Desde que Pablo Guede asumió como entrenador de San Lorenzo, su estabilidad fue cambiando al compás de los resultados. De entrada, nomás, tuvo un arranque de ciclo brillante al vapulear a Boca (4-0) y consagrarse campeón de la Supercopa Argentina. Pero la eliminación de su equipo en la fase de grupos de la Copa Libertadores niveló la balanza de inmediato en su contra.
Para colmo, el buen comienzo en el torneo de Primera división se vió interrumpido también con una serie de malos resultados en hilera, empates con Huracán y Gimnasia más derrotas contra Arsenal y Quilmes, que dejaron al DT casi sentenciado a la guillotina.
De esa manera, el partido clave para que Guede mantuviera la cabeza sobre los hombros era el de la novena fecha ante Belgrano, en el Nuevo Gasómetro, que San Lorenzo debió remontar desde un 0-2. Pero cuando el martillo de su sentencia estaba a punto de caer, se produjo una milagrosa reacción y el Ciclón terminó revirtiendo la tendencia ganando 3 a 2.
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Ese triunfo ante el Pirata cordobés no solo le dio vida a Guede sino que además le hizo modificar algunas pautas desde el punto de vista táctico, ya que decidió guardar en un cajón su estilo para adoptar uno mucho más parecido al de su antecesor, con el cual sus jugadores se sienten más identificados.
A partir de esos cambios y del equilibrio que fue adoptando en su juego, el mes de abril transcurrió invicto para San Lorenzo en el fútbol local metiendo cinco triunfos consecutivos, dado que además de Belgrano también despachó a Godoy Cruz (1-0), a Rosario Central (2-1) y se adueño de los clásicos ante Huracán (1-0) e Independiente (1-0); y ya en el mes de mayo, tampoco perdonó al alicaído River Plate (2-1).