El argentino demostró que es un fenómeno y ahora sueña con enfrentar en 2012 a Manny Pacquiao, pese a que el filipino exige que llegue a los 68,100 kilogramos que tenderá a debilitarlo. ¿Chocarán los planetas?
Gustavo Nigrelli ¿Cuántas veces un boxeador argentino le ganó a un inglés por título mundial? Habría que husmear bastante. No fueron muchos los enfrentamientos boxísticos entre ambos países, pero los pocos que hubo, los ganaron ellos. Pascual Pérez venció Dai Dower -galés- en la cancha de San Lorenzo; Pedro Armando Gutiérrez a un inglés de pura cepa, Mark Reefer, pero por título internacional. El propio Sergio Maravilla Martínez venció a Richard Williams, pero por el IBO -de segundo orden-. El sábado por la noche, este fenómeno del deporte argentino, cuyo apodo lo pinta de pies a cabeza, se dio el gusto de doblegar a un inglés de Inglaterra -los inventores del boxeo-, en la meca misma estadounidense (el Boardwalk Hall de Atlantic City). Lo hizo por KO 11 ante el durísimo Darren Barker, campeón europeo, e invicto hasta entonces, reteniendo su título mediano de diamante CMB, que por confusión algunos le otorgan nulo valor deportivo, cuando en realidad lo que no tiene es entidad deportiva, por ser algo novedoso, reservado a pocos y selectos púgiles que están más allá de los desprestigiados títulos mundiales. Título mundial es el que retuvo La Camionera Alegre ante la colombiana Enis Pacheco, por ejemplo. O los que defiende Duer, ante púgiles inexistentes que vienen y se tiran. O Yésica Bopp, ante rivales con peso libre, sin ranking. Y viniendo a los varones, el que defiende Maidana ante un no rankeado, y tantos otros a los que rankean de apuro. Esos son títulos mundiales en serio, los que realmente valen deportivamente, ¿no? Maravilla Martínez eligió a un retador más grande, fuerte, joven, alto y largo, con nada que perder y todo por ganar, simplemente porque nadie de la “creme de la creme” le quiere pelear. Pero el inglés se la hizo dura, le provocó hemorragia nasal y un corte en el tabique -un poco por choque de cabezas, otro por manos- y sudar la gota gorda, obligándole a apelar en varios pasajes a su esencia de hombre por encima del boxeador espectáculo. Eso le permitió en el 10º tenerlo sentido y prepararlo para el KO del 11º, al que Maravilla llegó por quebrarle primero el alma. El derechazo a la cabeza fue simplemente la gota que derritió el iceberg, y no una mano aislada que encerraba por sí sola potencia de nocaut. Sufrió. No ganó con la suficiencia de Manny Pacquiao, o con la tranquilidad abúlica de Floyd Mayweather. Ganó terrenalmente, porque eligió el peligro, jamás una livianita, como pide la mayoría, sin excepción. Y le toca siempre fajarse contra Goliat, dando la sensación de estar continuamente en desventaja física (Williams, Pavlik, Dzinziruk). Eso es lo que valora la gente, pero a la vez, lo que temen Pacquiao y Mayweather, que ven cómo voltea a los grandotes y no saben cómo harán para bancárselo ellos cuando la ecuación se invierta. Maravilla ya avisó que se pondrá en campaña para dar las 150 libras -68,100 kg- que pide el filipino para pelearlo, peso que obviamente tenderá a debilitarlo, como hizo cuando peleó con Margarito. Hay que ver si ahora Pacquiao mantiene su palabra. De ser así, si todo se mantiene, en marzo del 2012 pueden chocar los planetas.
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