La Vela ya no tiene fronteras entre Uruguay y la Argentina. Fueron pie a pie en su país y no se saltearon ningún escalón en este y en ese proceder radica, según entiende la cara más visible de la banda, que repasa tramos de la historia de la banda. Mano a mano con de Sebastián Teysera con Diario Popular.

El desembarco de la Vela se dio en tiempos en que los MP3 pesaban mucho más de lo que soportaban las casillas de correo tradicional y eran pocas las páginas en Internet y muchas menos las que alojaban archivos "tan pesados". El streaming, ciencia ficción y youtube, aún un proyecto. Acaso es la última banda que cimentó su carrera con el boca a boca. De las primeras veces que cruzaron el charco, el público de Córdoba le dio más cobijo que el porteño, ya que mientras en la provincia mediterránea podían llenar un local con una cantidad de gente envidiable, en Buenos Aires no podían hacerlo sin ayuda local, como parteneires de una fecha compartida, mientras en Uruguay se encaramaban como la sensación.

-Son el mascarón de proa de la escena uruguaya ¿hubo recelos con las bandas que ya estaban desde antes o pares?

-No, muy bien. Las que querían empezar a cruzar, muchas venían a hablar con nosotros, a preguntarnos cómo. Y nosotros abríamos la agenda y les decíamos con quien sí, con quien no, sugeríamos hablar con este, con este otro... Trajimos muchas bandas también, para ver si acá les agarraban el gustito. No solamente decirles cómo poder hacerlo, sino invitarlos. Nuestro sueño era vivir de la música y no se puede vivir de la música en Uruguay. Entonces está Argentina, tenés a Buenos Aires con un circuito de rock impresionante, es lógico que hayamos dicho "vamos para Buenos Aires". Seguimos dándonos consejos, de hecho el Cuarteto (de Nos) dijo: "nosotros aprendimos mucho de la Vela y No Te Va Gustar a salir de gira". Que salir de gira no sea de extraterrestre para las bandas uruguayas fue fundamental, ahora es más normal.

-¿Sentís que también marcaron ese camino?

-Sí. Cuando fuimos por primera vez a Europa nos llevamos montón de discos de bandas amigas. Le dábamos disco a todo el mundo y así es que después fueron La Abuela Coca, No te Va Gustar... Nos gustó ese rol, tener la oportunidad y abrir. Se lo tomaron bien, supongo, Jaja.

-Ustedes no tuvieron esa suerte...

-Es que no había nadie a quien mirar. Había solistas, estaba Jaime (Ross), (Rubén) Rada, pero era otra cosa. No había un referente de quien agarrarnos. Lo único que sabíamos era que las bandas de rock en el mundo giran, es lo normal, pero en Uruguay era algo raro. Era lo único que sabíamos. Fuimos probando, pateando la puerta hasta entornarla.

-¿Y a la inversa? ¿Acá los miraron de reojo por conquistar este mercado?

-No, para nada. Salvo Iorio, jajaja, pero viste cómo es él: nos puteó un par  de veces, pero lo tomamos con mucho humor. ¡Te aprovecho para mandarle un saludo! Pero al revés. Las bandas de acá nunca nos hicieron notar mala onda, no lo escuché, ni lo leí. El primer intercambio fue con Bersiut y fue una experiencia alucinante, Fernando (Ruiz Díaz) de Catupecu es divino como toda la banda... siempre hubo buena onda. Hubiera pasado eso, si caíamos con el paracaídas mediático. Como hicimos lo mismo que hicieron todos, no nos comimos ni un paso, es valorado y respetado. Eso es lo que siempre sentimos.

-¿Tenés presente el momento en que te diste cuenta que la cosa ya estaba funcionando?

-No con un momento, sino varios. Cuando hicimos nuestro primer teatro de verano en Montevideo en el 99 fue un antes y un después. Estaba lleno, había una conexión con la gente impresionante y dijimos: acá pasa algo. Después nos llamó Santaolla: -me encantó el disco quiero trabajar con usteds. "Ah, bueno", dijimos. Fueron varios momentos. Nos dábamos cuenta de los pasos acá en bs as que los dimos todos, como cualquier banda de Rosario de Córdoba. Y fueron súper rápido: Cátulo Castillo, el Marquee, Cemento, el Teatro, Obras, el Luna, Ferro y cada paso nos dábamos cuenta que pasaba algo. Y estaba bueno cómo estaba pasando: no caer con ese paracaídas mediático por haber llenado el Teatro de verano y decir: yo quiero hacer un obras. No, elegimos otra manera, más genuino.

-¿Qué sortearon para sostenerse como banda sin altibajos internos, al menos conocidos?

-Tuvimos y tenemos nuestras tormentas. Pero éramos amigos de antes, del barrio de las maquinitas, cuando no tocábamos ni el timbre. Esto se fundó en base a la amistad. Cuando empezamos a tocar fue todo hobby hasta que en un momento decidimos tirarnos al agua para intentar vivir de esto. Ese fue un momento de tensión y medio extraño, porque pasamos de ser amigos, a también ser compañeros de laburo. Se fue hablando, cada uno tomó su rol, cada uno tomó conciencia de eso y se fue conviviendo. Las tormentas están, pero cada vez que pasa una, a los días o al momento cada uno habla y se charla desde la amistad, no como compañero de laburo.  Y esa creo que es la gran clave de ser prácticamente la única banda uruguaya que seguimos siendo los mismos.

-¿Existe un momento del show en el que te abstraes y te recordás durmiendo en las mesas del Salón Pueyrredón?

-No, me pasa con canciones. Me retraen a ciertos momentos, No tanto ver a la gente, sino la canción o la gente cantando la canción. Mi semilla me transporta muchísimo atrás. La empatía entre el público. Es un momento muy especial, viste que en ese tema se sientan todos, yo también. Me preguntaron si era por las piernas, si yo me cansaba. Claro, en ese tema me sentaba porque estaba muerto y me sentaba en cualquier lado y de ahí nace que se sientan todos. Pero en el show no, porque estás muy en el presente, muy metido.

-¿Y los fans? ¿Te impacto algo que te hayan dicho alguna vez?

-Si varios. Uno me dijo: me salvaste la vida. Tal canción me salvó la vida. Va a Escampar me salvó la vida. Y te impacta. Te llena de orgullo, no por mí sino por la canción. Las canciones son personistas con su personalidad. Algunas son rabiosas, otras ambicionas, otras tiernas... me alegro por la canción que entró en la casa de mucha gente. Lógicamente las canciones entran a muchas más casas que yo. Que te digan, tal canción me salvó la vida, está buenísimo. No me lo olvido más.

-¿No te asusta, no te inhibe a la hora de escribir algunas cosas?

-No, soy consciente. Yo conozco el poder de las canciones y lo tengo en cuenta. Para bien o para mal. Me tomo mis reparos al cómo decir lo que quiero decir. No uso malas palabras al pedo. Sé que hay muchos niños que escuchan la Vela y no cuesta nada tomar el tiempo, no para dejar de decir lo que quieras decir, sino buscar la manera de cómo decirlo.

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