El paso de Boca por Tucumán no hizo más que agregar mayor preocupación a su crisis futbolística. Sin una identidad de juego, con graves fallas defensivas, sin generación ni quite en el medio y sin contundencia en ataque, volvió a mostrar los viejos fantasmas que lo alejaron de su sueño máximo de Copa Libertadores.
En pocas palabras, juega mal. Y cuando eso sucede, se puede ganar o perder, dependiendo de la categoría del rival, de que lo salve o no la inspiración de alguna individualidad, o bien que lo ayude o lo perjudique la condición en la que juegue. De local, con la Bombonera llena, no convence pero gana. Y de visita, sin su público y en campo extraño, deambula sin encontrar el rumbo, al punto que lleva diez partidos sin victorias (9 de ellos con el actual técnico) y apenas ganó en una de sus últimas catorce salidas.
Intentando buscar explicaciones, las culpas son repartidas. Este plantel ya venía mal de la etapa anterior con el Vasco Arruabarrena, donde también padecía los mismos males, los de la falta de una idea futbolística y ese peso extra que padece al jugar de visitante. Sin embargo, llegó Guillermo Barros Schelotto a la conducción y poco cambió. Se fueron algunos referentes, como Agustín Orion y el Cata Díaz, llegaron refuerzos en cantidad aunque sin calidad garantizada, y en ese armado del "nuevo Boca" fueron más las promesas que las certezas.
El Mellizo arrancó con un 4-3-3, el dibujo que más le gusta y que mayores dividendos le dio en su paso exitoso por Lanús, pero con el correr del tiempo tuvo que acomodar las piezas para hacer sentir mejor a la máxima estrella del equipo, Carlos Tevez, quien está más a gusto detrás de un nueve de área. Por ese motivo cambió al 4-2-3-1, pero la cuestión es que en ninguno de los dos esquemas se vio una versión óptima o al menos aceptable del xeneize.
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Por otra parte el DT no parece encontrar un once ideal o una columna vertebral de nombres que lo identifiquen con la intención de lo que pretende. Es cierto que Sara es el arquero, que los dos centrales son Vergini y Tobio (más por descarte que por rendimiento), que en el medio es inamovible Pablo Pérez y que los dos extremos son Pavón y Centurión, pero ante el bajo nivel de Carlitos y sin otras figuras que asuman el rol de "referentes" en la cancha, el equipo se mueve por espasmos individuales y sin garantías de éxito.
Para colmo de males, como todo entrenador, Guillermo tiene sus caprichos, muchos de ellos inexplicables, que también suman a la hora de entender esta situación. Por ejemplo, que no juegue el colombiano Fabra (casi siempre es figura) y mantenga a Silva por el lateral izquierdo es uno de ellos; que insista con Rodrigo Bentancur (todavía no redondeó un buen partido), aún verde en su maduración como jugador y no agregue un volante de marca como Cubas o Barrios, es otro; que sólo tenga como variante de ataque entre los relevos a Bou es uno más, sobre todo pensando que deja afuera a futbolistas como Carrizo, Solís o Messidoro.
En fin, demasiados problemas para Boca y para el Mellizo, que deberá encontrar soluciones a corto plazo si no quiere quedarse con las manos vacías en la Copa Argentina (ganarla es el único modo de que entre a la Libertadores) o que pierda el último tren en el torneo local.- No encuentra una identidad de juego ni un dibujo definido. La posición de Tevez lo condiciona, pero de una u otra manera no termina de convencer como expresión futbolística.
- De visitante le cuesta todavía más, al punto que lleva diez partidos sin ganar en torneos locales, nueve de ellos con el actual entrenador. Sólo una victoria en esa condición en 2016.
- El técnico tiene algunos nombres firmes en el equipo pero no cuenta con un once ideal. Faltan referentes en la cancha, sobre todo por el bajo nivel que está mostrando Carlitos.
- Muestra fallas defensivas, carencia de ideas en el medio y falta de contundencia en ataque. El DT es cuestionado por los cambios y por algunos titulares.