El intérprete adelanta que no se verá a un héroe de barro sino a una persona íntegra y completamente jugada hacia la revolución, pero con dudas, dolores y problemas familiares
Por LULY VITCOP
Primera escena. Setiembre de 1812. Manuel Belgrano pierde la batalla en el Alto Perú y toma el camino de regreso. Baja por lo que hoy es Bolivia, continúa por la provincia de Jujuy, cuyos habitantes siguen a Belgrano, abandonan sus hogares y arrasan con las tierras para que el ejército realista no pueda aprovisionarse. Este hecho histórico se conoció como El Exodo Jujeño. Recién en Tucumán, Belgrano vence a los realistas en la batalla de Tucumán. El triunfo merece una gran fiesta y la misma ocurre en la casa de la familia terrateniente Helguero. El diálogo entre el prócer de la Revolución de Mayo y el aristócrata es el gran disparador de los sentimientos encontrados de la gesta independentista.
(Gobernador de la provincia de Tucumán, Daniel Bonfigli) -General, la verdad que me imaginaba que un verdadero triunfador como usted iba a celebrar con más alegría el triunfo.
(Belgrano, Pablo Rago) -Tengo una mala costumbre, una manía incómoda. No me puedo poner contento porque no sé qué celebramos. ¿Qué estamos celebrando?
(María Josefa Ezcurra, una de las dos amantes de Belgrano, Valeria Bertucelli) -General, ya le dije que termine con esas preguntas. Discúlpenme, yo que puedo me voy. Me siento incómoda.
(Comerciante, Mario Alarcón) -Estamos celebrando su triunfo aquí, en Tucumán. El éxodo ha sido todo un éxito. Logró que un pueblo abandone sus hogares, sus tierras, para que los realistas encuentren el campo arrasado. Lo estamos celebrando a usted, General. Se necesita mucho genio para mover a gente lenta.
(Belgrano) -Debemos conocer gente distinta. A mí no me parecieron para nada lentos cuando mataban a los realistas para que ustedes puedan seguir comerciando. Aunque sí le reconozco que se tomaron su tiempo para enterrar a su gente.
(Gobernador) -La libertad cuesta.
(Belgrano le pregunta al comerciante) -¿Cuánto cuesta la libertad?
(Comerciante, muy locuaz) -Cuesta vidas. Es cara la libertad. Yo no la compraría. Los indios y los soldados no saben nada de todo esto. A ellos sólo les importa que les den de comer. No sé si está bien o mal. Es así.
(Belgrano) -De todas maneras, creo que la lucha vale.
Pablo Rago está casi irreconocible. Nunca se lo había visto tan verborrágico en una nota. Siempre se mostraba un tanto reacio a los periodistas. El entusiasmo por la implicancia histórica de la figura de Belgrano, que a él le toca interpretar para el telefilm que emitirá la TV Pública, está a flor de piel. Está involucrado en todos los detalles, no sólo de la actuación, sino también en el guión y en la producción. Corrige, pregunta, acota. Siempre está activo en el set de filmación.
La locación donde se lleva a cabo la fiesta es la misma casona que se usó para la película Camila, para retratar la época. Pertenecía a Francisco Ramos Mejía y la misma se encuentra emplazada en el corazón del Mercado Central de Buenos Aires. La chacra la compró en 1808 y fue perseguido por ser amigo de los indios, llegó a firmar un tratado de paz en representación de 16 caciques y por este motivo sus pares, los estancieros, lo miraban con recelo. Sufrió persecuciones porque albergaba en la casona indios que escapaban de la esclavitud. Muere en 1828 y nunca se supo dónde lo enterraron los indios. La casona pasó por varias confiscaciones y expropiaciones. Hoy es un monumento histórico nacional.
Vaya coincidencia. Ramos Mejía y Belgrano comulgaban con las mismas ideas pero en distintos lugares del país. Sin duda, Rago siente que está frente a una oportunidad única. A medida que avanza el rodaje del telefilm, el actor confiesa que lo que importa de la película “es tratar de pensar cómo vivió Belgrano el momento de la revolución”.
