Con la industria en contra, un pequeño film de 60 mil dólares dio cátedra de cómo convocar al público ante las grandes distribuidoras

La década del 1990 logró probar a los jóvenes cineastas que no hacía falta un gran estudio para lograr un éxito de taquilla, viceversa, es decir que a pesar de que hubiera una distribuidora importante apoyando con su maquinaria a una película, ésta no necesariamente iba a resultar un éxito.

Ejemplos sobraban, pero en el año en el que transcurre esta historia hubo dos films que casi provocan la bancarrota de Warner Bros.: Los Vengadores (The Avengers, 1999) de Jeremiah Chechik y Las Aventuras de Jim West (Wild Wild West, 1999) de Barry Sonnenfeld.

Por el contrario, un año antes, la pequeña productora Artisan Entertainment, que hasta hace poco se llamaba LIVE Entertainment, había comprado una película en el festival de Sundance llamada Pi, y que resultó en el exitoso debut de Darrwn Aronovsky, que más de una década después se llevaría el Oscar por El Cisne Negro (Black Swan, 2010).

Con ganas de seguir en la senda correcta, el productor Mark Curcio regresó a Sundance al año siguiente sólo para encontrarse con un experimento fascinante.

Dos jóvenes estudiantes de cine de la Universidad de Central Florida llamados Dan Myrick y Eduardo Sánchez había homenajeado a los ciclos televisivos de pseudodocumentales como la alemana Chariot of the Gods (1970) y la norteamericana In Search of… (1977-1982, con Leornard Nimoy), en los que equipos periodísticos partían en busca de leyendas urbanas y seres mitológicos como el fenómeno OVNI, el Yeti, Pie Grande, o el Triángulo de las Bermudas con resultados variables.

"Chariots of the Gods", ciclo de TV
"In Search of..."

De esta manera, Myrick y Sánchez idearon la historia de tres jóvenes estudiantes que deciden investigar el mito ficticio de la bruja de Blair para lo cual se internan en un tenebroso bosque. La particularidad de esta historia era que para hacerlo habían contratado a tres actores que iban a identificarse por sus nombres reales, y a los que habían convocado tras un casting dificilísimo.

Estás por presentarte al más demandante y menos placentero proyecto de sus carreras. Si eres seleccionado, te llevaremos al bosque durante siete días que se asemejarán al infierno. Serán 168 horas de tortura, de improvisación en tiempo real. No es un chiste. Si no estás en condiciones, entonces estás perdiendo tu tiempo y el nuestro…”, decía el anuncio que publicaron, y que llevó a sus puertas a tres jóvenes: Heather Donahue, Michael Williams y Joshua Leonard.

Cuando Artisan encontró El Proyecto Blair Witch (The Blair Witch Project), y la compró por 1.100.000 dólares, las 168 horas ya habían pasado hacía rato, pero los traumas de los actores no. Durante esos siete días, los tres jóvenes habían tratado de seguir como pudieron un tratamiento de guion de 35 páginas en las que sólo se establecían las bases de lo más básico que debían saber: todos ellos debían buscar cualquier rastro de una bruja mitológica que había vivido en ese bosque doscientos años en el pasado.

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El Parque Estatal Seneca Creek, ubicado en Maryland, ofició de escenario natural para las tomas diurnas y nocturnas, que culminaban con una suerte de tortura psicológica para los actores, a cargo de los directores y el pequeño equipo de filmación. Durante el día, era todo improvisación en lo referente a los diálogos y las acciones que llevaban a cabo los actores. Pero durante las noches, cuando acampaban, se desataba el terror. Myrick y Sánchez se dedicaban a molestarlos desde afuera de la carpa y eso, sumado al hambre y al frío que pasaban, les provocaban reacciones en las que se mezclaban las actuaciones con reflejos involuntarios.

Con las veinte horas de filmación que obtuvieron, los realizadores armaron una película de dos horas y media que no gustó entre sus conocidos, por lo que volvieron a la sala de edición y de allí sacaron una versión más acotada de 87 minutos. Con el resto del material, los jóvenes armaron una espectacular campaña de promoción basada en un sitio de Internet ficticio en el que se narraba la truculenta historia de la Bruja y cómo había influido en la sociedad local, que terminó cambiando el nombre del pueblo y todo para dejarla bien enterrada en el pasado.

