A la calma que transmite Salta y sus paisajes, atractivo no sólo para los argentinos sino para turistas del mundo entero amantes en especial de la aventura, la trastoca en cierta forma el Turismo Carretera. La caravana teceísta que recorre el país, ha hecho escala en un lugar de los mas bellos, rodeado de cerros y el que siempre invita a volver. Un cerro justamente genera un influjo especial, hasta misterioso. En las inmediaciones del barrio los Tres Cerritos, a unos 3 kms del circuito, se encuentra el que cada sábado como ayer, entre diez y veinte mil personas peregrinan para recibir la bendición de María Livia. Esa mujer simple, salteña, de una familia común y corriente, de unos 60 años, con su esposo empleado en una concesionaria de autos y cuatro hijos, según cuentan los lugareños, que hace poco mas de una década recibió la aparición de la Virgen para llenar sus días de misticismo, devoción y carisma.
Gente de los lugares mas impensados, en tours especiales, incluso del exterior, se aglutinan en el “cerro de la Virgen” a la espera de que la mujer entre el mediodía y media tarde de cada sábado, reciba a los visitantes y uno por uno les de la bendición ante la gruta que protege la imagen de la Virgen, a modo de mandato recibido en las apariciones. Enfermos, enfermos terminales, familiares, carenciados, hombres y mujeres en situaciones de riesgo y de todas las condiciones sociales, aguardan con unción que María Livia pose sus manos sobre la frente, cuenta Elías; un comerciante salteño que avala la creencia y da testimonio de milagros producidos.
“Ella les coloca la mano en la frente a las personas y muchas caen desmayados al instante; otros tantos vuelven a menudo a agradecer por la ayuda recibida o la solución de muchos problemas”, narra Jorge, el taxista que nos ha trasladado desde la ciudad al autódromo durante estos días. “Y ojo -alerta-, la señora no pide un peso, arriba en la gruta no se puede dejar una moneda, solo vas a encontrar no se cuantos rosarios o imágenes de la Virgen”. A la gruta se puede llegar en auto a través de un angosto sendero, y desde el espacio para estacionar, colectivos gratuitos trasladan a los fieles al encuentro de la gruta y los sábados, de la mujer sobre quien, aunque parezca mentira, poco conocen los mismos salteños. Tanto que ninguno a ciencia cierta, sabe donde vive. Tampoco pueden sacarse fotos ni filmar, apenas se baja con el recuerdo de una estampita que es guardada con hondo sentimiento.
Conmueve escuchar testimonios de aquellos que han vivido con intensidad el encuentro con la mujer en la gruta. Muchos desesperanzados, regresan esperanzados; muchos desahuciados cargan en sus bolsos una ilusión. La fe, el mensaje que la Virgen encargó a la poco conocida mujer, que transita por la vida sin cambios en su quehacer cotidiano, se perciben en Salta. Ahí cerquita del autódromo, donde rugen los motores del TC.
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