El ex Hospital Neuropsiquiátrico Santa María del Valle de Punilla está ubicado en un predio que antes funcionó como hospital de tuberculosos e incluso como centro clandestino de detención.

A un puñado de kilómetros de Cosquín, en Córdoba, un establecimiento que fue centro de internación de tuberculosos, primero y después fue transformado en un hospital neuropsiquiátrico de tormentosa reputación, es hoy un vórtice de hechos paranormales que conmueven a los circunstanciales visitantes y aterran a los que viven cerca.

El ex Hospital Neuropsiquiátrico Santa María del Valle de Punilla fue su última versión desde que a fines de los años sesenta el gobierno cordobés dedicó a ese fin la estructura edilicia destinada originalmente a la atención de pacientes tuberculosos, razón por la que fue levantado en los primeros tramos del Siglo XX.

Fue la tenaz voluntad del tisiólogo Fermín Rodríguez quien inspiró la construcción del hospital en tiempos en que la tuberculosis era un mal que devastaba al mundo y los tratamientos aplicados a quienes padecían la afección no siempre llegaban a buen puerto. El lugar elegido era el ideal, habida cuenta de estar enclavado en las faldas de las Sierras Chicas donde el aire fresco y puro era otra respuesta viable para contrarrestar el mal.

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Sin embargo el proyecto de Rodríguez se vio sobrepasado por el número de enfermos y sus reducidas posibilidades económicas para atender las necesidades, por lo que el Gobierno de Córdoba se hizo cargo del predio y lo agrandó para crear un sanatorio provincial que cobró notoriedad en los años 30 por los servicios brindados a una población de enfermos de tuberculosis que ya para entonces llegaban de todo el país.

La muerte solía ser una visita habitual que recorría los pasillos del hospital para tuberculosos que funcionó de esa manera hasta que la enfermedad empezó a ser controlada por los avances científicos, con lo cual el gobierno provincial decidió en 1968 convertir el lugar en un neuropsiquiátrico.

El manicomio del Valle de Punilla, como se lo conocía, fue epicentro de infinidad de historias truculentas asociadas a la crudeza de los tratamientos a que eran sometidos los pacientes psiquiátricos, muchas de las cuales son atribuidas a las escalofriantes experiencias de perfil paranormal registradas en el establecimiento ahora abandonado.

Sensaciones angustiantes

No sólo ruidos extraños sino también la percepción de sensaciones extremadamente angustiantes por parte de quienes desafían sus miedos y recorren los pasillos ya derruidos del establecimiento que pareciera aglutinar el dolor padecido en distintas etapas por tuberculosos y demente, el cual compone “paquetes de memoria” registrada por quienes cuentan con la facultad de percibir fenómenos paranormales registran. Las percepciones más comentadas son además de la sensación de sentirse observado, la de experimentar el roce con cuerpos invisibles o ver movimientos rápidos de algo no definido en espacios en los que hace tiempo en el que ya no hay nada. Salvo, aparentemente, el vestigio del sufrimiento del que siguen dando testimonio las almas en pena que pueblan el lugar.

“Acá hubo mucho dolor y creo que eso en algún sentido aún se expresa con cuestiones a las que no podamos comprender y nos parezcan increíbles” aseguró un vecino residente en la zona, preocupado porque los fantasmas del viejo manicomio suman a delincuentes y adictos que se animan al miedo para multiplicar, con sus fechorías, el que ya de por sí sienten los residentes de la zona.

Funcionó como centro clandestino de detención

Los vecinos del barrio Tillard, distante unos cinco kilómetros de Cosquín, se quejan que en el lugar donde funcionó el hospital de tuberculosos y después el ex neuropsiquiátrico fue literalmente cooptado por delincuentes y violadores que se ocultan en algunas de las áreas aun habitables de la fantasmagórica estructura. Además, la historia oscura del loquero añade otro capítulo también de terror: durante la última dictadura militar fue empleado como centro clandestino de detención por las fuerzas represoras.

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