Ahí es donde entró a jugar la gente de Artisan, que metió mano tanto en el sitio como en la película, aconsejando a los realizadores que quiten hasta los nombres de los actores para que todo se asemeje más a un documental. De hecho, la historia comienza con un prólogo estremecedor: “En octubre de 1994, tres estudiantes de cine desaparecieron en el bosque cerca de Burkittsville, Maryland. Un año más tarde, se encontró lo filmado”.

El estreno se produjo el 14 de julio de 1999 en las salas de los EEUU y en poco tiempo se transformó en otro de los grandes éxitos de ese año con 140 millones de dólares de recaudación, más otros 108 millones que llegaron con el correr de los meses de otros países. En la Argentina se estrenó el 2 de diciembre y, a pesar de que tenía a tanques como Toy Story 2 por delante, se convirtió en otro de los grandes convocantes de ese verano de final de milenio.

La gente de Artisan no podía estar más contenta ya que, con un presupuesto ínfimo de 60 mil dólares no sólo habían logrado este gran éxito sino que también habían creado una nueva franquicia y un nuevo estilo que fue copiado hasta el hartazgo en los siguientes meses, en una moda que se extendió hasta un década atrás como lo demuestra el estreno de Cloverfield: Monstruo (Cloverfield, 2008).

Al ver que las demás productoras preparaban sus propias versiones de Blair Witch, Artisan apuró a los realizadores que en menos de un año ya tenían en los cines El Libro de las Sombras: el Proyecto Blair Witch 2(Book of Shadows: Blair Witch 2) Joe Berlinger llegó a las salas en octubre de 2000 pero tanto las críticas como el público (que se dio cuenta de lo apresurado que estuvo hecho todo) le dieron la espalda y pasaron 16 años hasta que se volvió a saber de la bruja en La Bruja de Blair 3 (Blair Witch, 2016) que no tuvo una gran recepción a pesar de estar dirigida por Adam Wingard.

¿Hubo plagio?

En medio del éxito de la película, comenzaron a circular rumores de plagio. Era la época en la que las interacciones en Internet no eran muy frecuentes en el mundo, por lo que la cuestión quedó limitada a los círculos cinéfilos, pero dos cineastas acusaron a los realizadores de robarles la idea.

Stefan Avalos y Lance Wailler aseguraban que The Blair Witch Project era muy pero muy parecida a The Last Broadcast (1998), un film que no se estrenó jamás en la Argentina, pero que fue filmada entre diciembre de 1996 y agosto de 1997 con un costo de sólo 900 dólares.

“Nuestra película se estrenó el 23 de octubre de 1998 y en febrero de 1999 asistimos al Festival de Sundance para dar unas charlas sobre la revolución digital en el cine. The Last Broadcast no podía ser exhibida en el festival puesto que ya había tenido un estreno comercial. Pero cuando estábamos registrándonos se aparecieron Dan Myrick y Eduardo Sánchez para presentarse y decirnos que les había gustado mucho nuestra película. Yo sabía que su película, que sí se estrenaba en Sundance, era muy similar a la nuestra y que al verla ellos habían cambiado la suya, copiando ideas, pero no preveía lo que iba a pasar”, le contó Avalos al periodista argentino Sebastián Rotstein en 1999.

Trailer de "The Last Broadcast" (1998)

“El mérito de los productores de Blair Witch es que ellos vieron el potencial de la películas y además consiguieron más dinero para el marketing, que en este caso fue fundamental para el éxito. (…) Los críticos decía que nuestra película era como El Resplandor (The Shinning, 1980) y Blair Witch como Noche de Brujas (Halloween, 1978), es decir una más intelectual y la otra más visceral, pero el público joven eligió la de ellos”, razonó el director, que sin embargo agradeció ese éxito porque hizo que mucha gente se interesara en The Last Broadcast “por rebote”.

Por su parte, Eduardo Sánchez se defendió de las acusaciones, al asegurar que vio The Last Broadcast un año después de haber filmado Blair Witch. “El problema surgió cuando a nosotros nos invitaron a Sundance y a ellos no. Yo conozco a Avalos y a Wailler y me parece que hubo cierta animosidad por parte de ellos, aunque sin mala intención. Cuando Blair Witch se exhibió en Sundance, un tipo me dijo ´yo sé de una película que es igual a la tuya y se llama Holocausto Canibla (Cannibal Holocaust, 1978). Yo no la había visto hasta ese entonces pero al hacerlo me di cuenta de que el tipo tenía razón y es que en el cine todo se ha hecho, nada es original”, le contó al periodista Sebastián Tabany.

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