Se llama Sandra Ruiz, vive en el barrio porteño de Versailles junto a su hija Rocío y trabaja como puericultora. Cuando me enteré cómo se ganaba la vida, pensé que sería buena idea que nos cuente detalles sobre esta profesión tan necesaria para las mujeres que se convierten en madres. En muchos países del mundo, las puericultoras son contratadas por el mismo Estado para estar cerca de las parturientas cuando se sienten angustiadas, necesitan evacuar dudas, requieren de ayuda o simplemente quieren llorar. En rigor, se trata de un retorno a costumbres ancestrales, porque las antiguas civilizaciones formaban a una persona para que cumpla esa función de ser "bastón" de las mujeres cuando daban a luz y comenzaban a transitar ese camino de la crianza. En Argentina, sólo las clínicas privadas ofrecen este apoyo fundamental y también las mujeres que cuentan con recursos económicos para pagar la asistencia domiciliaria. Se quedan afuera las mujeres que se atienden en hospitales públicos y las que no cuentan con el dinero suficiente. No es justo, entonces es conveniente visibilizarlo. Y también decir que las puericultoras son necesarias para el empoderamiento de las madres, mediante información, escucha, apoyo, guía, y sostén. Todo eso, hecho con amor. Ahí les va mi reportaje completo:
- ¿Por qué decidiste estudiar para ser puericultora?
- Me pasó que cuando fui mamá tuve algunos inconvenientes, muchas dudas y cuestiones que en ese momento no pude resolver. Más adelante me di cuenta que eran todas cuestiones frecuentes. Me pasó de sentirme muy sola, incomprendida, con poca ayuda. Y la que recibía no era lo que necesitaba. Cuando mi hija Rocío fue más grande, pensaba mucho en todo lo relacionado con la maternidad, especialmente en los momentos siguientes al parto, lo que se llama puerperio, tan especial para las mujeres. Leí a varios autores y autoras que escriben sobre el tema, y encontré la carrera de Tecnicatura Universitaria en Puericultora y Crianza, que se dicta en la Universidad de San Martín. Entonces empecé a prepararme, con el objetivo de ayudar, acompañar e informar a mujeres madres y sus familias. Me interesa no sólo el trabajo con las madres sino también con sus entornos.
- ¿Cómo le explicás a la gente que tu trabajo es ser puericultora, porque al igual que me pasaba a mí antes de conocerte, no se sabe mucho sobre la profesión?
- La verdad que mucha gente desconoce de qué se trata o lo que hacemos. Es que la carrera es joven, tiene como mucho 12 años en Argentina. Previamente existía la Escuela de Puericultoras, que se reunían, y estaba también la Liga de la Leche. Pero con el paso del tiempo se pudo lograr la tecnicatura en la Universidad de San Martín. Lo que me pasa seguido es que las personas asocian mi profesión con un servicio exclusivo de algunas clínicas privadas. La realidad es que no hay cargos para puericultoras en la salud pública. También ocurre que nos asocian sólo con la lactancia. Una definición completa es que somos agentes de salud, que trabajamos acompañando a la mujer y a la familia, durante el embarazo, el parto, el puerperio y la crianza hasta los 3 años. Mi estilo de trabajo es el acompañamiento, el sostén, y fundamentalmente la empatía hacia la mujer en ese momento tan conmovedor, especial y único. La mirada clásica de la medicina sostiene que el puerperio son los siguientes 45 días después del nacimiento, pero cuando hablás con las mujeres, sabés que sigue hasta los 6 meses. Aunque depende de cada mujer, de cada cría. Todo va cambiando de forma muy dinámica. Las inquietudes de los dos meses no son las mismas que a los cuatro. Las puericultoras somos acompañantes, agentes de salud. Personalmente, me gusta decir que intervengo en el proceso de maternaje, pero también de paternaje.
- ¿Por qué es importante que haya puericultoras?
- Mucha información la recojo de los grupos de crianza. Se trata de grupos de mujeres madres con sus bebes chiquitos. Nos juntamos una vez por semana a charlar, sobre lo que les interesa. Entonces, lo que dicen es que nuestra compañía es importante para ellas, porque las escuchamos, entendemos y ayudamos sacando mitos, que atraviesan toda la maternidad, y toda la crianza. Hay muchos mandatos que son nocivos, y se activan cuando las mujeres somos mamás. Lo que decimos es que cada mamá debe tener un sostén, y nosotras ocupamos un lugar que los otros profesionales médicos no pueden cubrir, por falta de tiempo o porque no están preparados. Una práctica muy positiva es trabajar en equipo con un pediátra, que es quien se dedica a establecer que el bebé esté en óptimas condiciones de salud. Cuando aparecen temas que exceden su tarea omo médico, puede derivar a la paciente con una puericultora. Es decir, se complementan. Cabe decir que la mayoría de los pediátras no trabajan copn puericultoras. Tengo la fortuna de hacer equipo con el médico pediátra Diego Pochat. Por ejemplo, él recibe a las pacientes y cuando hay consultas sobre mi área, las manda conmigo. Por ejemplo, lactancia, alimentación complementaria, sueños, crisis de llanto, miedos y dudas. Somos las que disponemos de tiempo para acompañar a las mamás y familias. En mi formación académica fue muy marcada esta cuestión, de observar la situación familiar, tomarnos tiempo de escuchar, entender cómo llegaron a ese momento y realizar un diagnóstico situacional. Hay un caudal de asistencia que no se explora o aprovecha, pero de a poquito lo vamos cambiando.
