El actor, que regreso a la actuación en somos familia, dice que está atravesando un momento de especial armonía. En un íntimo reportaje dice, además, que lo educaron para "acomodar el ego"

Después de largos meses alejado de la profesión, Christian Sancho (39) regresó a la ficción. El actor de Somos Familia (tardes de Telefé) se permite una charla profunda, donde Camille y Gael, sus hijos, son su prioridad, como así también el cambio de vida reciente al que lo llevó la pérdida de uno de sus seres más queridos. "Tengo la fortuna de haberme educado con mucha gente que me enseñó a acomodar el ego. A tener un criterio de elección, a saber esperar y a ser perseverante en la profesión. Muchas veces mucha gente se desespera y termina eligiendo el camino equivocado. Un trabajo va llevando al otro pero no lo llamo carrera porque yo estoy corriendo con nadie. Lo tomo como un camino que miro a más de mil metros".

¿Cómo estás hoy?

-Estoy en un momento de mucha armonía, de haberme encontrado con la posibilidad de tener mi familia con mis hijos y mi mujer. Mi hija adolescente está en una etapa donde necesita de mucha contención y formación. Y el varón, que está en una edad de descubrimiento, hablamos desde el juego. Con Camille hablamos desde la palabra, de saberla escuchar, qué necesita, proponerle la posibilidad de compartir actividades juntos. Hoy, los padres de los adolescentes no solemos dar consejos. Quizá, uno los consejos los puede dar desde un lugar de enseñanza y de llevarlos juntos, vivirlos juntos. Imponerle a un adolescente es enseñarle desde un lugar muy equivocado. Nadie sabe nada, todos aprendemos en el día a día.

Se te acercan los cuarenta, ¿qué expectativas tenés para la próxima década?

-Tuve distintos trabajos de los cuales fui muy agradecido. Cuando llegué a los 18 años a Buenos Aires era un estudiante de periodismo deportivo que lo único que quería era ser corresponsal de Newell's. No me imaginaba criticando al equipo, por eso creía que la mejor manera era cubrir todo lo que pasaba. Caí con esa idea pero entre los 20 y 30 me terminé dedicando a la publicidad y el modelaje. Me fue muy bien y llegué al tope de lo que quería llegar. Trabajé para marcas que nunca me hubiese imaginado y que me hicieron viajar por todo el mundo. De los 30 a los 40 me dediqué a la actuación. Actué muchos años en México y volví enfocado en lo que es mi profesión actual.

¿México fue la bisagra?

-En su momento, la publicidad me ayudó a financiar al actor. Nunca pasé por el hecho de pensar en la necesidad imperiosa de trabajar porque había que pagar cuentas. Fui y soy muy agradecido a lo que me dio la vida. Fueron 22 años de mucho crecimiento y trabajo. No vengo de una familia de actores y modelos. Hice todo con mucho esfuerzo, con el apoyo de mis viejos que me ayudaron muchísimo. Y no quiero perder la humildad con la que vine de Rosario. Eso trato de enseñarles a mis hijos. Mi sueño es que todos los argentinos volvamos a respetarnos. Volver a la esencia del buen día, del por favor y del gracias. Hoy los valores están muy tergiversados.

Es cierto...

-Antes de salir de Rosario, cuando todavía era un adolescente, mi vieja me dijo algo que me quedó marcado. Que cuando llegue a ser alguien en la vida tratase de ayudar a la gente. Y eso es lo que hacemos constantemente con mi familia. Con Fútbol Solidario, la fundación que tengo en Rosario, en los últimos tiempos pudimos ayudar a un nene con parálisis cerebral, que se pudo hacer un tratamiento que costaba muchísimo dinero.

¿Y qué meta tenés en lo personal para las cuatro décadas?

-Me gustaría tener la misma calidad de vida que fui encontrando con los años. Quizá, no trabajo tan seguido porque me gusta vivir, disfrutar de los tiempos libres. Desde comerme un asado con mi familia y mis amigos, ir a Rosario a ver a Newell's, jugar al fútbol con mi hijo en la plaza, ir con mi hija al cine. Si yo estuviera todo el tiempo trabajando, me perdería de esas cosas. Para la vida de una persona es fundamental el viajar, disfrutar, saber mirar, escuchar, aprender, valorar su tiempo. Todo las cosas buenas o malas que vivo en mi tiempo libre, las pongo en juego cada vez que actúo. Lamentablemente, perdí un ser muy querido a principios de año. Eso se me hizo muy difícil. Murió de una enfermedad terminal, de un momento para el otro, de un cáncer que se detectó en agosto y terminó falleciendo en febrero. Hay gente que toma la muerte desde un lugar muy pesimista, de mucho enojo y oscuridad. Yo lo tomé desde un lugar de mucha enseñanza, que nos enseñó a todos a saber disfrutar de la vida. A entender qué es lo que hay que priorizar y qué es lo secundario. A partir de ese momento, tomé mucha conciencia sobre lo que son los momento de felicidad. Y que pasa por esos pequeños momentitos que me tomo cuando no trabajo. Momentos donde, quizá, no hace falta el dinero sino poder estar. Dejo que la vida me vaya llevando por el camino que me quiera mostrar. Creo que en la vida hay momentos buenos pero no creo que haya malos. No estoy pensando que voy a hacer cuando, por ejemplo, termine la novela en la que estoy trabajando. Quiero sorprenderme con lo que pase mañana

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