La cantante y desde el nuevo álbum -Canción de Viaje- también compositora, explica que “soy una persona inquieta que reconoce cuando se está quedando en el mismo lugar, cosa que me incomoda”. Y agrega: “Como actriz uno va cambiando de piel, de personaje, de historia y eso, haga lo que haga, es imprescindible para mí”.
Soledad Villamil estrenó ayer en La Trastienda (Balcarce 460, Capital) el repertorio reunido en su flamante tercer álbum Canción de Viaje, al que define como “un disco que es un viaje porque implica un movimiento”. La actriz, cantante y ahora también compositora repetirá el recital el sábado a las 21.
“Por un lado este trabajo tomó un rumbo diferente al de los discos anteriores y se abre hacia otras canciones, otros géneros musicales y por distintas geografías, y también porque fue un disco -desde lo más práctico- que se generó en situación de viaje por las giras y los conciertos en el exterior”, describe Villamil.
En relación al concepto viajero que signa el material, la protagonista de la multipremiada película El Secreto de sus Ojos destaca la utilización de la frase del poeta portugués Fernando Pessoa que abre el CD y que dice: “Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”.
“Esa idea me parece interesante, entre otras cosas, por la reverberancia de la poesía acerca de cómo un viaje, al revés de alejarnos, nos acerca cada vez más a nosotros mismos”, reflexiona Soledad.
“Siento que aunque el formato del disco está sufriendo muchas modificaciones, con esta combinación de temas se arma bien y puede escucharse como una sola gran canción”, arriesga.
De entre las canciones ajenas destacan Maldigo del Alto Cielo, de la chilena Violeta Parra; De qué Callada Manera, de los cubanos Pablo Milanés-Nicolás Guillén; y Biromes y Servilletas, del uruguayo Leo Maslíah.
“Son tres temas muy distintos y muy jugosos para la interpretación -cuenta- que me acompañan desde hace muchos años y que disfruté de la posibilidad de incluirlos en Canción de Viaje”.
Al repasar sus respectivas historias, indica que a De qué Callada Manera “la recuerdo de los conciertos de Pablo Milanés y Silvio Rodríguez en Obras, esa canción era como una especie de himno a la alegría, totalmente vital y feliz”.
Sobre la de Maslíah, apunta que “es una de las canciones más perfectas y cantables que hay” y, acerca de la de Parra, desliza que “aunque Violeta siempre se escuchó mucho en mi casa, elegí un tema que no es de los más conocidos y que me atravesó a partir de sus imágenes y de sus arreglos que se enfocan en lo violento”.
Para resumir el espíritu que impera en Canción de Viaje y que esquiva la tradición tanguera antes plasmada en Soledad Villamil Canta (2007) y Morir de Amor (2009), consigna que “no hay tango ni bandoneón en un proceso que ya venía pasando en los conciertos”.
“La posibilidad de que hubiera otras canciones me animaba muchísimo, pero no es que abandoné el tango sino que quedó para más adelante”, resume.
Al calor del tango, Villamil construyó un reconocido paso internacional, pero eso no la condicionó a la hora de Canción de Viaje porque, razona, “si bien siempre lo más seguro es atractivo en un punto, por otro lado soy una persona muy curiosa y muy inquieta que fácilmente reconozco que me estoy repitiendo y quedándome en un mismo lugar, y eso me incomoda”.
Sin renunciar a la otra faceta que la completa, la artista resume que “como actriz uno va cambiando de piel, de personaje, de historia; y eso, haga lo que haga, es imprescindible para mí”.
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