-En la fiesta de agasajo por la gran victoria de la batalla de Tucumán en la que estaban los estancieros, la oligarquía y los comerciantes; Belgrano se encontró con que el gran enemigo no eran sólo los realistas, sino que también estaba adentro.
-Belgrano viene a esta fiesta a medir quiénes estaban de su lado y quiénes no. En la escena en cuestión el comerciante asegura que no le interesa quién gane la revolución. El dice que el pueblo va a comer porque ellos le van a dar la comida. Pero son ellos los que hacen los negocios. Mientras hacía la escena, yo pensaba a Belgrano preguntando en serio cuánto cuesta la libertad. Creo que Belgrano quería conocer bien al enemigo. Un tipo quería saber qué piensa un negociante para conseguir lo que se tenía que conseguir.
“La vida por un ideal”
-Queda claro que Belgrano no se sentía contento por el triunfo.
-Nosotros nos imaginamos que de ninguna manera estaba contento de ir a esa fiesta. Le dolería todo. El viene de una batalla. Le dolería, también, tener que hablar de una manera tan liviana de las vidas de sus soldados, que para él serían como sus hijos. El trabajo era convencer a esos tipos que den la vida por un ideal. Entonces, que venga un tipo con su mejor casa, su mejor trago, con el mejor abrigo, a decirle que la libertad cuesta muchas vidas, como si fueran billetes creo que, en algún punto, le debe haber dolido.
-A ese comerciante le daba lo mismo que ganen los realistas o la revolución.
-Cuánta actualidad tiene hoy el tema.
-Rago dejó picando su respuesta con la intención de hacer un paralelo histórico entre aquellos años y hoy. No quiso ahondar en el tema cuando se le preguntó si se refería al gran envión que tomó la Justicia para juzgar la responsabilidad civil y militar de la última dictadura.
-Sí, yo lo veo muy bien.
-¿Qué descubriste de Belgrano durante el rodaje?
-Que era capaz de abandonar a un hijo por una revolución, que era capaz de usar su fortuna para mantener un ejército. Que lejos de ponerse mal por tener que ir a luchar, no siendo militar y frente a ejércitos que lo triplicaban en cantidad de soldados, lo entusiasmaba porque quería lograr cosas puntuales y él sabía las cosas que tenía que hacer.
-Tanto los actores como el guionista y el productor pusieron especial énfasis que en la película se va a ver a un Belgrano humano. Con la clara intención de sacarle el bronce al prócer.
-En la escena del encuentro entre Belgrano y San Martín, que está genialmente escrita, se va a ver a los próceres en un estado muy humano. Ellos están heridos y hablan de cómo curarse las lastimaduras, también hablan que les cuesta montar a caballo. Imaginate, ellos estaban en ese estado ¡y todavía no habían hecho lo que iban a hacer! En la escuela te contaban a Belgrano como si nunca hubiera ido al baño. Y tenía problemas y conflictos familiares. El era un tipo millonario que terminó en la pobreza porque invirtió toda su fortuna en la lucha por la libertad. Les daba de comer a los soldados de su plata, rechazaba la comida para que puedan comer los soldados de Güemes, que estaban en otro ejército.
-Dijiste que durante el telefilm fuiste descubriendo la grandeza de Belgrano por cómo encaró la lucha por sus ideales de libertad e independencia, ¿cuál fue la escena que más te emocionó en la piel del creador de la bandera?
-Fue el izamiento de la bandera en Tucumán. Yo en ese momento tuve la sensación que debió haber sido muy importante en aquel entonces, teniendo a todo el país en contra. Perdón, me corrijo. Teniendo a Buenos Aires en contra. El sabía que esto iba a traer muchos problemas, no sólo en Buenos Aires, sino en España e Inglaterra por los negocios. Sin embargo, el tipo lo hizo igual y el momento de la filmación fue muy emocionante. Había muchos extras tucumanos (no había ningún actor). Era la primera vez que pisaban un set de filmación. En el momento del grito de “viva la Patria”, nadie tuvo que indicarles cómo tenían que hacerlo y te juro que el grito me pegó en el pecho. Yo estaba arriba del caballo, como un banana, con mi espada y mi sombrero arengando y sentí que el grito fue con una verdad y unas garras que me emocionó mucho. Cada vez que cuento esta escena se me pone la piel de gallina.