Eran las primeras horas del Día de los Enamorados de 1988 y Mar del Plata se estremeció con una noticia. Carlos Monzón, el boxeador argentino más grande de todos los tiempos, había asesinado a su esposa, la bella modelo uruguaya Alicia Muñiz. En principio, él intentó forzar la hipótesis de un accidente y pensó que lo lograría si la arrojaba desde el balcón: poco antes, la había dejado inconsciente a golpes.
No pasó mucho tiempo hasta que desentrañó el caso y, poco después, Monzón fue condenado a 11 años de prisión por "homicidio simple" (por entonces no existía la figura de femicidio). El ex púgil murió en un accidente de tránsito en enero de 1995, durante una de sus salidas transitorias. De él quedó el recuerdo de un deportista genial devenido en un brutal asesino. Mientras asoma la filmación de una serie sobre su vida, Silvia, su única hija mujer lo defendió por aquellos hechos y causó un gran revuelo en las redes sociales.
"No se puede juzgar a mi papá por un accidente que le puede pasar a cualquiera", afirmó la mujer en un móvil con Instrusos. Y fue más allá: Si no lo provocaban, mi papá no era una persona violenta".
"Hay muchas cosas que la gente no sabe de Carlos Monzón, por eso no quiero que la gente se quede con esa última imagen de él", prosiguió Silvia, la hija que Monzón tuvo con Mercedes Beatriz García, más recordada como "Pelusa".
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