- ¿Hay países que trabajan mejor ese acompañamiento y sostén a las mujeres que se convierten en madres?
- Sí, claramente. En Inglaterra, por citar sólo un caso, existen lo que llaman "doula". El propio Estado garantiza que estas profesionales vayan y hagan el acompañamiento en la casa de las madres. Vos estás en tu casa con tu bebé y la doula llega, toca el timbre y te acompaña todo lo que haga falta. En muchos otros países esto es parte del sistema, está más arraigado.
- ¿Tu profesión es como un retorno a costumbres ancestrales?
- Absolutamente, los pueblos originarios tenían el acompañamiento como una institución. Nuestra sociedad está retomando esas buenas y necesarias costumbres ancestrales. Las puericultoras trabajamos para el empoderamiento de las mujeres, que armen redes, y no se sientan solas. En nuestra modernidad, tan individualista y consumista, nos estamos olvidando de las redes. Por eso, lo que hacemos es retomar prácticas antiguas de protección, información y acompañamiento. Décadas atrás, las mujeres estaban acompañadas por su familia o vecinas. Esto no se observa actualmente. A veces llego a la casa de una paciente que me dice 'no sé como agarrar a mi bebé'. Hablamos de un ser de cuatro días, con tres kilos. Yo les pregunto: ¿tuviste en tus brazos a un recién nacido alguna vez? Y muchas me dicen que no. Llegan a los 30 años, más o menos, y probablemente ni siquiera vieron a un recién nacido. En los pueblos originarios no pasaba. Las mujeres, y su entorno, tenían esa información.
- ¿Cómo hace una mamá o familia para conseguir una puericultora?
- Lo más agradable que me está sucediendo es que me llame alguien y diga que me recomendaron porque alguien que conocen me recuerda con mucho cariño. Lo que está surgiendo es eso, de que lleguen por recomendación de ex pacientes. También se acercan por redes sociales, y por el consultorio pediátrico. En internet estamos todas las puericultoras. Es fácil encontrarnos. Hay mucho foro por distintos temas de maternidad, donde mujeres se juntan sin profesionales de por medio, arman grupos virtuales y de pronto pregunta ¿alguien sabe quién me puede ayudar? Ahí empiezan a referenciar.
- ¿Cuáles son las preguntas frecuentes que hacen las pacientes?
- La mayoría de las consultas que me hacen comienza con un "¿es normal que?" Y ahí entra todo. En el top seguramente aparece el "¿es normal que llore mi bebé?". Se piensa como algo normal, pero en ocasiones hay tanto abismo en relación a una mamá y su hijo. Ese desconocimiento sobre cuestiones básicas. A parece mucho la contradicción entre saberes médicos y la intuición materna. El médico les dice que deben comer cada tres horas, pero la mamá siente que su bebé lo necesita cada dos. Emerge una duda. Ahí entra el empoderamiento. Lo que les digo es: "si vos sentís tal cosa, tenés la potestad de decidirlo, porque este bebé es tuyo". En todo caso, que se genere un consenso. Pero la madre es una sola, y tiene que tener toda la información para tomar lo que considera buenas decisiones para su bebé. Después, la otra pregunta que surge siempre es "¿qué me está pasando? ¿estoy loca, debería estar repleta de felicidad y yo lo único que quiero es llorar, no puedo más con todo esto, me duele todo, no puedo dormir?" Este primer tiempo es así.
- ¿Qué es lo mejor de tu trabajo?
- Cuando después de una consulta o información que haya podido darle a una mujer madre, pasa el tiempo y me mandan mensajes, correos o me llaman diciéndome que superaron con mucho éxito esas situaciones. Que sus bebés están subiendo de peso, que duermen bien o resolvieron problemas. Me dicen osas del tipo: "Te quería contar que Melanie ya cumplió un año. Estamos muy bien. Nos acordamos de cuando nos ayudaste. Fue muy valioso, pudimos remontar los miedos". Cuando puedo ayudar a que encuentren su propio estilo de crianza es maravilloso. Mi tarea es brindar todas las técnicas, informar para que decidan y se sientan acompañadas.
- Y qué es lo peor de tu trabajo?
