otra de las características de Occidente es la entronización del marketing. Y esa postura también es válida para la política, donde con solo contar con un alto nivel de conocimiento y una gran presencia en redes sociales se puede ganar elección presidencial.

Descreídos de los políticos tradicionales, muchas sociedades recurren a outsiders, a personas -o personajes- que no vienen de la política tradicional y que logran popularidad basados en un gran histrionismo y una amplia presencia en medios y redes sociales.

La guerra entre Rusia y Ucrania: ejemplo del choque de valores

Las situaciones extremas sirven para demostrar el grado de preparación técnica y moral de las personas y, sobre todo de las naciones.

Desde el comienzo de la denominada -por Rusia- "operación militar especial" en Ucrania quedó claro los valores que se enfrentaban en el campo de batalla.

Desde el minuto uno, Rusia explicó que la urgencia de su intervención armada era para defender a las comunidades rusoparlantes de la República Popular de Donetsk y de Lugansk (Donbass) de los ataques de Kiev, pese a los Acuerdos de Minsk firmados en 2014 por los que debía llegar a la paz definitiva en esa región.

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Además, el 9 de febrero pasado -durante una entrevista realizada por el periodista estadounidense Tucker Carlson-, el presidente Vladimir Putin señaló que otro de los objetivos de la intervención era la desnazificación, la prohibición de todo tipo de movimientos neonazis que operan en Ucrania, donde, explicó, fueron entronizados los "falsos héroes que colaboraron con Hitler".

En cuanto a la "desnazificación", Putin explicó que a principios del siglo XIX, cuando aparecieron los teóricos de la independencia y la soberanía de Ucrania, partían del hecho de que una Ucrania independiente debería tener con Rusia unas relaciones buenas y amistosas, pero debido al desarrollo histórico y a que estos territorios durante mucho tiempo formaron parte de la Mancomunidad Polaco-Lituana, el pueblo se enfrentó a la cuestión de encontrar una identidad.

"Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, parte de esta élite extremadamente nacionalista empezó a cooperar con Hitler, creyendo que éste les traería la libertad. Las tropas alemanas, incluso las tropas de las SS, delegaron a los colaboradores que cooperaron con Hitler el trabajo más sucio de exterminio de la población polaca y la población judía", continuó Putin.

Como queda claro, Rusia manifestó que tenía objetivos basados en valores como la defensa de la vida, de la cultura y de la nacionalidad.

Por su parte, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, siempre se mostró como víctima de una "invasión" y como el defensor de los valores de Occidente, sin contestar las acusaciones directas de Moscú sobre su condición de pro-nazi, ni sobre los ataques a los habitantes de la región del Donbass, ni de estar peleando una guerra proxy en contra de Rusia a pedido de Estados Unidos, el Reino Unido y el resto de los miembros de la OTAN:

En cada declaración y entrevista, Zelensky evidenció su superficialidad y un discurso en el que intentó mostrarse como el "muchacho bueno" de la película, "víctima" de un villano -del mismo filme con libreto escrito por Occidente- que personifica Putin.

Tras más de dos años de combate, el presidente de Ucrania no solo está cansando a su propio pueblo, al que impuso un costo extraordinario -sobre todo en vidas-, sino también a los líderes de "mundo libre" que ya le dieron decenas de miles de millones de dólares en armas, municiones y financiación y que, además, le aplicaron unos trece paquetes de sanciones a Rusia, cuyas consecuencias han afectado más a Occidente -sobre todo a Alemania- que a Moscú.

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Un bailarín para la Presidencia

Frente al desastre en el que se encuentra Ucrania y su atribulado pueblo -cuyo derecho a votar también ha sido conculcado y no puede elegir nuevo Gobierno-, resulta necesario trazar un perfil del responsable de esa dramática situación: el presidente (mandato prorrogado por ley marcial desde marzo pasado ) Volodimir Zelenski.

Zelenski es un abogado, comediante y bailarín que llegó al poder gracias a su popularidad mediática. En 2006, ganó el reality "Bailando por un sueño". Tras lograr un alto nivel de reconocimiento e imagen, en 2015, armó su propia productora de TV y creó la miniserie "El Servidor del Pueblo", que tuvo cuatro temporadas (ver trailler al final de esta columna).

Con una imagen positiva altísima y frente al descrédito de la "casta" política ucraniana, Zelenski fundó en 2018 su propio partido al que llamó como la miniserie: "El Servidor del Pueblo". Es decir, el personaje se hizo real.

Su partido no tuvo nunca plataforma electoral. Recién creado y sin historia, el único sustento de la agrupación era la popularidad, la discusión en redes sociales. La gente querìa alguien "distinto" que los rescatara de la crisis que padecía.

Cuando al candidato Zelenski le preguntaban por su programa de gobierno, solo respondía que legalizaría el juego por dinero, el aborto y la prostitución. Esos eran sus "valores".

Dicen que "uno es lo que hace y hace lo que es". Y el nobel político y experimentado productor de contenidos de ficción escribió, produjo y realizó -con ayuda de "Hollywood"- la miniserie "A la guerra contra Rusia".

Claro está que no se trata de una producción televisiva. Tampoco el guion contó que antes de la "invasión" rusa hubo una continua agresión sangrienta -perpetrada por agrupaciones nazis- contra los habitantes de la región del Donbass por casi 8 años y que fueron ignorados los reclamos para que cesaran los ataques contra esas personas, hechos por Moscú en todos los organismos internacionales pertinentes.

En Ucrania hay una guerra de verdad en la que no hay efectos especiales. Los disparos, las bombas, los misiles, son reales.

Y lo más grave es que en "A la guerra con Rusia", no hay extras. Los soldados son reales. Los civiles no actúan, sufren de verdad. La inmensa mayoría son ciudadanos ucranianos que vienen muriendo o siendo mutilados por cientos de miles.

Perdón por el spoiler, pero en el guion de esta "miniserie", los villanos rusos pierden todas las batallas. El gran patriota Volodimir Zelenski vence al agresor con el apoyo de todo su pueblo (Aclaración: en el libreto no se menciona la corrupción de las cúpulas militares y políticas de Ucrania que venden parte de las armas que reciben a mafias extranjeras y cobran a quienes les eximen del reclutamiento militar).

Pero en la guerra real, que ya lleva dos años y dos meses, está ganando Rusia. Además, su economía crece continuamente. El líder de los "villanos" (Putin) gana las elecciones con un apoyo extraordinario mientras que el "héroe" ucraniano cancela las elecciones y crece el descontento de su pueblo.

Frente a este ejemplo, cabe preguntarse cuál debe ser el modelo político a seguir en otros países: el de Rusia, que manda a sus bailarines al Bolshoi o el de Ucrania, que los lleva a la Presidencia.

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