Los robots domésticos que socializan con personas están listos para llegar a nuestras salas y cocinas, pero ¿estamos preparados para recibirlos en nuestras vidas? Para que los robots capten la atención de todas las edades necesitan demostrarse útiles y serviciales.

Para construir robots que tienen apenas una fracción de la sofisticación que vemos en los relatos de ciencia ficción han tenido que pasar décadas de investigación. Pero no se parecen a sus predecesores ficticios: la mayoría no camina, sólo a veces ruedan y con frecuencia no tienen extremidades. Y para nada igualan el lenguaje, habilidades sociales y destreza física de la gente.

Peor aún, hasta ahora pierden contra los inmóviles parlantes inteligentes de Amazon, Apple y Google, que cuestan una fracción que estos primeros robots sociales, y que operan con sistemas de inteligencia artificial que dejan muy atrás a las limitadas habilidades de muchos robots.

Eso no ha detenido a sus ambiciosos productores de lanzar robots que parecen reales al mercado, aunque con resultados mixtos hasta ahora. Dos pioneros en la nueva vanguardia de lindos robots sociales -Jibo, un voluptuoso parlante, y Kuri, una caricaturesca “nana” con ruedas- han sido bajas tempranas.

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Los productores de Vector, un robot casero más económico develado recientemente, esperan que los suyos tengan mayor éxito. Pero otros, incluyendo el rumorado proyecto de Amazon y robots diseñados para ofrecer compañía a personas mayores, siguen en fase de desarrollo.

“Creo que este año veremos a algunos llegar al mercado”, dijo Vic Singh, socio general fundador de Eniac Ventures, que ha invertido en varias empresas incipientes de robótica.

Pero serán limitados a usos específicos, advirtió. Las esperanzas de robots sociales siguen superando a la realidad. El año pasado, el rechoncho, casi inexpresivo, Jibo engalanó la portada de la edición de “mejores inventos” de Time Magazine. Su creadora, la investigadora en robótica del MIT Cynthia Breazeal, dijo entonces que “habrá un momento en que todos darán por sentado al robot personal”.

Ese momento no ha llegado aún. Los robots sociales se remontan a una cabeza humanoide interactiva llamada Kismet, que Breazeal construyó en un laboratorio de MIT en la década de los 1990. Desde entonces, los avances en la inteligencia artificial han impulsado el campo.

La popularidad de Alexa similares también ha ayudado a quitarle lo raro a hablar con máquinas. La clave de los robots compañía, dicen los expertos, es lograr el balance justo entre utilidad y personalidad. (El precio también parece muy importante).

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Aunque hay mucho desacuerdo sobre qué logra el balance perfecto. Si te falta personalidad “deberás ser perfecto, porque en el momento en que te equivoques, serás el gran y torpe robot que se equivocó”, dijo Boris Sofman, director general de Anki, que planea lanzar en unos meses a Vector, un robot tipo mascota, por 249 dólares.

Pero la gente puede perdonar los errores siempre y cuando el robot se comporte de forma realista. Muchos investigadores dicen que los robots sociales son una promesa para la población mayor. Podrían recordarles tomar su medicina, motivarlos para levantarse y moverse o visitar a otros, y ayudarlos a permanecer en contacto con familiares y amigos.

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