Rha Cariola es el cantante de 202, un potente combo de rock alternativo completado por su gemelo Osko (guitarra), Emma Cauvet (batería) y Leonel Martínez Aledda (bajo). Pero antes de 202, estuvo en Santos Inocentes, la emblemática banda de los ´90 con la que tanto él como su hermano se hicieron conocidos.
Y Santos no fue una banda más. Con ella, tanto Rha como su hermano, Cauvet (batero de la primera época del grupo), Andrés Dussel, Ezequiel Dasso y Andy Alberti (co-fundador de la banda y hermano de Charly Alberti de Soda Stéreo) no sólo se ganaron un nombre en la escena, sino que la influenciaron fuertemente, a la vez que giraron por el mundo de la mano de la mismísima Madonna, quien los fichó para su sello Maverick.
Pero en 2001, los hermanos Cariola abandonaron el grupo que los vio nacer y crecer musicalmente y, poco tiempo después, los Santos Inocentes dejaron de existir. Aunque, afortunadamente, no pasó lo mismo con sus temas.
“Las canciones superan a las personas”, señala hoy Rha, quien con 202 nunca dejó de cantarlas, y con quienes, este año, decidió redoblar la apuesta.
Es que este 2017 vio nacer, de la mano de su actual proyecto musical, a “El Álbum Santo”, su flamante nuevo trabajo discográfico compuesto en su totalidad por regrabaciones de los mayores clásicos de Santos Inocentes.
Con esta placa bajo el brazo, y de cara al show de 202 en The Roxy La Viola Bar del próximo sábado, el frontman charló en exclusiva con DIARIO POPULAR acerca de su proceso de grabación, su pasado, presente y futuro, y sobre el estado de la escena musical actual.
—En “El Álbum Santo” regrabaron los principales clásicos de Santos Inocentes. ¿Qué diferencias fundamentales encuentran entre las viejas versiones y las nuevas?
—Las diferencias están, básicamente, en cómo tocamos hoy. Hubo todo un proceso de aprendizaje, de curtirse con los escenarios y los estudios de grabación. Yo noto que hoy los tocamos mejor. Y que los temas se limpiaron. Con Santos estábamos muy metidos en eso de buscar una pared de audio, con esa sensación de empuje permanente de los elementos al unísono. Ahora, todos los temas los tocamos con una pulsión mucho más relajada. Y la buena sonoridad también les hizo bien a las versiones. Pudimos ver más la espina dorsal de las canciones.
—¿Y cuál fue el resultado?
—Logramos que se escuchen bien todos los elementos. Este disco lo siento como un aprendizaje. Pensá que muchas de esas canciones las hicimos en el año ’94, ’95... Siempre grabamos en estudios buenos y tuvimos mucha suerte de estar conectados con Soda Stéreo desde siempre. Fue mágico. Pero con toda nuestra experiencia luego de Santos, con nuestra productora, aprendimos más sobre el audio de nuestra propia banda. Hoy, por ejemplo, tenemos una forma de grabar distinta a la que teníamos hace 20 años. Sentimos el audio mucho más. Creo que pudimos enaltecer las canciones desde la sonoridad. Y creo que es algo que se merecían esas canciones, porque habían quedado un poquito aturdidas por la vorágine del momento. Ahora pensamos mucho en las canciones en sí mismas, que no tuvieran nada de más ni nada de menos. Y la verdad es que yo no pensé en el personaje anterior para cantarlas, porque hoy soy este. Hay canciones ahora que realmente no se parecen a sus versiones anteriores. Y hay otras que descubren secretos, que pueden pasar desapercibidos al principio pero no a una escucha más atenta. La verdad que le pusimos mucho cariño al disco, porque son las canciones que nos hicieron conocidos. Son las que nos dieron identidad, las que hicieron que hoy alguien nos salude en el subte.
—¿Por qué decidieron hacer este disco de reversiones y no un disco nuevo?
—Hubo un paralelo, porque el disco nuevo está por salir. Le hicimos caso a un pedido de amigos y fans. Fue como un premio, una celebración de un momento. Y lo estamos disfrutando como tal. Pero hay un disco nuevo que estamos haciendo y que va por una dirección distinta a “El Álbum Santo”.
—Teniendo en cuenta que encararon esta placa de reversiones en paralelo con la preparación de un disco nuevo, ¿qué diferencias ves hoy entre 202 y Santos Inocentes?
—Te podría responder con una pregunta: ¿qué diferencia tienen tus manos? Es lo mismo para mí. Yo creo que se va a notar una diferencia real si dejara de tocar con mi hermano gemelo. Pero yo canto hoy la versión nueva o la original de “Desaparecedor” y es lo mismo. Nunca cambió. Esté quien esté con nosotros en la base, sigue siendo lo mismo. Aunque, obviamente, los distintos músicos que nos acompañaron y nos acompañan le pusieron su acento distintivo.
—¿Por qué vos y tu hermano se fueron de Santos Inocentes en su momento?
