En el principio, todo era bombo,
Perón, Néstor y Cristina. Todo era banderas: Miles, Movimiento Evita, UOCRA, Octubres, Descamisados, MUP. Y
La Cámpora, ausente. Todo era euforia, palmas, abrazos, besos, somos todos compañeros.
Cumbia, reggeaton, Agapornis, Karina "La princesita".
Un hombre mayor que parece recién llegado de correr, con pantalones cortos, musculosa y vincha alza sus brazos y despliega un cartel:
"El amor le ganó al odio".
En el principio, no hubo tiempo para especular con el horario en que el protagonista,
Daniel Scioli, se asomaría al escenario del
Luna Park:
simplemente, irrumpió.
Tampoco en esta oportunidad hubo canción para Scioli. Ni siquiera el "himno" que le escribió su amigo Ricardo Montaner se escuchó completo. Sí se pudo oír "Resistiré", ni bien el candidato del FPV terminó su discurso.
Dos horas después, las sonrisas mutaron en muecas, el desconcierto le ganó a la euforia y hasta los hombres de negro y micrófono-vincha cuchicheaban sobre lo impensado.
La monstruosa ola naranja era ahora apenas una ondita que se escabullía por los pasillos del Luna, miles de gotas que se esparcían puertas afuera, por el Bajo porteño. Cabezas gachas, como las de los hinchas que se retiran de un estadio después de una derrota impensada... y de local.
En el final, un hombre apoya sus codos sobre una baranda tapada con una bandera y deja caer la cabeza entre sus manos. Una mujer se da vuelta para observar las caras de sus compañeros cuando cantan, gritan, la marcha peronista.
Y llora. Otro hombre le pasa el brazo por los hombros a otra mujer y ésta hace lo propio por la cintura de él. Miran, con vista panorámica, lo mismo que la primera.
¿Lloran? Tal vez.
En el final, la chica del saquito naranja debe haberse encontrado con la persona que la buscaba. En el final, casi nada era naranja.
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