Sin un mínimo margen de apoyo, las horas de Edgardo Bauza al frente de la Selección están contadas. Jorge Sampaoli es la opción de reemplazo que genera más entusiasmos. ¿Pero quién es el Zurdo de Casilda? Es un hombre de 57 años que desborda pasiones. Lo distingue la potencia de su mensaje y su convicción para transmitir y contagiar en un medio saturado de tácticas y consignas.

En fútbol ningún entrenador por más capaz ni empático que sea puede garantizar algo. Ni resultados favorables ni jugar bien. Aquel que garantiza algo, miente. Y sabe que miente. Por lo tanto el mundo de las certezas aplicado al fútbol forma parte de una gran ficción naturalizada y aceptada por las audiencias, en la que por supuesto también participan de manera muy activa los periodistas.

Que a la Selección nacional le va pésimo en las Eliminatorias no es novedad. Que Edgardo Bauza está afuera de cualquier proyecto que lo siga vinculando en el rol de técnico de Argentina, tampoco es novedad. Que Jorge Sampaoli es la primera opción para reemplazarlo, entra en la misma dinámica: lo saben todos y no lo ignora nadie.

A Sampaoli también le corren las generales de la ley: no puede garantizar algo. Ni resultados favorables ni jugar bien. Pero Sampaoli tiene una ventaja muy importante sobre la mayoría de sus colegas: contagia, transmite. ¿Qué contagia y qué transmite? Por lo menos una convicción. Una convicción muy potente que va más allá de una postura más ofensiva o más contragolpeadora. Esto es lo que, precisamente, lo distingue desde que irrumpió en el escenario internacional. Y no sus relieves tácticos o una búsqueda de optimizar recursos acompañando la revolución tecnológica (“Tanta tecnología atenta contra el talento”, le dijo a Jorge Valdano en una entrevista reciente), sino su palabra. Allí se focaliza su influencia. En el poder que emana de su palabra.

Y aunque en los tiempos actuales para los sectores más reaccionarios y dominantes de las sociedades la palabra está devaluada y en algunos casos bastardeada, en realidad la autoridad de la palabra continúa siendo el primer combustible de todas las transformaciones.

El Zurdo Sampaoli con sus 57 años (los cumplió el 13 de marzo) persigue ideales que van más allá del fútbol. Pero la pasión más fuerte que lo alimenta es el fútbol, aunque además lo alimentan otras pasiones. El Zurdo Sampaoli con sus 57 años (los cumplió el 13 de marzo) persigue ideales que van más allá del fútbol. Pero la pasión más fuerte que lo alimenta es el fútbol, aunque además lo alimentan otras pasiones.

Todas vinculadas con el arte de la palabra bien ejecutada. Con la música. Con el cine. Con la literatura. Con la poesía existencial del rock. Con esas ventanitas que a veces se van abriendo en la medida en que uno se deja llevar por esos laberintos que nunca se terminan de descubrir. Y por esos caminos que se abren a otros caminos. A otras inquietudes. A otros misterios. A otras miradas más finas o más densas.

Sampaoli también juega ahí hace años. En esa cancha invisible de dimensiones inciertas. Donde no juegan las nuevas generaciones de técnicos del fútbol argentino, limitados a frecuentar solo los espacios convencionales de la profesión. Y ven menos de lo que deberían ver. A Hipócrates, el padre de la medicina moderna occidental se le atribuye junto al médico patólogo español José de Letamendi una frase que abarca una medida del conocimiento: “El que solo sabe de medicina ni de medicina sabe”.

Ese testimonio brillante y enriquecedor es aplicable para cualquier actividad. El que solo sabe de su especialidad termina ahogado en su propio microclima sabiendo menos de lo que podría saber. Y hasta valdría la pena en esta circunstancia una reconfiguración en versión libre que invoca el Flaco Menotti: “El que solo sabe de fútbol ni de fútbol sabe”.

Cultiva eso Sampaoli. Es muy probable que quiera saber otras cosas para saber más de fútbol. En especial, para transmitir mejor y contagiar su deseo sin fisuras desde el primer contacto.Allí se enfoca su principal clave. La llegada directa a los jugadores. La conexión explícita con un mensaje. En este caso futbolístico pero que a la vez trasciende la aldea específica del fútbol porque demanda un altísimo grado de compromiso para interpretar lo que hay que hacer dentro y fuera de una cancha. El lado endeble es que ese crecimiento inmediato y explosivo que produce en un equipo no siempre se mantiene en pie con el mismo vigor durante un tiempo prolongado. Algo muy similar ocurre con Marcelo Bielsa.

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En otro plano, suele afirmar Sampaoli que es valioso oponerle resistencia y darles otros argumentos a los “jugadores oficinistas”. Se refiere a los que se van alejando de la pasión. A los que no disfrutan porque las obligaciones y las reglas no escritas del sistema los aplasta. Y los empuja a resignarse. A jugar solo para cumplir. A jugar solo para estar. Plantea que la responsabilidad en muchísimos casos parte de los técnicos. Que son los técnicos los culpables de asfixiar la creatividad de los protagonistas proponiendo espectáculos aburridos, insoportables y carentes de emociones fuertes.

Son, en general, atractivos los partidos en que Sampaoli conduce a un equipo. Atractivos para cualquier espectador. Como si estuviera en juego algo más que 3 puntos.

Quizás por eso mismo tiene inscripto en su piel entre otros tatuajes esta cita que supo testimoniar el Che Guevara: “No se vive celebrando victorias sino superando derrotas”. La frase resume una inspiración y una entrega colosal. Quizás por eso mismo tiene inscripto en su piel entre otros tatuajes esta cita que supo testimoniar el Che Guevara: “No se vive celebrando victorias sino superando derrotas”. La frase resume una inspiración y una entrega colosal.

Hoy, el Zurdo nacido en Casilda que jugó en las inferiores de Newell’s, llegó a la reserva, se quedó con el pase libre y al poco tiempo se retiró con más pena que gloria, está muchísimo más cerca de la Selección de lo que indican algunas informaciones burocráticas y las respuestas políticamente correctas de los dirigentes. Si mañana asumiría como entrenador de Argentina, por lo pronto, Carlos Bilardo, en comunión con otros resentimientos por el fracaso estruendoso de Bauza, ya anunció que se iría del país, disgustado y muy ofendido por su llegada.

Este tipo de reacciones absurdas y tan particulares también genera Sampaoli, por estos días dirigiendo al Sevilla. Como se ve, no despierta indiferencias. Es un buen síntoma. En la Selección también se van a experimentar este tipo de sensaciones. Con el Pelado, en trance, siempre parado y activo al borde del campo de juego.

Por Eduardo Verona

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