La idea no es tan estrambótica como suena. De hecho, el gobierno del Reino Unido se ha planteado recientemente la idea de hacer justo eso: ofrecer ChatGPT premium de forma gratuita en todo el país.
¿Te imaginas un mundo en que cualquier persona pudiera acceder desde donde quisiera a todo lo que ofrece la inteligencia artificial sin tener que pagar ni un euro?
Sin suscripciones mensuales ni límites de velocidad o acceso: solo lo mejor de la IA, disponible para todos los estudiantes, trabajadores o empresarios del planeta.
Pues la idea no es tan estrambótica como suena. De hecho, el gobierno del Reino Unido se ha planteado recientemente la idea de hacer justo eso: ofrecer ChatGPT premium de forma gratuita en todo el país.
Ahora bien, ¿es factible la idea? Echemos un vistazo a lo que supondría para los usuarios de la IA y para ChatGPT.
A principios de año, Sam Altman, cofundador de OpenAI, se reunió en San Francisco con Peter Kyle, secretario de tecnología del Reino Unido. Entre los temas de debate se planteó una propuesta osada: brindar acceso a todos los residentes del Reino Unido a ChatGPT Plus, la versión premium del chatbot de IA más popular del mundo.
Por lo general, ChatGPT Plus tiene un precio de 20 USD al mes y ofrece tiempos de respuesta más rápidos y acceso prioritario a nuevas funciones. Se trata de un sistema muy usado en el mundo virtual: aplicaciones como Spotify ofrecen una versión básica gratuita y otra de pago con más funciones, y muchos casinos online, por ejemplo, ofrecen juegos de ruleta gratuitos para animar a los jugadores a apostar luego con dinero real.
Ofrecer la versión de pago de ChatGPT a toda la población del Reino Unido tendría un precio considerable: unos 2500 millones de euros. Aunque de momento la idea no ha prosperado, el mero hecho de que se haya planteado demuestra lo seriamente que los gobiernos perciben la IA como un bien público, y no como un lujo privado.
¿Por qué un país iba a plantearse un gasto tan enorme en una herramienta tecnológica? La respuesta es muy sencilla: la IA se está convirtiendo en una infraestructura.
Igual que las carreteras, las bibliotecas y el mismísimo internet se consideraron en su día inversiones púbicas esenciales, herramientas de IA como ChatGPT cada vez resultan más indispensables para la educación y el trabajo. El Reino Unido es uno de los tres principales mercados de OpenAI, y millones de usuarios lo usan de forma gratuita cada día. Ofrecer las funciones premium a todo el mundo ayudaría a aumentar la productividad y permitiría que estudiantes de todos los estratos sociales pudieran disponer de un tutor siempre disponible.
El propio Peter Kyle ha admitido que utiliza ChatGPT para examinar temas complejos e incluso elegir podcasts para sus apariciones. Si hasta un ministro ve valor en este tipo de soporte, imagina lo que podría suponer para millones de ciudadanos de a pie.
El Reino Unido no es el único país que piensa así. Los Emiratos Árabes Unidos ya han firmado un acuerdo con OpenAI para ofrecer ChatGPT en todo el país, con planes para integrar esta tecnología en los ámbitos de la sanidad, la educación y el transporte.
Los diferentes gobiernos están empezando a ver la IA como un impulsor de la competitividad y la igualdad social. Algunos incluso la ven como una fuente de poder nacional. El propio Kyle dijo que, en el futuro, la influencia tecnológica podría llegar a ser tan importante como la capacidad militar o económica a la hora de determinar las grandes potencias mundiales.
De ser así, tener un amplio acceso a la IA iría más allá de ayudar a los ciudadanos para convertirse en un elemento clave para establecer la posición del país dentro del orden mundial.
La gran pregunta es si este acceso gratuito o financiado por los gobiernos podría extenderse más allá de los países ricos. Al fin y al cabo, un despliegue universal supondría un coste elevadísimo y plantearía cuestiones peliagudas en materia de derechos de copyright, uso de los datos y seguridad.
Sin embargo, existen motivos para creer que podría pasar. Las alianzas público- privadas son uno de ellos. En lugar de que los gobiernos tengan que pagar todo el pastel, podrían alcanzarse acuerdos con los proveedores de IA para que el acceso a esta tecnología en todo un país resultara más asequible.
De la misma manera, con un modelo de acceso escalonado, los gobiernos podrían financiar el acceso premium para estudiantes, parados o pequeños negocios, y el aumento de la productividad derivado de esta adopción generalizada de la IA podría usarse para compensar los costes iniciales.
Finalmente, si las organizaciones internacionales empiezan a considerar la IA como un derecho digital básico, empresas y gobiernos podrían verse obligados a colaborar para luchar por un acceso gratuito o financiado en todo el mundo.
De este modo, aunque un acceso gratuito generalizado pueda parecer inicialmente una quimera por su elevado coste, los beneficios a largo plazo podrían aconsejar una inversión de tal calibre.
Por supuesto, ofrecer ChatGPT Plus de forma gratuita para todo el mundo también tiene sus riesgos. Esta tecnología continúa recibiendo críticas por su falta de precisión y por el uso de materiales sujetos a derechos de copyright para entrenar a sus modelos. Desde músicos como Elton John hasta dramaturgos como Tom Stoppard se han quejado de que sus obras estaban siendo usadas sin su permiso.
Los temores por la seguridad de la IA tampoco desaparecerán a menos que los gobiernos adopten una legislación más dura. Y se teme también que una alianza estrecha entre los gobiernos y las grandes compañías tecnológicas puedan acabar con las pequeñas empresas que desarrollan innovaciones relacionadas con la IA.
De hecho, varios grupos empresariales del Reino Unido ya se han quejado de que la propuesta de su gobierno está muy sesgada hacia los gigantes de Silicon Valley, en detrimento de las empresas emergentes locales.
Si vamos a acabar considerando la IA como una infraestructura pública, los responsables políticos deberán alcanzar el delicado equilibrio entre aumentar el acceso y proteger los derechos.
Aunque el Reino Unido no acabe firmando el acuerdo para ofrecer ChatGPT Plus de forma gratuita a todos sus ciudadanos, el debate ya está servido. En un futuro, el acceso a las funciones avanzadas de la IA no vendrá determinado por quién puede permitirse invertir 20 dólares al mes, sino por decisiones colectivas sobre lo que valoran las sociedades.
Imagina a un estudiante de un pueblo de Kenia usando ChatGPT Plus como tutor de matemáticas o a una enfermera en India accediendo al instante a los estudios médicos más recientes. Esta es la premisa del acceso democratizado a la IA.
Las reuniones que los gobiernos están manteniendo con OpenAI muestran que por lo menos en las salas del poder ya se imaginan un futuro así. Y cuando una idea se pone sobre la mesa, es cuestión de tiempo que se expanda por todas partes.