En julio de este año estuvo a punto de convertirse en el entrenador de Lazio. Tenía prácticamente todo acordado, pero cuando ya parecía que no había nada que impidiese su vinculación, Bielsa pateó el tablero de manera sorpresiva dejando a la dirigencia del club romano en banda, disgustado porque de la lista de 7 jugadores que pidió para enriquecer al plantel, ninguno había sido fichado.
Ese Bielsa sin ambigüedades para el cual la palabra hablada y escrita tiene una significación absoluta (y que hoy, por contrapartida, el mundo mediático considera light), no parece tener puntos de contacto que lo unan a las estructuras del fútbol negocio. Aunque él por supuesto no trabaje gratis ni muchísimo menos. Forma parte del negocio.
Es un técnico que iba a desarrollar funciones en Lazio por 3 millones de euros anuales. Sin embargo, su conducta profesional no permite identificarlo como un hombre que por dinero o por ciertas prebendas venda sus ideales. Y esto es lo que, precisamente, sus admiradores, más reivindican: la honestidad intelectual de Bielsa.
¿Por qué este hombre de 61 años no acepta ninguna oferta que provenga del fútbol argentino? Bielsa no lo ha explicado, aunque quizás le sobren explicaciones. Desde que en septiembre de 2004 se despidió de la Selección nacional en una recordada conferencia de prensa planteando que le faltaban "energías" para continuar en el cargo, no fueron pocas las oportunidades en que dirigentes de distintos clubes argentinos intentaron contratarlo.
Todos, uno tras otro, se frustraron rápidamente. Bielsa, en 9 de 10 casos, ni los atendió. Ni personalmente ni por teléfono. Cero contacto. Cero devolución. Cero cortesía. Y cero diplomacia. Nada de nada. Esa, en general, fue su respuesta. Hasta provocar que en cada oportunidad que se menciona su apellido, surge una definición que lo acompaña: utopía.
Una utopía consagrada en la Argentina. Porque después que se desligó de la Selección en 2004 luego de conquistar la medalla dorada en los Juegos Olímpicos de Atenas, dirigió a Chile, al Athletic Bilbao y al Olympique de Marsella. Estos 12 años sin Bielsa en el fútbol argentino no lo acercaron a ningún olvido. Su presencia, interpelando y poniendo en evidencia los lugares comunes del fútbol (que suelen ser los peores lugares), sigue plenamente vigente. Más allá de su hermetismo que hasta podría ser sospechado de tener cierto perfil de sobreactuación.
Lo que quizás no termina de cerrar en Bielsa es esa negativa perpetua a volver a ejercer algún día como técnico en Argentina. ¿Qué es lo que lo aleja tanto? ¿Qué es lo que rechaza de manera tan taxativa? ¿Qué es lo no le permite experimentar un regreso? ¿La prensa? ¿El ambiente? ¿El sistema? ¿Los dirigentes? ¿Las barras? ¿Los hinchas anónimos? ¿La hipocresía de quiénes? ¿Las mentiras de quiénes? ¿Las críticas y cuestionamientos de quiénes? ¿Las ignorancias celebradas de quiénes?
Bielsa, como ya nos acostumbró, prefiere no comentar nada, por lo menos ante testigos indiscretos. Casi como un rockstar del pasado o del presente, elige el silencio. Y los sonidos del silencio lo van a seguir acompañando. Entre otras cosas para confirmar su utopía.