Ojalá vuelva. Y pronto. Este deseo se multiplicó por centenares de miles tras aquélla inolvidable primera venida a la Argentina en 2012, cuando jugó dos partidos consecutivos contra Del Potro en el estadio armado tubularmente en Tigre. Y volvemos a decirlo, casi implorarlo. Aunque se vea difícil. Roger Federer cumplió con un ambiente argentino que admira y desplegó su partido ante su compañero de correrías en esta semana en Latinoamérica, el alemán Alex Zverev.
¿Qué pasó? Perdió Federer. Mejor dicho, ganó Sacha por 7-6 (3) y 7-6 (2) y compensó, antes de jugar mañana en Colombia, el triunfo del martes del suizo en Chile (6-3, 4-6 y 6-4), en un periplo que seguirá en México y culminará el domingo en Ecuador. Pero dificilmente, el más grande la historia del tenis goce un ambiente como el argentino.
Como el de ayer en el Arena Parque Roca. Hablar de aspectos técnicos y tácticos está de más. Roger aportó mucho de su revés profundo -y también de un par de “gran Willies”- y de su impecable variedad de golpes y efectos y Zverev demasiado de su velocidad, potencia y profundidad, que lo hacen un digno sucesor -uno de ellosen un futuro que aparece no tan lejano. Y el alemán no regaló el resultado rompiendo con lapsos de paridad absoluta sobre todo en los tie-breaks, donde tiró a matar.
Hubo lapsos para la distensión. De ésos que el público espera. Un Roger que postergó un inicio de turno de servicio para “posar” para un espectador de la primera fila al cual le hizo un combo de poses de movimientos y golpes como si congelase imágenes. La pose “riquelmeana” del “Topo Giggio” para oir el “olé, olé, olé, olé... Roger, Roger...” y la mirada pícara que le dispensó a otro hincha detrás suyo que interrumpió un saque gritándole “Vamos, Rafa”.
O ese peloteo antes de comenzar el segundo set con dos de los nuevos ball boys, uno de los cuales le cerró un drop. Hasta un saludo final grabado por Diego Maradona para el suizo tuvo su lugarcito. Zverev, a todo ésto, no jugó de mero partenaire.
También interactuó con la gente, destacándose su respuesta a un espectador en la cabecera opuesta, quien le ofreció “ayuda” a lo que contestó “gracias, en la próxima bola te quiero acá”. No fue una exhibición pasatista. Jugaron un aceptable partido con veinte winners por lado y el ganador es anecdótico aunque a muchos el resultado no haya satisfecho, porque fueron a ver a Federer, y a ver ganar a Federer. Pero Fededer, con su grandeza adentro y afuera del court, cumplió con las expectativas.