—Qué se yo… Es como preguntarte por qué te peleás con una chica… La música es muy susceptible a los temperamentos y al agotamiento. Uno es chico y lo vive de esa manera. Después uno va creciendo. Yo me siento muy bien con mi carrera. No sentí un freno, sino un efecto pinball. Fui para atrás, pero cuando reboté fui mucho más para delante.
—¿Nunca pensaron volver con Santos Inocentes?
—No hay interés de todas las partes. Pero las canciones superan a las personas.
—¿Sentís que cambió mucho la escena musical desde cuando ustedes tocaban con Santos Inocentes y los primeros años de 202 hasta este momento?
—Creo que ahora hay poca pasión. Los grosos son los viejos. Ahora es muy fácil. Y la gente es muy vaga. El público está en un momento de quiebre también, saturado de información y con muchos problemas cotidianos. No sé… Yo tengo una nube, como un blur en los ojos, y no veo nada más que lo que entiendo. Y trato de no opinar de nada que no me competa.
—Cuando Santos Inocentes explotó, a fines de los ‘90 y principios de los años 2000, también se vivían tiempos complicados en Argentina. Crisis económica, social, política…
—Sí, pero lo que pasaba era que, en esa época, las compañías contaban con capitales internacionales. Por lo menos hasta el 2001. Hasta ahí, todo aquel que se desarrolló y pudo lograr meterse dentro de la industria tuvo lo que tenía que tener.
—¿Y qué te parece el camino de la independencia que muchas bandas actuales siguen y que en su momento tomaron bandas ya consagradas, como La Renga por ejemplo?
—Es lo mismo todo, estar con una compañía o estar solo. Solo que antes era una torta de tres pisos y ahora son caramelos. Los músicos del under tienen vocación. Pero la industria no existe y la devolución social y económica deja mucho que desear. De todas formas, creo que en el proceso de una crisis, de algo opresivo que te incomode y te haga crecer una idea que de a poco se transforme en versos o en un riff, siempre va a haber música. Lo que no sé es cómo está el oído…
—¿Creés que estamos en una época así ahora?
—Creo que todas las épocas tienen una de cal y una de arena. Cada una tiene su característica. Cada gobierno, cada proceso… La cuestión está en qué hacemos nosotros.
—¿Qué músicos nuevos te gustan?
—En el under me gustan muchas cosas. El under es maravilloso. Me gusta Jaque Reina y, obviamente, Marilina Bertoldi (NdR: una de las artistas invitadas que grabaron en “El Álbum Santo”), que me parece un diamante. Yo considero que el éxito no existe. Si sos groso nunca te vas a deformar, como le pasa a la hermana de Marilina, Lula, que le está yendo muy bien y no se agigantó, no se hiperventiló, no se fue de mambo… Me encanta Eruca Sativa. Y Marilina realmente me parece un diamante. En verdad entiende dónde está parada. Creo que es la única que maneja las zonas cavernosas que tiene la voz, que ella sabe cuáles son, yo me doy cuenta. Lo lírico, la voz colocada… Es maravillosa.
—¿Por qué tocan tan poco en vivo con 202?
—Y… Las condiciones para que montemos el circo se dan pocas veces. Hay cosas que ya no me interesan. Este año, por ejemplo, ya hicimos los shows que queríamos y ahora volvemos a hacer otros shows que también queremos hacer en Capital. Pero no encuentro todavía una fidelidad que me permita arriesgarme y tocar en un bar… Me siento incómodo ya en algunos lugares. Ahora que estoy más grande quiero realmente que nuestras presentaciones brillen, y no caer en lo opaco. Igual, considero que aunque tocamos poco siempre estamos por ahí. Ahora tenemos varias presentaciones seguidas, pero son momentos. Tienen un por qué: ahora estamos presentando “El Álbum Santo”. Además eso de tocar por tocar… ¿Por qué? Ahora tocamos sólo en lugares que nos gustan, donde nos sentimos bien tratados. Y hacemos siempre lo mejor que podemos, y lo disfrutamos. La pasamos muy bien.
—¿Qué podés adelantarme para el show del sábado en el Roxy?
—Vamos a tocar canciones de 202 que no veníamos tocando, porque estuvimos tocando casi sólo los temas de “El Álbum Santo”. Vamos a entremezclar canciones de 202, algunas del origen de la banda. Canciones que por ahí sacan de contexto el show y lo llevan para un lugar un poquito más oscuro. Y también vamos a tener una frutillita a capella, donde por ahí producimos un momentito de climax expresivo. Preparé algo dentro de esa estética desnuda.
—¿Qué planes tienen para el año que viene?
—Por lo pronto vamos a tocar en el Vive Latino de México y en Rock Al Parque de Colombia. Queremos tocar afuera. Ahora hay como una idea mexicana que se está desarrollando. Estamos tratando de ver si podemos asomarnos a los países donde anduvo bien Santos Inocentes. Tengo muchas ganas de viajar un poquito.