- Cuando no puedo resolver el problema. El límite de la omnipotencia son las áreas que no me puedo meter porque son médicas. Me genera frustracion no poder ayudar. También la paso mal cuando hay demasiado boicot para esa familia. Obstáculos. O la mamá recibe mucha crítica. Ahí la mujer se debate entre lo que siente, lo que yo acompaño y un marco de coro que desautoriza con críticas. Es muy habitual. El empoderamiento se resquebrabaja. Fracasa. Pero es parte de esa certeza de que no soy yo la que decide. Yo acompaño. Pero si no lo toman, ya es una decisión de la mamá. El problema es cuando visualizás que no es una decisión de la mujer. Aquí quiero decir que muchas veces la figura del padre es importante, rodeando la diada, que es la unión entre madre y bebé. También tengo como una de mis ideas, de mi estilo de trabajo, enfocar en la diversidad. Porque s no estamos limitando todo al clásico trío de mamá, papá y bebé. La familia atómica. Pero la realidad es otra, la gama es amplísima. Pueden ser dos mamás, dos papás, una mamá sola, un papá sólo. Y así casi infinitamente.
- ¿Trabajaste con mamás diagnosticadas con alguna discapacidad?
- Sí. Hace poco tuve un acompañamiento de una mamá diagnosticada con un retraso madurativo. Pero con la particularidad de que la familia no lo mencionó cuando me convocó. No lo plantearon. Estaba la mamá acompañada por la abuela de la criatura. Cada vez que iba estaban las tres. Fue muy interesante para mí. Me costaba mucho la comunicación con la mamá, que era amorosa con su hijo, pero presentaba un problema cognitivo. Entonces hablaba con la abuela, compartíamos con ella las indicaciones, dudas. El acompañamiento se decidió en el consultorio con Diego (Pochat), lo decidimos como equipo.
- ¿Qué momento especial recordás?
- Muchos. Pero recuerdo que asistí en un acompañamiento a una mamá que había padecido un accidente. Era arquitecta, se cayó en una obra. Estaba con un problema de motricidad, en silla de ruedas. Necesitaba asistencia permanente. Recuerdo que una vez la hice entrar al baño de la casa, mientras yo bañaba a su bebé, y ella se emocionó mucho. Luego, me dijo que era la primera vez que veía desnudo a su bebé, que podía tocarlo mientras se bañaba. Parecía algo simple, pero fue muy importante para ella.
- ¿Te tocó acompañar a mamás que tuvieron bebés diagnosticados con alguna discapacidad?nbsp;
- Es un área que me interesa mucho. Me estoy formando especialmente para esos momentos. Me tocó en la maternidad donde trabajé acompañar varios casos. Sobre todo con bebés con Síndrome de Down. Aquí también se convierte en clave la presencia de las puerocultoras, porque el impacto no es sólo para la mamá, sino para todo el grupo familiar. Cuando la mamá no sabe sobre la discapacidad de su bebé, al dar a luz puede ocurrir que lo rechace, no lo quiera. Es importante que haya alguien cerca que mantenga la calma, que ayude a organizar y pueda indicar donde se debe poner el foco. O sólo escuchar a esa mamá que hace el duelo, o acompañarla en silencio. Queda claro lo necesario del trabajo multidisciplinario. Que intervengan psicólogos, fonoaudiólogos y otros. Trabajar en contacto con esa mamá y su bebé, no dejarlos solos. Esto no está pasando.
- ¿Es caro que una puericultora acompañe a una mamá? ¿Las obras sociales lo cubren?
- En el consultorio donde yo trabajo está cubierto por obra social, y voy a domicilio cobrando un monto que trato de que sea accesible. Actualmente si las mamás no tienen el dinero, no tienen acceso. Y las obras sociales no lo incluyen en las cartillas. No hay nomenclatura. Nuestro problema es que se debate si estamos en educación o salud. Yo me defino como una agente de salud. Estamos en la tarea de lograr el reconocimiento profesional, el sello profesional y la matrícula. Nuestro objetivo es el ingreso como trabajadoras pagas en la salud publica y de este modo asegurar el acceso a la atención para todas las mujeres. Ya que entendemos que la lactancia y todo lo relacionado con los cuidados en la primera infancia deberían ser una prioridad en las políticas de salud pública. Concretamente, en estas áreas, la puericultora tiene un rol fundamental. Y, desde mi postura personal, la atención de la puericultora se debería garantizar a toda mujer que lo requiera en las diversas instancias de la crianza de su bebé, no solo en la etapa de la internación post parto. En espacios de atención espontánea en instituciones, por ejemplo.
- ¿Cuál es tu sueño?
- Que todas las mujeres que son madres puedan tener lugares donde requerir ayuda. Y que el acompañamiento sea espontáneo, para temas de lactancia, sueño, llanto y aquello que no sea pediátrico. Sueño con que el Estado articule con las obras sociales, que se genere una línea telefónica para las mujeres en estado de puerperio. Estaría buenísimo que podamos trabajar en hospitales públicos. Ahora podemos hacerlo, pero de forma gratuita, como voluntarias.