Lionel Messi llega a los 100 partidos en Champions League. Lo hizo en diez años: hace una década debutó en Ucrania, ante el Shakthar, y desde entonces levantó la "Orejona" cuatro veces. La distinción de alcanzar el centenar de encuentros en el torneo más prestigioso de Europa no es para cualquier argentino: a pesar de la gran cantidad de compatriotas que juegan en el "Viejo continente", Javier Zanetti, con 105, es el único que cruzó el umbral.
A pesar los éxitos, tuvo buenos y malos momentos. Fue héroe, —como en las finales ante Manchester United, o la increíble noche contra Bayern Munich— y villano en la semifinal ante Chelsea, en la versión '11/'12, cuando erró el penal que podía cambiar la serie y meter a Barcelona en la final.
A Messi, de todos modos, los números lo acompañan: metió 77 goles en 99 partidos, una cifra desorbitante, en un torneo donde luce y brilla como ninguno.
El debut, con derrota
Un 7 de diciembre en 2004, en Donetsk, Messi se presentó por primera vez en Champions League. Fue una mala noche: Barcelona perdió 2-0 ante Shakthar y el rosarino, con la camiseta 30 en la espalda, dejó algunos destellos de su zurda. Jugó los '90 minutos.
La Patada de Del Horno, que lo maltrató todo el partido hasta lesionarlo
José Mourinho tenía algo en claro: para parar a Messi, había que intimidarlo. El chico, con 18 años, deslumbraba al mundo, y el portugués, pragmático, debía anularlo de alguna manera. Eligió a Asier Del Horno, lateral izquierdo español de su Chelsea, para que le haga una marca personal, rígida y pegajosa. Del Horno se cansó de pegarle patadas. Hasta que lo lesionó: Messi controló una pelota aérea y el español le clavó los tapones en la rodilla. Lo sacó de la cancha, y casi lo deja sin Mundial de Alemania.
El primer título, con más pena que alegría
Cuando Barcelona venció a Chelsea en la final de la edición 2005/2006, Messi no jugó. Tampoco estuvo entre los convocados. Messi acompañó a la delegación, pero no se sintió parte. Estaba para jugar, pero Frank Rijkaard eligió preservarlo, como días antes, en el último partido de Liga ante Celta de Vigo, se quedó en Cataluña para recuperarse para una final que no disputó. Esa noche, en París, no subió a buscar la medalla, ni festejó en el campo de juego. Rompió en llanto. En la madrugada, se emborrachó.
El cabezazo inolvidable ante Manchester United
Manchester United era el último campeón y quería repetir el título. Pep Guardiola ya había causado una revolución en Barcelona que tenía a Messi como amo y señor del juego. Fue en Roma, en la final. Se escondió entre los centrales, conectó un centro de Xavi y cabeceó al palo más lejano, inatajable para Edwin van der Saar. Festejó el gol, levantó la copa y se consagró indiscutidamente como el mejor jugador del mundo.
El cerrojo infranqueable del Inter de Mourinho
La semifinal 2009/2010 fue traumática. José Mourinho, con su Inter, iluminó el camino para desarmar al Barcelona. Se metió atrás todo el partido. Presionó, recién, en los últimos metros de la cancha. A Messi, le pegó a un hombre, como si fuera su custodia personal. La "Pulga" no la tocó. Los catalanes se fueron eliminados en semifinales y parecía el final de una era que, lejos de culminar, creció aún más con el paso del tiempo.
Un derby para la historia y el Bernabéu a sus pies
Real Madrid y Barcelona se encontraron en las semifinales de Europa en la temporada 2011/2012. Era el gran escenario para que los enemigos se vieran las caras en la rivalidad futbolística más interesante del siglo. En un partido cerrado, sin situaciones claras, apareció Messi y rompió todo. Primero, entró por el medio del área y agarró un centro para abrir el resultado. Después, una genialidad: arrancó en mitad de cancha, gambeteó a tres jugadores y definió a un palo, imposible para Iker Casillas. Esta vez, Mourinho cayó derrotado. La venganza estaba hecha.
Zurdazo y, otra vez, campeón de la Champions League
Explotó la zurda en Wembley, Inglaterra, en otra final ante Manchester United. Estuvo sencillamente imparable. Rompió el arco con un remate de afuera del área, soberbio, inesperado, imposible de anticipar. Van der Saar, otra vez, fue su víctima. Festejó, como protagonista y dueño del equipo que era.
Cinco goles en una noche increíble
A veces, en términos de fútbol, suele decirse que está todo inventado. O que lo vimos todo. Pero un día apareció Messi. Y una noche, en Camp Nou, frente al Bayer Leverkusen, en los octavos de final de la temporada '11/'12, Messi hizo cinco goles. Como Louis Armstrong, llegó a un lugar donde nadie había pisado. Se llevó una pelota, y dos tercios de otra.
Penal errado y eliminación en semifinales
Hay algo que a Messi no se le puede criticar. El tipo, nos guste o no, asume las responsabilidades. Así lo hizo, por ejemplo, en la semifinal ante Chelsea, cuando a los 20 minutos del partido tenía un penal a favor. Necesitaba hacer un gol más que le aseguraba al Barcelona la clasificación a la final. Lo estrelló en el travesaño. Ramires arruinó la fiesta y condenó a Messi, que le costó superar esa falla.
Matar al padre: inspirado contra Guardiola
Cuando Guardiola supo que el rival de las semifinales era Barcelona, dijo algo contundente: "Si Messi está como creo que está, será imposible pararlo". Así fue. Messi tardó 80 minutos en enchufarse y solamente dos en destruir todo el plan de partido que había armado Pep, su mentor. Primero, un remate de afuera del área; instantes más tarde, quebró la cadera de Jerome Boateng y burló a Manuel Neuer con una cucharita deliciosa. Semanas después, en Berlín, consiguió un nuevo título.
comentar