El guionista Gustavo Schimpp y el dibujante Horacio Lalia lograron publicar dos de los tres libros en el difícil mercado francés pero, paradójicamente, no consiguieron editores locales interesados por lo que debieron emprender la autoedición

El mercado de la historieta argentino no es ajeno a la realidad económica del país. En las décadas de 1930 a 1960, se manejaban cifras millonarias de ventas de revistas que los obreros compraban y devoraban de camino a casa a bordo de trenes, tranvías y colectivos. La tendencia se fue modificando a medida que la economía se iba deteriorando, aunque siempre había un público fiel que esperaba semana a semana nuevos números de ejemplares de Patoruzú, Hora Cero, Nippur Magnum o Skorpio –por citar sólo algunas- y otras publicaciones.

La llegada de material importado en la década de 1990 a precios módicos gracias a la convertibilidad le asestó una estocada mortal a las editoriales locales, que sobrevivían publicando lo que podían; y entonces los historietistas locales tuvieron que mirar al mercado extranjero.

Ese fue el caso del guionista Gustavo Schimpp y el dibujante Horacio Lalia, que comenzaron a trabajar juntos casi por casualidad, con ansias de revivir el mercado local. POPULAR habló con ellos en la casa de Lalia, en Ramos Mejía, donde relataron cómo lograron vender la historieta Belzarek, y otros proyectos, al exterior, aunque no pudieron publicarla sino hasta ahora en el país con un episodio inédito hasta para los europeos.

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Horacio Lalia y Gustavo Schimpp durante la charla<br>
Horacio Lalia y Gustavo Schimpp durante la charla

“Comenzamos a idear esta historieta en el ´97 y la empezamos a concretar en el ´98”, cuenta Schimpp, en referencia a la época en la que los autores locales comenzaban a levantar campamento con miras a entrar al mercado exterior.

“No se editó en la Argentina sino en Francia, donde salió en 1999 a través del sello Albin Michel”, acota Lalia, un dibujante de extensa trayectoria en el país, recordado por los fans de las viñetas por sus grandes trabajos en Nekrodamus (Record), y otras grandes historias de terror como La Mano del Muerto (Colihue) y Lovecraft El Grimorio Maldito (Thalos), entre interminables obras.

“En 1998 llegó al país la editora Elisabeth Haroche que estaba trabajando con el guionista Carlos Trillo y buscaba nuevos proyectos para editar en Francia y entonces les ofrecimos Belzarek, que la habíamos ideado para proponérsela a los responsables de la línea Laberinto de Planeta D´agostini. Habíamos comenzado a hacer la historieta para ese sello, que cerró, así que se lo ofrecimos y les gustó”, recuerda Schimpp.

Tras el cierre de la revista de antología Skorpio, en 1996, muchos de los artistas que trabajaban en ella se propusieron editar una revista donde dar a conocer sus trabajos y conectar con su público. Fue así que nació HACHA, una publicación gestada por la Asociación de Creativos de la Historieta Argentina (ACHA). Publicada por la irregular Símbolo Editorial, con personajes y series nuevas, el número uno salió en mayo de 1996. En la primera entrega aparecieron: Esquizoopolis, de Eduardo Mazzitelli y Quique Alcatena, El Inquisidor, de Walter Slavich y Horacio Lalia, Villa Caraza Blues, de Luis García Durán y KHZ 203.3, de Leonardo Manco.

Símbolo la publicó hasta el número tres, por lo que los autores se autoeditaron de ahí en más: los números 4 y 5 fueron publicados como especiales, uno de Esquizoopolis y el otro de historias cortas bajo la temática de Buenos Aires Fantástica.

“En el año 1997, Horacio se quedó sin guionista porque Walter Slavich recibió una propuesta muy interesante para trabajar en la TV en El Garante, junto a los hermanos Borenstein. Me llamó Quique Alcatena para preguntarme si podía escribir yo en su lugar, así que decidimos concluir con El Inquisidor y empezar un personaje nuevo: Belzarek”, recuerda Gustavo.

Pero ocurrió que por los vaivenes de la economía durante el gobierno de De la Rúa, la revista HACHA dejó de salir después de su quinto número. Algunos de sus miembros se alejaron del proyecto y otros publicaron Cabeza de Gorgona, de la que sólo salió un número. La sexta entrega recién apareció en diciembre de 2000 con el título de HACHA 2001, en la que se presentaban personajes nuevos: Reynard, de Mazzitelli y Alcatena, Kayno del escocés Alan Grant y Luis García Durán y Lenrik de Gustavo Schimpp y Horacio Lalia.

Pero mientras acá eran todas malas noticias, del otro lado del Atlántico, se editaban los dos primeros tomos de Belzarek en Francia. Sin embargo, un craso error de estilo hizo que el proyecto se descontinuara después de ese segundo tomo.

“Ellos hicieron un mea culpa con respecto al color que le dieron al libro. Nosotros habíamos enviado más de 20 páginas a color con transparencias y ellos, que utilizaban unos colores más pastel preguntaron si podían colorearlo con su estilo y se fueron de mambo con los marrones y amarillos”, acota Lalia mientras exhibe un ejemplar en el que, efectivamente, se nota un mala mano.

“El primer tomo zafa pero el segundo hay escenas de flashback y están pintadas como las del presente”, explica Schimpp que agrega que Albin Michel fue comprada luego por Glenat, que reunió los dos tomos en un pack de ofertas para liquidarlos.

¿De qué trata Belzarek? La historieta relata la historia de un monje benedictino, Chretien de Beziers, hijo del demonio Belzarek y una mujer mortal quien, aunque desconoce su origen, se verá finalmente obligado a convertirse en una pieza clave para el éxito (o fracaso) de una rebelión contra el propio Lucifer.

La historia gira en torno a la fantasía heroica, en la que se mezclan complots al estilo de Game of Thrones (años antes de que éste historia se hiciera famosa), brujas, demonios, monjes corruptos y un replanteo de la fe desde el punto de vista del protagonista. A lo largo de 140 páginas, la historieta, ahora editada en un blanco y negro permite apreciar al detalle el arte de Lalia, un dibujante que no se ha traicionado en sus decisiones a lo largo de más de 40 años de carrera.

“No me gustan los superhéroes, no me atraen pero si tuviera que hacer uno sería Batman. Otros serían Swamp Thing, de hecho hice pruebas para Constantine (Hellblazer) pero todo se alargó demasiado y quedó en la nada. Yo era grande, me paseaban de lado a lado porque cambiaban de editor y qué se yo qué otras cosas así que no seguí”, recuerda Lalia, que cuenta con 78 años, sobre esta experiencia ocurrida hace década y media.

El dibujante señala que a pesar de la crisis, los autores siempre encuentran la forma de contar sus historias. “En la actualidad hay muchos fanzines y muchos de ellos son muy interesantes, y salen así las historietas porque editoriales que los publiquen no hay”, explica.

“Y es que la necesidad de publicar historietas existe y va a seguir existiendo, y al no haber editoriales, pasa lo mismo que en los ´90: salen los fanzines con los trabajos de autores que quieren ver plasmadas sus historias”, dice por su parte el guionista.

Por el momento, la historia de estos dos grandes sigue con buen curso, con el libro de Gorgona Ediciones ya en la calle (en locales especializados o comiquerías), y la posibilidad de leer la historia completa de un tirón, un lujo que, en Europa, no se consigue.

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