S i hay un símbolo en la historia de Boca ese es Juan Carlos Lorenzo. El Toto dirigió a Boca entre 1976 y 1979 (dos títulos locales y tres internacionales) en una primera etapa y regresó en 1987, aunque allí no consiguió títulos. Imposible no recordar aquella final de la Libertadores del 77 cuando Boca superó en la instancia definitiva a Cruzeiro de Brasil por penales, con una gran actuación del arquero Hugo Orlando Gatti, y posteriormente le ganó a Borussia Moenchengladbach en la Intercontinental. Hay una generación de hinchas de Boca que no pudieron conocer en persona al Toto Lorenzo y que nunca pudieron disfrutar de ese gesto característico del entrenador que saludaba a la Bombonera con los brazos en alto. Pero lo que si pueden hacer ellos, acompañado de sus padres y abuelos para que les relaten la historia, es pasar por el Museo de Boca y visitar la imponente estatua que se levantó en homenaje al recordado entrenador. Este año se cumplen exactamente 40 años de la obtención de la primera Copa Libertadores, aquella de los penales, y por eso Boca decidió rendirle un merecido homenaje al Toto y en Museo de la Pasión Boquense colocaron la estatua de uno de los máximos emblemas del otro lado de la línea de cal de quien supo patentar una frase imborrable: “Boca es Sportivo ganar siempre”. El actual presidente de Boca, Daniel Angelici, fue uno de los admiradores del Toto y a la hora de definirlo como entrenador no tiene dudas de decir: “Fue un DT adelantado para la época y que supo, junto a la administración de Alberto Armando, llevar a Boca a lo más alto del plano internacional. Fue una persona detallista y profesional, que hacía culto del equilibrio y la disciplina táctica, le imprimió al club una mística ganadora que se potenció con el paso de los años”.
Lorenzo también supo tener su paso como jugador de la institución, algo que algunos ignoran porque fueron casi 40 partidos, pero en los que supo cosechar tres títulos. Lorenzo llegó a Boca en 1976 luego de un extenso recorrido como entrenador. En la década previa, supo lograr un doble ascenso en Mallorca, un bicampeonato con San Lorenzo y un subcampeonato de la Copa de Europa con Atlético de Madrid, además de encabezar dos ciclos al frente de la Selección Argentina. Sin dudas que la expectativa por su llegada estaba comparada a la de los grandes logros y hoy a lo lejos en el tiempo queda la sensación de que superó aquellas expectativas. Es que el paso de Lorenzo por el Xeneize no solo dejó trofeos en la vitrina, no fueron solo las vueltas olímpicas las que marcaron su paso por el club, sino la gloria y el reconocimiento internacional. El Toto tenía para la época una manera de trabajar que revolucionó el mundo del fútbol con una metodología de trabajo en base al convencimiento y la perseverancia para alcanzar la gloria. El Toto tenía una gran sabiduría que la demostraba en cada uno de sus partidos. Una de las grandes anécdotas que le recuerda el mundo del fútbol es cuando en la final con Cruzeiro les dijo a sus futbolistas que en campo de Boca tenían prohibido hacer falta para que Nelinho no hiciera gala de su poderoso remate de tiro libre. Cosa que, finalmente, sucedió. El Toto sabía. Y sabía de verdad y otra muestra de ello fue cuando en la final intercontinental con el Borussia entendió que debía jugarles a los alemanes con “ligeritos” y no dudó en dejar afuera del equipo a la zaga titular compuesta por Pancho Sá y Mouzo en defensa; y de recurrir a la velocidad de los atacantes como Mastrángelo, Saldaño y Felman. El 14 de noviembre de 2001 falleció a los 79 años en el barrio de Belgrano.
Pero sin dudas que el alma del Toto le pertenece a la Boca y el Museo es el lugar elegido para eso. Vale la pena visitarlo.