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El partido terminó en una igualdad sin goles que no le sirve a un Decano que quiere volver a protagonizar los destinos de la Zona A de la Primera Nacional.
Quilmes tuvo el peor partido desde que Sergio Rondina asumió la dirección técnica del Cervecero, pero en su visita a Sarandí se volvió al menos con un punto. Ante Arsenal, el equipo fue de menos a más, pero terminó con pocos argumentos ante un rival en franca decadencia. "Tenemos que seguir trabajando, buscándole la vuelta al equipo, al sistema y a los nombres, hasta que salga. El compromiso está, las ganas están, pero no nos alcanza con eso", aseguró el entrenador del Decano.
Fue un partido trabado, flojo desde el juego y con pocas ideas. El local buscó no perder para cortar la sangría que lo viene tirando abajo en la tabla de posiciones y dejó en manos de Quilmes todo el partido. En el inicio, el equipo de Rondina no acusó recibo y, recién sobre el final, comenzó a monopolizar las acciones, pero siempre a partir de caminos infructuoso y estériles. La producción de jugadores clave como Ramiro Luna o Lautaro Parissi fue baja y lo terminó sufriendo el equipo todo.
"Hay cosas para las que los chicos les falta esa rebeldía a veces. No todo tiene que ser a rajatabla. Hay cosas que se tienen que resolver en el campo de juego. Uno espera cuarenta y cinco minutos para marcar las cosas", afirmó el DT tras el empate.
El entrenador del Cervecero se tomó un minuto para relatar como vio el partido desde su perspectiva, y expresó: "Reitero que el partido fue malo, muy malo. El primer tiempo fue feo, mal jugado. Me quedo con muchas cosas del segundo tiempo, con saber que el peso del partido, la responsabilidad, la teníamos que asumir nosotros e intentar desde juego ganarlo".
Además, remarcó: "El equipo lo intentó. En el segundo tiempo no fueron tantos pelotazos, nos juntamos, intentamos jugar de otra manera, y por momentos lo hicimos. Nos faltó en los últimos 20 metros. Tuvimos muy pocas chances de gol".
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