El politólogo Gustavo Marangoni analiza la situación de las dos principales alianzas (Unión por la Patria y Juntos por el Cambio) de cara a las PASO.

Las coaliciones se estiran, se rajan, se doblan, se arrugan, se rebautizan y se manchan…pero no se rompen. Juntos por el Cambio y la reencarnación oficialista Unión por la Patria dudan de todo, pero tienen hasta aquí una certeza: unidos pueden ganar o perder, pero separados la derrota es segura. Y nadie quiere quedar como el artífice del divorcio, aún a costa de estirar una mala convivencia plagada de infidelidades. Al fin y al cabo, peor es perder.

El miedo a la derrota es el antídoto para casi todos los males. De allí que, de no mediar decisiones inesperadas, el panperonismo iría por vez primera desde la vigencia de las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), a la competencia en el tramo presidencial.

Con Daniel Scioli como principal desafiante a la alianza del kirchnerismo y el Frente Renovador que aún no ha explicitado su candidato empieza a tomar forma una interna que solo registra un lejano antecedente en la disputa entre Carlos Menem y Antonio Cafiero en 1988. Solo para que conste en actas, señalamos que más de la mitad de los argentinos que votarán este año no habían nacido en ese acontecimiento único y casi pre-histórico.

Además: Daniel Scioli es precandidato presidencial por "Unidos Triunfaremos"

Algunos escépticos quieren esperar al próximo sábado para no "comerse el amague". El derecho a la duda debe respetarse, aunque se presenta difícil retroceder en el camino que se ha abierto en los últimos días.

Mas allá de las declaraciones sobre las ventajas de la unidad y los peligros apocalípticos de una confrontación que proclaman desde el Instituto Patria los fieles a Cristina y desde Tigre los seguidores de Sergio Massa, quizás existan cálculos sobre posibles beneficios de sumar la noche del 13 de agosto los votos que puedan aportar al espacio los rebeldes de hoy.

De todos modos, tampoco parece ser la intención facilitarle demasiado los trámites a quienes se quieran anotar. Si en la compra de cualquier electrodoméstico hay que tomar la precaución de leer la letra chica, mucho más esmero hay que dedicar a las reglas del juego del poder. Aunque el resultado parezca a priori cantado los previsores siempre quieren evitar sorpresas o cisnes negros (o naranjas en este caso).

De tal manera, si en un equipo el problema es la abundancia de pretendientes de peso para los siempre escasos cargos vacantes en el otro la dificultad pasará por encontrar los jugadores de jerarquía para todos los puestos. Claro que, para confirmar que en todos lados se cuecen habas, en Juntos por el Cambio cortaron clavos hasta el final con el (hasta aquí) fallido intento de sumar al gobernador de Córdoba, en un frente de frentes.

El ex presidente Macri no se muestra prescindente en el rechazo a los proyectos de Horacio Rodríguez Larreta y estrecha filas con Patricia Bullrich para cerrarle el paso a Schiaretti. Resulta evidente que el ingeniero, como predicaba Vito Corleone en la película El padrino, no lo hace motivado por cuestiones personales sino solo por negocios.

Por fuera de las fronteras del PRO restan despejar algunas incógnitas: ¿Qué harán los radicales? ¿Mantendrán sus candidaturas Miguel Ángel Pichetto y Elisa Carrió? ¿Quiénes serán los vices? Faltando tan pocos días se presenta como recomendable ejercitar la paciencia para consumir mercadería en mal estado.

Quien también ha empezado a padecer dificultades es el líder libertario Javier Milei. Hasta aquí gozó de un ascenso en las encuestas que le valió el calificativo de fenómeno. Pero los resultados de las elecciones provinciales sumados a los ruidos de ex aliados y heridos muestran un primer síntoma de fatiga.

¿Será crisis de crecimiento o estancamiento? Desde ahora hasta las PASO se verá si puede seguir avanzando con las regalías de sus dos hits principales -casta y dolarización- o requerirá de una mayor organización para respaldar su figura.

En el mapa político la izquierda se presenta como más rezagada. Después de la buena elección en el 2021, con un esperanzador 8% a nivel nacional, parecen no encontrar el mensaje adecuado. Sus invectivas contra el avance de la derecha los devuelve al discurso endogámico de otras épocas. La música de fondo a los ruidos políticos son las señales contradictorias de la economía.

La inflación apenas bajo unas décimas respecto del mes anterior, pero sigue en niveles extravagantes lo que no impide que la actividad todavía se sostenga y que quienes invierten acciones obtengan ganancias en dólares que no se compatibilizan con la de un país que raspa el fondo de la lata y recorre el mundo buscando divisas para reponer en la alcancía del Banco Central.

Mientras se esperan la resolución del Fondo Monetario respecto del adelanto de desembolsos que serán utilizados para pagarle al mismo Fondo Monetario el verde norteamericano rima con el verde yaguareté que adorna los billetes argentinos.

El 500 a 1 del 2023 constituye la evidencia incontrastable de como a la dirigencia de los últimos veintidós años se le escapó la tortuga desde la implosión de la convertibilidad. El siglo XXI encontró a las fuerzas partidarias políticamente unidas y dominadas económicamente por la inestabilidad y el estancamiento. Una variante antipática de la profecía de Juan Perón.

Gustavo Marangoni es politólogo

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